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Julieta Venegas, este viernes, durante su concierto. J. M. Villalgordo / AMG

Sonidos de tierra, esencia de Mar de Músicas

El festival cartagenero estrena su vigésimo novena edición con una primera jornada marcada por la fusión, el desgarro y el reencuentro con canciones inoxidables

Sábado, 20 de julio 2024, 07:11

Aunque su nombre destile aroma a agua y sal, elementos omnipresentes de manera indiscutible en su ADN, La Mar de Músicas también es un festival ... que acoge con los brazos abiertos los sonidos de la tierra, permitiendo que se filtren en el aire de las avenidas, acicalen las farolas, se cuelen entre los sudorosos huesos de su extenso y variado público y dancen entre la certeza y la revelación. Así, cuando julio encara su despedida anual, Cartagena canta y se enamora, brinda y celebra, toma aire y tatúa aullidos, engrandece en el silencio, renueva las listas de descubrimientos musicales, asienta a los clásicos, acomoda la revolución en el día a día y se dispara hasta el infinito a través de una serie de propuestas artísticas que encandilan desde la acera y el océano.

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Karmacadabra: el nuevo vuelo del ave inquieta

En esta ocasión, el punto de partida de su vigésimo novena edición se produjo en la Plaza del Ayuntamiento, rincón idóneo para que la banda cartagenera Karmacadabra realizara su enésima reencarnación artística. Y es que, desde su misma creación, el conjunto ha sobrevolado las expectativas propias y ajenas con los movimientos alocados y seductores de un ave inquieta y curiosa cuyas alas albergan toneladas de géneros musicales que se ensanchan con cada vuelo. Un disfraz que muta, máscaras y pinturas, oscuridad y reinvención, desenfreno y desnudez. La poesía de lo imprevisible. En esta ocasión, y siendo conscientes del reto y responsabilidad que suponía abrir el festival, Karmacadabra jugó (y ganó) con un nuevo espectáculo donde se incrementaron los tonos oscuros, los gritos urbanos, el empuje amargo y la conciencia de las sombras que habitan en el interior de uno mismo y del propio arte. Reflexiones que aparecieron ya desde la apertura con 'Dios miseria', crítica feroz sobre las redes sociales entendidas como implacable transmisor de egos dañados, ficticios y ambiciosos que, adquiriendo las formas del reggaetón, aterrizó frente al público con el ímpetu escénico marca de la casa. A partir de ahí, los locales transitaron un repertorio medido al milímetro para mantener afilado el interés, la efusividad y el impacto, logrando instantes tan arrebatadores como los protagonizados por 'Revientes' o 'El tinglao'. Si a esto le sumamos inesperadas colaboraciones como la de Tina X en la adictiva 'Ñ' y Juanma Don Sax, quien formó parte de los primeros compases de trayectoria del grupo, en la no menos fantástica 'Esa gente', además de momentos tan especiales como una pedida de mano (¡vivan los novios!) o la pintura en directo de un cuadro (¡vivan las artes unidas!) lo que nos queda es un concierto a la altura del momento, escenario y evento. Karmacadabra vienen, son y serán de la calle. La misma que conquistaron en un el inicio de esta edición de La Mar.

Una deslumbrante Carmen Consoli

Después de la rebeldía, tocó tomar aire, bajar pulsaciones y dejarse llevar por la elegancia de Carmen Consoli, ilustre cantautora siciliana que cautivó sin reservas a los presentes en el patio del antiguo CIM. Espacio que, conviene subrayarlo un año más, tiene una capacidad especial para crear ese tipo de atmósferas que te atrapan desde el primer segundo y no te suelan, manteniendo alerta a un conjunto de sentidos que se mimetizan con el aire y las armonías. Unas sensaciones que, en cualquier caso, serían más complicadas de obtener sin la inestimable ayuda de talentos tan deslumbrantes como el de Consoli, quien inundó cada mínimo espacio del lugar con una colección de canciones maravillosas interpretadas por su imponente garganta de verso, gravedad y desgarro. Ya fuera a solas con su guitarra en joyas como 'Pirati a Palermu' o apoyada en unos músicos espléndidos en otros momentos destacados como 'Maria Catena' o 'Stranizza d'amuri', la artista reinó en el escenario con delicadeza folk, músculo rock y brisa italiana. Haciendo balance, aquí estuvo el concierto más inspirado del viernes.

