Antonio Parra Sanz: «Acompañé a un amigo detective en algunos de sus servicios, pocos saben que también fui 'paparazzi'»
«Ser bueno no va de ganar, a veces va de intentar levantar la voz y que los demás vean las cosas que están mal»
Alberto Alcázar
Sábado, 16 de agosto 2025, 07:32
Resultó que al escritor Antonio Parra Sanz (Madrid, 1965) le «envenenaron». ¡¿Qué?! ¡¿Quién?! Fueron las historias del mítico detective Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán. ... A ambos homenajea el autor de origen madrileño y afincado en Cartagena con su personaje Sergio Gomes, al que pasea por las rotondas poco iluminadas de la trimilenaria en una nueva colección de relatos, 'Gomes y Cía' (M.A.R. Ediciones). «La novela policiaca nos permite meternos en rincones oscuros que en condiciones normales no pisaríamos. Eso tiene mucho que ver con la curiosidad sobre el mal que encierra el ser humano. Que mientras sea en sillón y yo no corra peligro...». Y se lo toma al pie de la letra: sus lugares para escribir son los «cafés, bares y cualquier sitio de la casa». Su personaje Gomes está aderezado, además, con la experiencia laboral camaleónica de su creador, que culminará en unos meses cuando se jubile como profesor de Lengua y Literatura, después más de veinticinco años en el Instituto Mediterráneo.
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Antonio Parra Sanz eleva el tono para que se le escuche por encima de la interminable caladora y el taladrante motopico de una obra estival en el edificio junto al café Teatro Romano. Hace saber, –casi lo vocifera– que el festival Cartagena Negra ha «calado incluso más fuera de la Región» que dentro, «una semana de encuentros con autores, mesas redondas, proyecciones y concursos», con lista de espera de autores interesados en participar. La undécima edición se celebrará del 8 al 13 de septiembre, en el Centro Ramón Alonso Luzzy.
–¿Se lee mucha novela negra?
–Sí, en Cartagena, en la Región de Murcia y en toda España. Lo que en el siglo XVII era la novela de caballería es ahora novela negra. Es un desafío, una evasión, pero también una muestra de la sociedad y el conflicto con el bien y el mar. Metes todo eso en un cóctel y te sale una novela que al lector le suele gustar bastante.
–¿Quién es Sergio Gomes?
–Gomes es un tipo ya casi cincuentón, detective privado por accidente porque se quedó sin trabajo y, bueno, no se le daba mal conducir y seguir a la gente. Así que encontró un hueco en la investigación privada. A partir de ahí, se ha ido haciendo como personaje, un tipo muy solitario que vivía en Madrid, se trasladó accidentalmente a Cartagena y ya se quedó a vivir. Es un solitario pero muy terco. Una mezcla entre los personajes Philip Marlowe [de Raymond Chandler] y Pepe Carvalho en cuanto al cinismo y la crítica social. Es un tipo al que le molesta mucho la injusticia. Muchísimo.
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En tragos cortos
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Un sitio para tomar algo El puerto de Cartagena.
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Una canción 'With or without you' ('Contigo o sin ti'), de U2.
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Un libro para el verano Cualquiera de la saga de Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva.
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¿Qué consejo daría? Huir de la hipocresía.
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Un aroma El jazmín.
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¿Con quién no cenaría jamás? Con alguien que incite a otro a matar a una persona.
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¿Quién dejó de caerle mal? Curiosamente, un político: Gabriel Rufián. Me caía regular y, últimamente, cada vez que le oigo en el Congreso, gana puntos.
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¿Le gustaría ser invisible? A veces sí.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Director de cine.
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¿Tiene enemigos? Sí, supongo que sí. Es inevitable.
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¿Qué es lo que más detesta? La falsedad.
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Un baño ideal Cualquiera que me pudiera dar en el Mediterráneo.
–¿Para qué le sirve el personaje?
–Me sirve para ejercitarme literariamente y quitarme el gusanillo de la novela negra, que lo tengo hace muchísimos años. Y luego, en el plano social lo utilizo para enumerar cosas que no están bien en el mundo más inmediato que nos rodea. Todo se reduce a lo que está bien y a lo que no lo está.
