Con la hierba en los tacones
En el 37 se rehidratan los golfistas tras las largas partidas de 18 hoyos en La Manga Club. «El juego siempre acaba en cerveza», cuenta el jefe de Golf, Pedro Sánchez
Tres héroes del césped miran benevolentes los finales felices de los grupos de golfistas en el 37, la casa club de los campos norte y sur de La Manga Club. Desde sus esquinas observan las tres estrellas del golf: el legendario Arnold Palmer, que en 1975 lanzó una bola al último lago del campo sur, se metió en el agua a por ella, la lanzó al 'green' y logró un 'eagle' que le valió el torneo; el que fue primer director de Golf del resort, Gary Player; y por supuesto el 'Seve Corner', donde se exhibe una vitrina con unos zapatos del jugador cántabro y su bolsa de palos con el logo de La Manga Club. Seve la paseó por los campos de todo el mundo y el complejo le regaló una finca en agradecimiento.
El trío de astros preside el confortable salón con vistas a la mayor alfombra verde de las 22 que cubren, como una entelequia, la Región en un radio de 35 kilómetros, donde se encadenan 348 hoyos como un Gruyère del 'glamour' deportivo. Desde el olimpo del golf, los tres sonríen ante las algaradas que se forman tras los pateos diurnos. Ellos también lo volverían a hacer, qué demonios, apurar una ronda de cervezas y luego otras más hasta que la falta de luz invite a retirarse. No todo es té con pastas escocesas de mantequilla, de las que hacen masa para siempre en los costados. En la carta tientan las hamburguesas-homenaje a los tres campos, a elegir entre ternera, buey o ave, que reponen proteínas para seguir jugando tras una parada estratégica en este confortable bar de estilo inglés, cubierto de elegantes tablones de madera color vainilla. La clientela no lleva vulgar tierra en las suelas, sino 'chuletas' de caro césped en los tacones, que dejan esparcido por los escalones y bajo las mesas. «Son más de 120.000 jugadores de golf al año», calcula el jefe de Operaciones de Golf, Pedro Sánchez, quien lleva unos 16 años con vistas al verde. «A las 7 de la mañana ya tenemos cola. Entrenan un poco porque si no, te puedes lesionar ya que los movimientos del golf son bruscos», explica el experto.
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Lugar recomendado 37 Spike&Sports Bar, La Manga Club.
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Qué hacer Comentar los hoyos más interesantes, practicar inglés, probar las hamburguesas de cada campo y deleitarse con el paisaje verde.
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El guía perfecto Pedro Sánchez, jefe de Operaciones de Golf.
Los meses punta van de septiembre a diciembre y de febrero a abril, cuando se pueden juntar más de 600 jugadores en una mañana, aunque el calor no intimida a los norteños, que en pleno 'sestero' murciano se echan el hierro al hombro. Ayuda que el 'green fee' se abarata en las horas de ardor celestial. Para cuidar a los jugadores, un 'boogie' circula itinerante de hoyo en hoyo para ofrecer bebidas y tentempiés, aunque lo suyo es dejarse caer por el 37 y reponer sales minerales con espuma de cebada mientras en las pantallas informan los canales temáticos de golf, aunque también se cuelan Zidane y Emery. La animada charla de las mesas suena a la BBC.
«Los meses punta van de septiembre a diciembre y de febrero a abril, cuando se pueden juntar más de 600 jugadores»
Solo rompen este pulcro microcosmos los morbosos titulares del 'Daily Mail' que ojean los golfistas en sus interludios. Unas letras como ballenas informan de las últimas cochinadas del presidente Trump, del hijo 'queer' de Liz Hurley -ojo, en portada- y de una teoría científica sobre los sueños eróticos de las inglesas. El turbio mundo palpita allá afuera.
Aquí dentro parece que nada malo pueda pasar. Más de tres mil palmeras escoltan este paraje idílico en el que ocurren cosas más heroicas, como la que mereció el Récord Guinness en 1985, cuando el austríaco Otto Bucher, de 99 años, consiguió meter la bola en un hoyo a 110 metros de distancia. Años más tarde, dos británicos lo superaron con 310 metros de vuelo en el campo sur. Dejaron huella también las pisadas de Sean Connery sobre el esplendor en la hierba. Y aún recuerdan en el resort las tres bolas que lanzó Seve sobre un grupo de edificios para llegar a una de las piscinas con el fin de inaugurar un nuevo residencial. Los invitados de tiros largos no dudaron en lanzarse al agua para hacerse con este 'souvenir', que tal vez hayan vendido en Ebay.