En escena. Lucía Campillo, en una imagen promocional de su espectáculo 'Un lucero'.
Bailaora y coreógrafa

Lucía Campillo: «Por poco doy a luz en el Auditorio Regional viendo bailar a mi compañero de vida»

«Hago lo que quiero, vivo como quiero, elijo lo que quiero, comparto lo que quiero; me considero una mujer libre»

Jueves, 1 de agosto 2024, 00:50

Lo escribió Edgar Allan Poe en 'Lucero vespertino': «Lucero orgulloso, / remoto, / glorioso, yo siempre tu brillo preferí; / pues mi alma jalea / la orgullosa tarea / que ... cumples de la noche a la mañana, / y admiro más, desde luego, / tu lejanísimo fuego / que esa otra luz, más fría, más cercana». Lucía Campillo (Murcia, 1987), bailaora y coreógrafa de trayectoria firme, siempre alentada por grandes figuras de la danza que han confiado en ella -empezando nada menos que por Antonio Gades-, es capaz de convertir esos versos, con su baile, en un tesoro. Comparte vida y sueños con el padre de sus dos hijos, Jesús Carmona (Badalona, 1985), bailaor y coreógrafo que hizo historia ganando el Premio Benois de la Danse 2021 a Mejor intérprete masculino -el equivalente al Oscar de la Danza que recibió en ¡el Bolshói de Moscú!-. Viven en Madrid, donde Carmona dirige el Ballet Español de la Comunidad madrileña por decisión acertada del murciano Mariano de Paco, consejero de Cultura, Turismo y Deporte del equipo que lidera Isabel Díaz Ayuso.

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-¿Qué no le falta?

-Yo tengo la suerte de tener muchísima ilusión, tanto en mi vida personal como profesional; vivo con la alegría y con la ilusión con las que recuerdo haber vivido de niña. La diferencia es que ahora trabajo muchísimo [ríe].

-¿Qué le caracteriza?

-La pasión. O me entrego o no me entrego, pero si me entrego voy a por todas [sonríe]. Eso de cumplir el expediente y ya está no va conmigo en ningún aspecto. Y ser apasionada requiere de mucho esfuerzo, ¡eh!, sobre todo cuando tienes muchas inquietudes. Yo no me he aburrido en mi vida, ni tampoco me recuerdo quieta mucho tiempo seguido.

En tragos cortos

  • Un sitio para tomar algo con amigos La Plaza de las Flores.

  • Una canción 'Dame la libertad', de Juan Peña 'El Lebrijano' y la Orquesta Andalusí de Tánger.

  • Un libro para el verano 'Reina del duende (la vida, los amores y el arte de una mujer apasionada: Pastora Imperio)', de María Estévez y Héctor Dona.

  • ¿Qué consejo daría? Vive la vida en paz y deja en paz a la gente.

  • Un aroma El de la piel de mi madre y de mis hijos.

  • Un viaje pendiente Quiero volver a México.

  • Una manía Dejar cuando salgo mi casa recogida.

  • ¿Le gustaría ser invisible? No.

  • Un héroe o heroína de ficción No tengo, pero le voy a decir alguien a quien siempre he admirado: Marisol/Pepa Flores.

  • Un baño ideal En Mil Palmeras y en Tarifa.

  • Un epitafio «Esto no acaba aquí, nos transformamos».

-¿Le regañaban?

-Pero si yo era una niña buena, responsable y obediente que, aunque siempre he tenido mucho carácter, no daba problemas, entre otras cosas porque me pasaba todo el día pegando zapatazos en mi habitación; bueno, pegando zapatazos, cogiendo la grabadora e imaginándome que estaba en un programa de radio, bailando, interpretando, cantando las canciones de Azúcar Moreno...; pero, sobre todo, bailando sin parar.

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-¿Soñaba con ser artista?