–La vejez es una de esas cuestiones.
–El tiempo es inclemente y pasa para todos. Yo voy cumpliendo años y Gomes también. En el primer relato de mi libro, 'Alcolea', hablo de cómo se va arrinconando a las personas que ya tienen sesenta y tantos años. Como si ya no fueran válidas, como si en el momento en que dejan de cotizar a la Seguridad Social, hubiera que volver a poner su cuentakilómetros a cero. Y eso no es así.
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–¿Lo confunden demasiado con su personaje?
–Es que el personaje sale de ti y convives con él mucho tiempo. Gomes tiene cosas mías, lógicamente, la cabezonería la compartimos. También el tema de las injusticias, es algo que llevo muy mal. Ver que alguien abusa de su posición para cometer una injusticia es algo que no me gusta. En eso sí nos parecemos. Después ya él es un inútil sentimental y yo, afortunadamente, tengo una mujer magnífica con la que llevo treinta años. Pero hay gente que me dice «hay frases de Gomes que son tuyas». Bueno, es inevitable.
–A este tipo de policías y detectives los han retratado siempre muy disfrutones.
–Sí, y yo soy más disfrutón que Gomes. A mí me gusta ir a sitios donde me den cosas ricas de comer y de beber, que estén bonitos, pasar buenos ratos con mi gente... Y, por supuesto, leyendo o viendo una película. La literatura y el cine son las dos cosas más gratificantes en mi vida.
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–¿Se ha ido ya de vacaciones o tiene viaje pendiente?
–Este verano he estado entre Cartagena y Málaga porque mi hijo está allí. Y ahora que me queda ya poca vida laboral estaré entre las dos ciudades. Soy profesor de Secundaria de Lengua y Literatura, pero ya me quedan meses para jubilarme.
«Gomes tiene cosas mías: compartimos la cabezonería y que llevemos muy mal las injusticias»
–Pero aún no ha cumplido la edad ordinaria de jubilación.
–Yo tengo esa opción porque empecé a trabajar con 18 años de otras cosas. Pero sí, llevo más de cuarenta dando el callo. Ahora escribiré más, leeré más y, sobre todo, viajaré más.
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–¿Cuáles han sido esos otros trabajos?
–Pues mira, empecé de botones en una empresa. Luego fui auxiliar administrativo. He trabajado en comunicación interna, haciendo la revista de la misma compañía también. El año que tuve que hacer el servicio militar mi empresa solo daba dos pagas extra, así que me tuve que seguir buscando la vida. Luego ayudé a un detective privado. Lo mucho o poco que pueda haber en las novelas de Gomes, como el seguimiento a un objetivo en coche, lo he hecho y lo he vivido. Tenía un amigo que era detective y le acompañaba en algunos servicios. Y durante tres meses, que esto lo sabe poca gente, fui 'paparazzi'. Que hacía lo mismo que con mi amigo detective, pero con una cámara.
–¿Algún encuentro especial?
–Uno con una persona muy muy ilustre que ahora está en la Zarzuela, pero eso es otra historia.
–¿Qué fue de su colega detective?
–Dejó la investigación privada, se compró una cámara y se convirtió en 'paparazzi'. Y sigue robando exclusivas.
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–¿Qué piensa de la fama?
–Que es engañosa. Es una trampa con la mandíbula muy poderosa y te puede enganchar e hipotecar tu vida. A mí no me obsesiona, a lo mejor porque uno va teniendo una edad y se da cuenta de que no sirve para nada porque, al final, no estaremos aquí. Y yo, cuando no esté aquí, quiero que la gente me recuerde por haber sido una buena persona, no por haber escrito mejor o peor.
Del interior al puerto
–Igual que Gomes, se mudó de Madrid a Cartagena.
–Yo soy de Madrid y viví allí hasta el año 93. Ahora ya llevo más tiempo viviendo en Cartagena. Pero mi impronta madrileña la tengo, y todas estas andanzas que viví en la capital me vienen muy bien porque ahora las incorporo a las novelas del detective.
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–¿Cómo acabó en la ciudad?
