Él en todo momento ha sido nombrado como 'Rubiales' por su apellido y linaje, ella como 'Jenni' utilizando el diminutivo. Patrón y jornalera, preponderancia y ... obediencia, autoridad y sometida, señor y propiedad… 'huevos de oro' en el oro mundial, que pasaron a ser de latón oxidado en unos días.
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Un síntoma más de cómo el lenguaje es mucho más que palabras, cuando decimos también hacemos.
Jennifer Hermoso falló un penalti, pero tras casi una semana marcó el gol definitivo, no estaba sola, en este terreno de juego tenía de laterales a los movimientos feministas, en el centro del campo a especialistas en ley del deporte, en la defensa a todo el sector de la prensa con perspectiva de género, que no iba a permitir 'ni un paso atrás'.
En esta prórroga meta-deportiva ha habido demasiados tiempos muertos, un exceso de silencios cómplices, que se traduce en una no dimisión desafiante cuando lo depurativo habría sido el cese inmediato, lo cual demostraría que las herramientas antiviolencia machista, existen y son efectivas.
El gol colectivo contra la desigualdad y el abuso continúa en este partido que es nuestro tiempo, donde como sociedad no podemos desfallecer ni mucho menos retirarnos al banquillo de la equidistancia y la aquiescencia cómplice. Hemos marcado, pero aún queda mucho juego y sabemos que podemos sacar la 'tarjeta morada'.
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PD: Seguramente, tras el partido una mujer limpió los vestuarios y los aseos del Accor Stadium de Sidney; con toda probabilidad serían mujeres las que acondicionarían las gradas donde se sentó Rubiales. La invisibilidad y el suelo pegajoso donde se incrusta la suciedad del clasismo y del machismo tienen aún una gruesa capa.
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