-Desde el minuto cero empecé a imaginarme actuando en un teatro, con el público aplaudiendo mi arte [risas]. Me bajaba a la calle, me subía encima de un banco y me imaginaba que era artista y que las piedras del parque eran personas. Celebraba mi cumpleaños en mi casa, y en cuanto llegaban mis amigos les decía: 'Sentaos que os voy a mostrar dodo lo que sé hacer'. Ay, los pobres, menos mal que me querían [ríe]. Siempre he necesitado compartir mis emociones, expresar lo que siento a través del baile y sentir que lo que tú haces conecta con otra gente.

-¿Nunca fue tímida?

-Ni tampoco vergonzosa; cuando algún profesor pedía voluntarios para salir a la pizarra, allá que iba yo. ¡No perdía ocasión de actuar ante mi público [ríe]!

-¿Líder?

-No me lo he planteado, yo disfruto mucho trabajando en equipo y escuchando a la gente que tengo a mi alrededor.

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-¿Testaruda?

-Cabezonería tengo para dar y regalar, no se me convence así porque sí, ni renuncio a mis sueños cuando surgen problemas, pero tampoco me empeño en no cambiar de criterio si me argumentan bien que estoy equivocada. Tampoco tengo yo ningún interés en ir de lista.

-El flamenco.

-Me apasiona por su visceralidad, por su emoción con mayúsculas, porque me permite ser salvaje, vulnerable o fuerte, sensible, porque me aporta felicidad, y razón de ser, y me obliga a ser muy exigente conmigo misma para no defraudar al público.

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-Jesús Carmona.

-Nos conocimos estando los dos en el Ballet Nacional [de España (BNE)], y no dejo de ser consciente de la suerte que tuvimos de que nuestros caminos se cruzasen. Llevamos ya 14 años juntos, ¡dos artistas temperamentales aguantándose ya 14 años! [Risas] Somos dos personas muy intensas que, desde que están juntas, han crecido mucho en lo personal y en lo artístico.

-¿Cómo empezó?

-No fue amor a primera vista, no, para nada, qué va. Fuimos compañeros, y el amor fue surgiendo poco a poco, de un modo muy natural, sin sobresaltos [ríe], sin locuras.

-Dos artistas.

-Nos admiramos mucho el uno el otro, nos gustamos por nuestras formas de ser y también por cómo entendemos y vivimos el arte. No hay celos entre nosotros, de verdad; ni artísticos, ni como pareja. Si yo fuese una mujer celosa lo llevaría claro, porque soy consciente de su valía, de su fuerza, de su atractivo...; los dos somos personas seguras de sí mismas y formamos un equipazo. Estamos juntos en todo y para todo. Ahora, calmarnos el uno al otro no es nuestro fuerte porque como somos los dos un puro nervio. Pero juntos estamos alegres y estamos en paz, y la vida es mucho más hermosa todavía con él. Que Jesús es el amor de mi vida lo tengo yo no claro, sino clarísimo.

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«Me di de baja del gimnasio y me enviaron un mensaje: 'Lucía, te echamos de menos'. Pues mira qué bien, porque yo a vosotros no [ríe]»

-¿De qué tiene la suerte?

-No conozco la envidia, me alegro con los éxitos de los demás y no caigo en el lamento fácil.

-Los hijos.

-Lo de ser padres nos lo pensamos los dos muy bien, porque teníamos claro que si teníamos hijos no era para ser unos padres ausentes. Y así ha sido, somos un padre y una madre criando los dos juntos a dos criaturas, organizando nuestras agendas y nuestros trabajos sabiendo que ambos tenemos la misma responsabilidad como padres, y teniendo claro que la prioridad es la crianza de nuestros hijos, Cayetano [5 años] y Roma [3 años].

El mejor momento

-¿Qué no conoce?

-La depresión, por suerte no la he vivido; he estado cerca de gente que la ha padecido y te das cuenta de lo terrible que es y de cómo te cambia la vida.

-¿De qué tiene la costumbre?

-Cuando llega la noche, antes de acostar a los niños les preguntamos siempre cuál ha sido el mejor momento del día para ellos. Nos escanta escuchar sus ocurrencias [ríe].

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-¿Se hace usted esa pregunta?

