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Lena Lyden y José Antonio Angosto, en la puerta de su chiringuito. a. s.

Rock y mojitos frente al Mar Menor

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El Chinguirito cumple 28 años en la playa de Los Narejos abierto los 12 meses. José Antonio y Lena lo regentan: «Aún suena Bob Marley»

Miércoles, 17 de julio 2019

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Que el atardecer te encuentre en El Chinguirito es uno de los motivos que compensan sinsabores. Esa hora en que el cielo se entinta de color melocotón con rabos de azafrán, que luego se prenden en una inabarcable hoguera encarnada para tornar en lilas o en puro ámbar, que dejan boquiabierto al personal, conviene que te halle recostado en uno de sus sillones frente a la playa de Los Narejos. Agarrado a una cerveza si es posible. Cuando el vahído místico se haya pasado y azuce la 'gusa', basta con pedir un perrito caliente o una hamburguesa casera con pepinillos suecos, de la misma tierra de nieves y renos que la copropietaria, Lena Lyden.

Con 24 añitos llegó de vacaciones al Mar Menor. Le bastó pasear su dorada melena y esos ojos turquesa por El Chinguirito, que ya gobernaba José Antonio desde la cabaña de madera, para que saltaran chispas. «Un día que estaba en la playa, se acercó y me dijo '¿Vygon tonight?' para que fuera con él a un pub de Los Alcázares. Nos pegamos unos bailes y cambió mi rumbo», reconstruye Lena su giro al sur.

  • Lugar recomendado El Chinguirito, entre la playa de Los Narejos y el parque de los Lagos.

  • Qué hacer Pedir un perrito caliente con pepinillos suecos, unas patatas bravas o el sándwich 'Chinguirito' de queso fresco, miel y bacon para disfrutar de buena música mirando el mar.

  • Los guías perfectos Lena Lyden y José Antonio Angosto.

No tardó en darse cuenta de que «en España no se podía hacer planes, pero lo que al principio me sorprendía, ahora lo amo, ese día a día sin programar de los españoles». Ella trajo su exotismo vikingo, mucho trabajo en la cocina y la gestión del negocio. Y los pepinillos. «Fue un buen fichaje la sueca», bromea José Antonio, quien reconoce que la rubia cerró con llave y candado su largo historial amoroso de camarero de chiringuito playero. «Sí, Chinguirito vino de chingar», aclara. «Qué iba a hacer, tenía más ocasiones que alguien en una oficina. Nos llamaban los 'Beach Boys' a mis primos y a mí. Eran otros tiempos. Cerrábamos a las seis de la mañana», evoca los años ya pasados en que el Mar Menor bullía de gente joven y en Los Alcázares abrían cada noche cinco discotecas.

También se acabaron por orden municipal los conciertos de rockabilly y pop español, a pesar de que terminaban a las nueve de la noche. «A veces salía con los músicos a tocar la armónica y se llenaba de gente hasta que se nos acababa la cerveza», añora José Antonio los directos del Chinguirito. Incluso a la hora del aperitivo, vuelven a sonar Dire Straits. «Como todos los empleados aportan, también ponemos música africana, funky, algo de rap, pero sigue sonando Bob Marley», cuentan los jefes.

«Hemos servido helados a niños que ahora vienen con sus hijos a comer o cenar», dice Lena

Fieles

Mucha clientela vuelve fiel a este mirador playero, donde sentarse con los pies llenos de arena, por la música. Aguanta firme como una resistencia cósmica al reguetón y el perreo. Esa convicción estética y la constancia en la apertura durante todo el año les ha garantizado hasta ahora un público leal. También lo que Lena llama «un ambiente abierto, que no hace sentir a nadie fuera de lugar, ya seas pijo o hippie».

El Chinguirito es más que un bar de playa. La mayoría de la plantilla de empleados lleva en esta barraca rústica con farolillos más de diez años. También los clientes parecen tener contrato fijo. «Hemos servido helados a niños que ahora vienen con sus hijos a comer o cenar», cuenta Lena, que pivota entre las mesas y la cocina mientras José Antonio levanta el telón en la barra. Su canción suena a hielos chocando con el vidrio, a espuma crepitando, y a su particular manera de llamar a los feligreses: «¡Ya no vengáis más, que la caja la tengo llena!».

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