La Sabina Albar es prima fría y lejana del ciprés, y como todo familiar lejano y frío se instala sorpresivamente en lo cercano, aunque los ... binomios cerca-lejos, tiempo-espacio y lleno-vacío son difusos en este 'ultra-lugar'.
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El Sabinar, a medio camino entre trozos de la nada, emerge como una estepa rara que huele a lavanda, una dehesa preñada de Sabinas blancas con sus troncos retorcidos, de postal alpina, exóticamente cercana.
En su plaza central, con su toro de alabastro no oirás más de tres voces juntas, lo demás será eco, susurro o chisme y en el fondo ¿Qué más da?, si El Sabinar se sitúa en el la cota 0 de la coordenada espacio tiempo, entonces es posible convertir a las tablas de la Ley en chascarrillo tabernero, porque allí el tiempo y el espacio no pasan sino que atraviesan y vacían.
Por eso se puede medir el tiempo en tierras de barbecho, o en arrugas en las manos, en tapias caídas o en nuevos y frescos llantos de niños recién llegados, el tiempo aquí se convierte en materia, y por ello también en oquedad.
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Surcos de salvia, lavandín, espliego y orégano rasgan el Campo de San Juan, donde El Sabinar con su 'plaza de tres voces' se convierte en el centro de un territorio fronterizo y que torea al más bravo y peligroso astado, el del olvido.
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