-Tendría muchas respuestas, porque es que yo disfruto mucho de todo, no necesito que me pase nada extraordinario. A mí me ves la cara cuando me como una marinera y parece que estoy en éxtasis [risas]. Valoro mucho las cosas sencillas que la vida te ofrece, no le pido imposibles.

-¿Y toda esa energía suya?

-Creo me viene de herencia de mi madre, aunque cuando me levanto a las siete de la mañana, después de un día duro y con otro día duro de trabajo por delante, me digo eso de '¡Dios mío, no puedo con mi vida!'. Pero enseguida me activo y empiezo a funcionar.

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-¿Una mujer libre?

-Sí, hago lo que quiero, vivo como quiero, elijo lo que quiero, comparto lo que quiero; me considero una mujer libre, y me preocupo de que mis hijos vayan creciendo también siendo conscientes de lo importante que es sentirte libre en esta vida, y también de la responsabilidad que implica serlo. Tanto su padre como yo somos dos enamorados de la libertad y respetamos absolutamente la forma de vivir que elige cada uno. Yo lo que deseo para mis hijos es que sean buenas personas y felices, y no veo ningún problema en que tengan una orientación sexual u otra, amen a quien quiera, se relacionen con personas de todas las ideas, religiones distintas y culturas diferentes, por muy diferentes que sean...

«A mí me ves la cara cuando me como una marinera y parece que estoy en éxtasis [risas]»

-¿Ha parado a alguien los pies?

-No he tenido necesidad hasta ahora, menos mal; nunca he sentido que me estaban poniendo en una situación incómoda; también tengo carácter, como le decía, y me muevo por la vida con el respeto por delante.

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-¿A qué ha terminado usted aprendiendo?

-A cocinar. Antes de ser madre, si cocinaba algo, sabía que la persona que se estaba metiendo la cuchara en la boca estaba pensando: 'Voy a tragarme esto para no hacerle el feo a la muchacha'. Pero desde que tenemos a los pequeños, le he cogido el gusto a los guisos de olla y a la cocina a fuego lento.

-¿Deportes?

-Ninguno, el deporte y yo no somos compatibles. Me di de baja del gimnasio y me enviaron un mensaje: 'Lucía, te echamos de menos'. Pues mira qué bien, porque yo a vosotros no [ríe]. En una ocasión me propuse salir a correr y me compré la ropa adecuada, una gorra, las zapatillas, una riñonera, que si para el móvil, que si para el agua...; no le cuento los metros que aguanté corriendo y se acabó porque no se lo va a creer.

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-Un viaje.

-Maravilloso, a Nueva York, por motivos profesionales. Justo antes de quedarme embarazada de Cayetano...; ya había tenido un aborto..., y aquella experiencia en Nueva York ne vino muy bien. No sé explicarlo, pero tomé conciencia de quién soy, y me sirvió mucho todo el trabajo que hicimos allí en torno al silencio, a la quietud, a la respiración. Regresé cambiada de aquel viaje.

-¿De qué no se olvida?

-La experiencia del aborto fue durísima... Es algo de lo que se habla muy poco, pero que te deja una huella para siempre. Estaba embarazada de muy pocas semanas, pero da igual el tiempo de embarazo que lleves. Esa sensación de que está creciendo algo dentro de ti, de que estás creando vida...; y ese vacío inmenso que se te queda. Es todo tan triste, tan triste...

-El parto de Roma.

-Jesús estaba actuando en el Auditorio [Víctor Villegas de Murcia] con su espectáculo 'El salto'. Yo estaba viendo la actuación embarazadísima, con mi madre al lado. En cuanto llegaron los aplausos, me llegaron a mí las contracciones. Y todos a correr. Ya por la mañana, desayunando con mi hermana en el centro de Murcia, me había dicho: 'Tienes cara de parir en cualquier momento'. También estaba viendo el espectáculo con nosotras el bailaor [Antonio Molina] 'El Choro', que es muy amigo de Jesús, y que estaba tan contento porque después nos íbamos a ir todos a cenar [risas]. Sí, sí, a cenar, por poco doy a luz en el Auditorio viendo a mi compañero de vida bailar.

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