La parada del pescador
Que me busquen aquí ·
En el kiosko de la lonja de pescado de Lo Pagán, los marineros se cuentan las capturas y los vientos con el primer 'belmonte' del día. José Manuel Baños 'Kiko' saltó de la mar a la cocina: «Pienso en la Riviera Maya, no en cocer pulpo»Hay sueños que queman «como los excrementos cálidos de una paloma», que decía Rimbaud, y otros que te mantienen vivo. «Yo sueño con la Riviera Maya y esa pulsera que te ponen para todo sin límite, y en beber mojitos, no en venir cada tarde a cocer pulpo», deja salir José Manuel sus pensamientos con el humo de las freidoras que no dan abasto en el kiosko de la lonja de pescado de Lo Pagán. «Vienen muchos madrileños porque les gustan mis frituricas, que llevan dos langostinos por persona», cuenta en el congreso de los pescadores, el bar donde se reúnen antes y después de la mar, donde sorben el primer 'belmonte' y se echan al coleto el 'quinto' del mediodía. «Hay hombres de bar y otros que no lo son», sabe el cocinero.
En su barra o en las mesas de aluminio se crean los parlamentos de lo que interesa a los armadores: si hay pesca y dónde. Y el almuerzo de después de la subasta. Una vez colocada la mercancía, saben que les espera una barra con tres pisos de raciones para elegir. Huevas fritas, calamares, chirretes, unas tortillas más altas que el canto de una biblia, y las sardinas y pescadillas que José Manuel se trae de Alicante. Al pescado del Mar Menor no le da tiempo ni a santigüarse, porque cae en su sartén nada más salir del barco. Nadie puede engañar a quien ha sido pescador antes que hostelero.
-
Lugar recomendado El kiosko, en la lonja de pescado de Lo Pagán (San Pedro del Pinatar).
-
Qué hacer Sentarse a la sombra y pedir un 'quinto' y la fritura del pescado más fresco de toda la zona, que cae en el aceite hirviendo a la hora de salir del barco.
-
El guía perfecto José Manuel Baños Pérez 'Kiko'
«A los 9 años me iba a pescar con mi padre a las 5 de la mañana, y con 11 me quedé yo solo con nueve paranzas caladas en la mar. A los 14, ya me dejé la escuela, y a los 29 monté el kiosko sin saber freír un huevo», resume José Manuel su vida laboral. No se arrepiente del viraje porque el Mar Menor no era tan dadivoso como ahora. «Hubo años en que sacaba las charamitas en blanco, y ahora vienen los barcos con 180 kilos de pescado», recuerda de los tiempos de raspas y telarañas. No se le ha olvidado cómo se duerme en «una barraca construida con tablones en La Llana, sobre un lecho de algas con otros 15 tíos para resguardarnos del levante».
Nadie sabe por qué al refugio le prendieron fuego y desde entonces esa playa se llama la de la Barraca Quemada. Hay naufragios también en tierra firme.
Se le aparece aún, como si lo hubiera visto ayer, «aquella 'maestraelá' muy gorda que se formó en El Estacio y puso la mar blanca». «Mi padre al timón, y yo al motor. El morro se levantaba y caía una vez y otra, y entonces tienes que coger la buena. ¿Que cómo se elige la buena? Antes de que se encabrite otra vez, es la buena», habla José Manuel del mar como lo hace un 'coaching' personal tras varios másteres.
«A los 14 ya me dejé la escuela, y a los 29 monté el kiosko sin saber freír un huevo», dice José Manuel
Ojo con el Mar Menor, que el cocinero-pescador lo ha visto más veces encorajinarse sin motivo, aunque fue una moto la que casi lo parte en dos como un leño seco. «Tengo unidas las vértebras cuarta y quinta», revela la exclusividad de su espinazo. Cuando aún era del todo articulado, se lanzaba como un boquerón al fondo del Mediterráneo para reparar las averías del yate en el que servía de marinero. «Íbamos de Cambrils a Ibiza en un barco de 16 metros del dueño de Bic», recuerda de sus años en mar abierto. «No he probado un champán más rico en toda mi vida, del que cuesta 600 euros la botella», se deleita José Manuel en su feudo de sal y tripas crujientes.
«Yo me sé al dedillo todo lo del Mar Menor, los pescadores que viven y los que no. He conocido a los Murgas de Los Nietos, a los Luisos y los Estrujaos de Los Alcázares, al Morrete, el Minín, el Tío Tortas, el Conejo, el tío Pepe el Perdío. Cuántos que van pasando».