Cuando los androides que hereden la Tierra estudien la historia de la humanidad para entender qué salió mal, se sorprenderán al descubrir cómo en el ... siglo XXI grupos de extrema derecha dedicaban no pocos esfuerzos a gestionar cuentas falsas en redes sociales con el objeto de fabricar polémicas de chichinabo. Presentándose como paladines frente a la «inclusividad forzada» y la «tiranía de lo políticamente correcto» para orquestar campañas de difamación contra cada producción de entretenimiento que apueste por la diversidad.
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Tras el inocente beso lésbico de 'Lightyear', y hasta que encuentren otra cosa, el siguiente objetivo de estos titiriteros de la infamia es 'The Sandman'. Es su patrón. Con un reparto compuesto en gran parte por personas pertenecientes al colectivo LGTBI+, estaba claro que esta ambiciosa serie de Netflix iba a desatar ríos de tinta virtual. En este caso resultan especialmente ridículas las acusaciones de haber cedido ante las imaginarias imposiciones de un supuesto lobby 'woke', porque se limita a trasladar a la pantalla unos personajes que ya fueron concebidos así a finales de los 80 en el cómic original. Su elenco tremendamente diverso, incluso para los estándares actuales, fue una respuesta directa del guionista Neil Gaiman ante las políticas homófobas de Margaret Thatcher.
En su día, 'The Sandman' fue recibido en España, como en el resto del mundo, con fervoroso entusiasmo y no recuerdo que su representación de la homosexualidad, el travestismo o la inclusión pionera de algún personaje de género no binario fuera especialmente polémica. Al contrario, su audacia fue aplaudida. ¿Acaso hemos retrocedido, treinta años después, o simplemente les pasó inadvertido a los fascistas porque son poco de leer?
La serie está bien, pero yo les invito a descubrir el cómic. La capacidad de Gaiman para entender la relación de los mitos con el alma humana les cautivará. Siempre que no sean ustedes fascistas. O robots.
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