Dios te libre de un cuñado tóxico
Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier ·
Nathalie Poza y Pablo Derqui se ganaron una ovación general en el Parque Almansa con su choque dramático en 'Un tranvía llamado deseo'Líbrenos de los lobos que acechan a la gallina enfermiza para acorralarla hasta asestarle la dentellada fatal. De esa ferocidad sin gota de clemencia, tan ... extendida, tan capaz de minar una mente frágil y propensa al delirio. Si eres Blanche DuBois, una antigua maestra que pierde la plantación familiar, Belle Reve (traducido 'sueño hermoso', un símbolo de la decadencia sureña) y sufre la muerte de su joven esposo, con sendos golpes de desengaño y violencia, no vayas al enrarecido hogar de tu hermana Stella y su marido Stanley Kowalski, un rudo polaco que encarna las inseguridades de su origen inmigrante. Si eres la gallina que busca consuelo, no entres en el bosque. Huye del cuñado tóxico, hasta en la cena de Navidad.
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En este montaje de David Serrano ('Días de fútbol', 'Vota Juan', musicales como 'Hoy no me puedo levantar', 'Billy Elliot', 'Mamma mia', etc), sufres cada embestida que encaja Blanche en la actriz Nathalie Poza, dos premios Goya ('La boda de Rosa' y 'No sé decir adiós') entre otros galardones, en su colosal interpretación de esta mujer en naufragio, aferrada a la fantasía y las perlas, también al whisky, para evitar el colapso total. La actriz madrileña domina cada escena con su gesto contenido de mujer torturada, las pausas, la modulación de voz -un suave acento ¿gallego?- y el paso de la ligereza más caduca a los picos dramáticos en segundos.
Quieres ampararla y quieres que desaparezca al mismo tiempo, tal vez por miedo a la Blanche dolorida y neurótica que todos llevamos dentro en riesgo permanente de crecer. «No quiero realismo. ¡Quiero magia!», le dice a Mitch, su desvalido pretendiente, con capa de salvador que, sin embargo, no soporta la realidad y, como el sueño americano, termina como verdugo cuando a Blanche ya no le quedan pliegues en sus gasas para albergar expectativas. En su derrumbe, Nathalie Poza es la luz que despliega todo el magnetismo de la muñeca rota.
La crítica
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Obra: 'Un tranvía llamado deseo'
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Versión y dirección: David Serrano
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Intérpretes: Nathalie Poza, Pablo Derqui, Jorge Usón, María Vázquez, Carmen Barrante, Rómulo Assereto, Mario Alonso y Carlos Carracedo.
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Cuándo: Domingo, 3 de agosto. Auditorio Parque Almansa (San Javier Fest).
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Calificación: Sobresaliente.
La potencia de Pablo Derqui cierra un círculo alrededor de las dos fieras escénicas. Ya vimos en 'Calígula' (Festival de San Javier, 2017) su enorme rango expresivo, su fuerza en la palabra y el silencio, su capacidad de tensión. Esa rotundidad para provocar el conflicto y llevarlo donde quiere, fibroso y extremo, lo hacen temible. Kowalski es un maltratador acomplejado, un cabecilla con trazas de matón de bolera. No es Marlon Brando, ni el 'sex symbol' que creó Elia Kazan en la versión cinematográfica (1951) del texto de Tennessee Williams (premio Pulitzer por la obra en 1948). Por tanto, tampoco hay atracción sexual entre los cuñados. David Serrano ha enfatizado la rabia y el desprecio como hilo tirante entre los dos polos, enmarcados en una atmósfera pesadillesca y agobiante del cuarto compartido, donde siempre hay ojos que observan y juzgan, delatan y acechan. Son ellos dos, girando en una sola órbita de destrucción. Aporta el punto de ternura María Vázquez como Stella, la hermana, dividida entre los dos trenes descarrilando, la sangre y la pasión.
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La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda no ensucia tanto el ambiente como en el mítico filme que logró cuatro Óscar. Hay colorido almodovariano que delata la intensidad que se vive en ese interior, la calidez del sur y la decadencia de una arquitectura elitista, parcelada para ser ocupada por la inmigración obrera. Entre monos de trabajo manchados de grasa y camas plegables, el acertado vestuario de Ana Llena para una vaporosa Blanche acentúa su fragilidad y lo convierte en parte del guion. De fondo, Luis Miguel Cobo sumerge al espectador en un Nueva Orleans visible solo a través de estándares de jazz.
La violencia de género, la xenofobia, el edadismo, la salud mental, la frustración, la pobreza y el clasismo tensan el drama, que transcurre en escena con una fidelidad total al texto original. Todos ellos conflictos que permanecen tristemente en los telediarios casi un siglo después. Serrano ha sabido leer la actualidad plena de un clásico, del que no te ahorrarías ni un segundo de las casi dos horas y media de representación.
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