Si no hay lebeche La Unión es el lugar más maravilloso del mundo. Escribo esto mientras estoy sentado en la calle Mayor, en el bar ... de Enrique, el hijo mayor de la gran cantaora Encarnación Fernández. Me atiende otra Encarnación, hija de Enrique y por tanto nieta de Encarnación Fernández y bisnieta del guitarrista ya fallecido Antonio Fernández, que fue compadre de Pencho Cros, el mítico ganador de tres lámparas mineras, de quien este año celebramos el centenario de su nacimiento. La joven Encarnación atiende siempre con una maravillosa sonrisa en los labios, lo mismo que su padre, Enrique.
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Digo que estoy aquí sentado, en la terraza del bar y corre una brisa impagable, un respiro para quienes venimos de la poza de Murcia capital. Escucho a la gente de aquí quejarse del calor, y yo pienso que la temperatura es estupenda. Ahora bien, como te cojan unos días de lebeche que la Aemet te coja confesado, y eso ocurrió el año pasado durante el festival. Y entonces no se puede respirar, el ahogo es absoluto mientras subes la cuesta desde la calle Real hacia la calle Mayor, en dirección al antiguo Mercado Público, la bonita sede del certamen.
Este es un pueblo de gente noble, acostumbrada a resistir, endurecida, aunque algunos se quejan de que « aquí no hay nada», tal vez se refieren a hoteles o restaurantes, pero, claro, solo en verano, en época de Cante de las Minas es cuando se echan en falta esas cosas, el invierno es duro. Me apena un hombre mayor, cargado con maleta, que no conduce, al que le han dicho en el hotel que no hay plaza. Claro, hace meses que todo está reservado para estos días. ¿Cómo no llamó? Ruega que alguien le dé una salida, pero no la hay. ¿Qué habrá sido de él?
Me encuentro frente a la Casa del Piñón con Pepe Cros, evocamos a su padre, de quien el viernes se presenta un disco-homenaje en el que han participado muchos artistas, de uno y otro lado. Es tiempo de reconciliación. Al frente, creo, está Manolo Navarro, el que fue mi eficaz y ejecutivo subdirector cuando yo fui director del festival, allá por el pasado siglo. Todo hace demasiado tiempo.
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