Rave y meigas

Y así llegamos hasta el Auditorio Paco Martín del Parque Torres. Merece la pena (y el cansancio) subir cada cuesta y escalón, y no son pocos, solamente por disfrutar del sonido, las vistas y esa energía tan particular que transmite uno de los mejores escenarios con los que cuenta la Región. Y no se admite discusión, que hay que guardar fuerzas para el resto de festival. Además, si alguien tiene dudas al respecto es porque no tuvo la suerte de asistir al fabuloso concierto con el que Julieta Venegas y Baiuca dieron la bienvenida a una madrugada que brotó al compás de la tradición, la electrónica y el encanto de la melodía inagotable. En los dos primeros ámbitos, o, mejor dicho, en el encuentro entre ambos, encontramos el proyecto de Alejandro Guillán, quien ya visitó el festival en una de sus entregas más emotivas, aquella de 2021 donde el reencuentro se produjo entre mascarillas y distancias obligadas. Tres años después, en un contexto tan diferente como la hipocondría de cada cual permita, la propuesta de Baiuca resonó con (mucha) más fuerza, coherencia y carácter que entonces. La fórmula es la misma, folclore gallego embadurnado de electrónica y ritmos urbanos, flautas traveseras, voces agudas, panderetas y visuales hipnóticos, pero los pilares del espectáculo están más asentados, especialmente en una puesta en escena que te sumerge de lleno en el alma de lo que sucede sobre las tablas, transmitiendo con eficacia el nervio y brío del espectáculo. Así, por arte y gracia de Baiuca, Cartagena terminó siendo testigo de una trepidante coreografía de conjuros y danzas, de la Galicia rural y nocturna, del trance y el despertar y del romance entre la rave y las meigas.

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Amistades vestidas de canción

Y ya que hablamos de amor, pocos géneros musicales están tan relacionados con este sentimiento como la ranchera. Aunque, eso sí, esté enfocado casi siempre desde el reproche, la desesperación, la pérdida, el rencor, las resacas de nunca acabar, las mentiras cristalinas o las verdades a media luz. Los cantos de México saben a tequila y queman como la arena afilada, pinchan como las espinas de los cactus solitarios y evocan reencuentros, despedidas como disparos y gargantas rasgadas. Todo eso, combinado con pop, cumbia, disco, rock o funk, habita en el espléndido repertorio de Julieta Venegas, una de las artistas de referencia surgidas en el país de Chavela Vargas, Armando Manzanero, Agustín Lara o, por citar a una de sus compañeras más valiosas en la actualidad, Natalia Lafourcade.

Programa de este sábado

  • Naked family 20.00 horas, en la Plaza del Ayuntamiento. Gratuito

  • Arnaldo Antunes y Vitor Araújo 21.30 horas en el Patio del Antiguo CIM. 15 euros

  • Lau Noah, Marisa Monte y Ana Tijoux 23.00 horas en el Auditorio Paco Martín + Castillo Árabe. 35 euros

  • Entradas En Oferplan

Con Venegas, como quedó perfectamente reflejado en su paso por La Mar de Músicas, sucede esa cosa extraña y maravillosa que implica que la inmensa mayoría de sus canciones forman parte de nuestra banda sonora. Incluso si no somos conscientes de ello hasta que empiezan a sonar, temas como 'Lento', 'Me voy' o 'El presente' los sentimos como lo que son: composiciones que parecen haber estado siempre ahí. Y poor eso los recibimos con alegría, cantando cada frase, esperando con ilusión que suene ese estribillo que tantas veces hemos tarareado y siendo plenamente conscientes de la fortuna que tenemos de poder unir nuestras voces a la de su autora. Un conjunto de clásicos que lideraron con claridad un concierto que, en cualquier caso, sirvió también para reconocer 'Tu historia', un último disco que bien podría ser el más redondo de la artista desde su triunfal 'Limón y sal' de 2006 y del cual pudimos escuchar las estupendas 'En tu orilla', 'Caminar sola', 'Mismo amor', las preciosas 'La nostalgia' y 'Despechada mexicana' o 'Dime la verdad', delicia con la que comenzó un concierto que, a pesar de tener que superar más problemas técnicos de los deseados, terminó calando como solamente lo hacen las reuniones inesperadas con esas amistades vestidas de canción que nos llevan acompañando toda la vida.

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Ya está aquí

Por último, Joon, proyecto musical de la cantante y productora maltesa Yasmin Kuymizakis, representó con acierto el tradicional desenlace en el Castillo Árabe que se permiten las jornadas de viernes y sábado. Sintetizadores al frente para un repertorio que se adaptó a la perfección a su condición de epílogo cuyo objetivo primordial, el de dejar a la gente bailando (mucho) tiempo después de que suene la última nota, quedó cumplido. Ya está aquí. Ya ha vuelto. Vibran las aguas, se engalanan de verano las aceras y suena la tierra. La inconfundible esencia de La Mar de Músicas.

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