Ya iba siendo hora de que Carlos Hipólito mostrara su maestría en San Javier
Crítica ·
Lo mejor con diferencia de este montaje muy bien producido por el Centro Dramático Nacional (CDN), pero de resultado artístico muy mejorable, es la presencia ... de Carlos Hipólito dándole vida al personaje kafkiano llamado Josef K. Qué enorme placer, una vez más, disfrutar de su grandeza como actor, labrada a lo largo de una extensa carrera en la que, curiosamente, nunca ha defraudado. Este viernes se subió al escenario del Auditorio Parque Almansa por vez primera, y el abundante público del festival se lo agradeció con afectuosos aplausos.
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Hipólito puede con todo, no hay Goliat que se le resista. Borda la comedia igual que borda el drama. Que toca comedia, pues ahí está él, por ejemplo, saliendo triunfante de una tan divertida como 'La mentira', del francés Florian Zeller, en la que compartió escenario con una luminosa Natalia Millán y en la que en cuanto salía al escenario se lo comía, dando vida de un modo finísimo, exquisito, convincente y cautivador a un 'frescales' en toda regla; se lleva el gato al agua con la naturalidad con la que Mary Poppins llega volando.
Que toca drama, y formar parte de un reparto extenso de grandes intérpretes, pues ahí está Hipólito ayudando, con su maestría y su compañerismo, a que todo salga redondo. Pasó por ejemplo en 'Glengarry Glen Ross', de David Mamet, una función amarga, dirigida por Daniel Veronese, sobre la ausencia total de escrúpulos, el combate laboral a muerte y el reinado de la mezquindad...; ahí brillo junto a otro grande, el lumbrerense Ginés García Millán.
A San Javier llegó con 'El proceso', una función basada en la novela homónima de Franz Kafka (1882-1924) que ha contado con la dramaturgia y la dirección, en exceso egocéntrica, de Ernesto Caballero. Kafka no fue un personaje fácil, pero sí un inmenso escritor. Un día se imaginó así muriendo: «... una enorme cuchilla de carnicero cortándome, con toda destreza y regularidad mecánica, en finas rebanadas que volaban en todas direcciones debido a la velocidad de la tarea».
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'El proceso' no se entendería sin conocer que el pesimismo de su autor está asentado sobre dos sentimientos complementarios. El primero de tipo social: Kafka veía al individuo sometido al poder y los deseos de unos estamentos sociopolíticos que lo anulan, haciendo que su personalidad se diluya en la masa. Y el segundo de tipo existencial: este pesimismo nace del hecho de que el hombre tiene que vivir una vida sin esperanza, cuyo sentido no entiende, y sometido también a unos poderes desconocidos que lo manejan a su antojo sin posibilidad de conectar con ellos. Han pasado muchos años y no parece, ¿no es así?, que el panorama haya cambiado mucho.
Así fue
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Obra 'El proceso'
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La representación Viernes 18 de agosto de 2023, Auditorio Parque Almansa de San Javier
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Calificación Correcta
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En 'El proceso', llevado a escena con un amplio y muy desigual reparto y apoyándose en la potente escenografía de Mónica Boromello, la iluminación de Paco Ariza, el elaborado vestuario de Anna Tusell, y la desasosegante música original de José María Sánchez-Verdú, asistimos a lo siguiente: «Una mañana dos funcionarios se presentan en la pensión donde vive el gerente bancario Josef K. para informarle de que se le acaba de abrir un procedimiento judicial cuya causa desconocen. Le comunican que debe presentarse de inmediato en los juzgados para aclarar su situación». Y a partir de ese momento, «la vida de K. se va a ver atrapada en un absurdo e interminable proceso que, como indica uno de los miembros del tribunal, incluye en sí la propia condena del acusado».
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Josef K. jamás sabrá de qué se le acusa, Josef K. se ve envuelto en un horror cotidiano que tiene forma de administración de Justicia, Josef K. intentará en vano entender su situación, buscar respuestas, solicitar, ay, justicia; Josef K. es un ciudadano ejemplar, Josef K. terminará siendo ejecutado. Y, para más 'inri', sintiéndose de algún modo culpable... Kafka convivió siempre con un sentimiento de culpa: por no haber respondido a las expectativas de su padre, por el sufrimiento causado a las mujeres que abandonaba... Considera que la vida de ser humano era, en gran medida, como una condena.
Tela de araña
En su puesta en escena de 'El proceso', Ernesto Caballero, lejos de ir tejiendo una sutil tela de araña que termine atrapando a su víctima, hasta darle muerte, dentro de una aparente normalidad que encierra, no obstante, un espanto creciente, un inesperado tornado de absurdo e impotencia que descoloca al máximo en mitad de un día a día en las calles que sigue su curso, lleva el peregrinaje de Josef K., en busca de una resolución a su caso, por territorios desquiciantes mostrados a través de escenas que, lejos de provocar incomprensión y cada vez más temor e indefensión, caen en lo irritante, el histerismo, el histrionismo en algunas interpretaciones, la ridiculez en alguna escena y la pérdida de un creciente, y necesario, y muy íntimo 'in crescendo' hacia la más absoluta y fatal desesperación.
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Ese desmoronamiento que todo lo aplasta y que sí que iba mostrando Carlos Hipólito con cada gesto y cada mirada, con cada brizna de humanidad que iba dejando, como una sombra que cobija a todas las víctimas de la (in)justicia, en el camino...
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