–Por mi mujer. Y nos conocimos en Madrid, casualmente. Yo trabajaba en una empresa de informática y me pilló la crisis del sector en los noventa y un ERE. Terminé la carrera de Filología y me preparé las oposiciones en Cartagena. Y las aprobé.
–¿Se vive mejor que en la capital?
–Sí. Es cierto que echo de menos Madrid, pero solo algunas cosas. Tardar una hora para ir a cualquier sitio, no. El mar, que procuro verlo siempre que puedo, no lo tenía en Madrid. La posibilidad de quedar con cualquier amigo sin haberte llamado...
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«Cuando fui fotógrafo, tuve un encuentro con una persona muy ilustre que ahora está en la Zarzuela»
–También escribe en 'Ababol' de LA VERDAD críticas literarias. ¿Se lleva bien la faceta de escritor con la de crítico?
–Voy a tirarme piedras a mi tejado, pero la crítica es más fácil de lo que la gente pueda pensar. Lees un libro y estableces unos cánones de calidad literaria, que siempre son objetivos. Pero luego lo demás es subjetivo: que te guste, que te llegue más, la psicología de los personajes... Intento evaluar todo eso cuando leo un libro y procuro hacer una reseña si tengo algo bueno que aportar. Hacer una reseña destructiva porque sí no es algo que me guste. En general, procuro ser ecuánime y contar lo que me ha parecido el libro: las virtudes y los defectos. Si son muchos defectos, ese libro no lo señalaré. La verdad es que he escrito críticas durante casi 20 años.
–Cuando no le gusta un libro, ¿lo acaba o lo abandona?
–Suelo terminarlos, aunque últimamente he dejado alguno que otro. Si en la página cuarenta no transmiten nada, es mejor dejarlo. Ni en tres o cuatro vidas podríamos leer todos los libros que hay y que merecen la pena ser leídos. Y luego siempre uno se deja títulos importantes porque se le escapan. Por eso es importante compartirlos con otros lectores y escuchar recomendaciones. No solo las listas de los más leídos, sino las de los lectores. Esa comunicación con la lectura es de las cosas más ricas que hay.
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–¿Cuál es su sueño?
–Llegar a más lectores. Llegar a todos los lectores que pudiera. Esta gente que dice que escribe para sí, que los tiene en un cajón... Creo que es una pose. Uno escribe porque lo que escribe quiere dárselo al mundo. Y hacer cine. Siempre lo he dicho: si algún día me tocara La Primitiva, me puliría todo lo que pudiera en hacer una película.
–¿Alguna historia en mente?
–No, en principio no. Adapté una novela del autor cartagenero Leo Segado, que ya no está. Pero cuando digo hacer cine no me refiero a dirigir. Yo estaría como productor, que pondría el dinero y sería un productor 'coñazo'. ¡No me aguantarían ni los directores ni los guionistas [ríe]! Pero me gustaría estar en una película, lo que es estar.
Interrogatorio
–¿Cuentas pendientes?
–Sí. No sé si me dará tiempo a saldarlas. Pero alguna hay.
–¿De quién sospecha?
–Sospecho del hipócrita, del que no va de frente. No sé nunca por dónde va salir. Prefiero siempre a una persona que venga de cara aunque venga en contra.
–¿De qué se acusa?
–De ser egoísta muchas veces. A lo mejor de no darle a los míos todo lo que se merecían, aunque lo haya intentado. Y de cabezota, sí, sobre todo de cabezota.
–¿Ha observado algo extraño últimamente?
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–Es abrir un periódico y salen cosas extrañas. Terremotos, apagones, operaciones de corrupción en los gobiernos en los que no pasa nada. Un genocidio en Gaza que no sé como el mundo sigue permitiendo... Todo eso son cosas extrañas.
–¿Hay mucha maldad en España?
–Sí. Y como se ha visto en los últimos meses, todavía más, una maldad gratuita. Que haya gente que incite a otros a ir a un lugar a perseguir a personas porque son de otro origen, me parece de una crueldad extrema. Incitar a alguien a matar a otro porque no es como él es peligrosísimo y está pasando en España. Es mi país y me duele mucho. Espero que el sentido común triunfe y ponga a cada uno en su sitio.
–Eso daría para una novela.
–Por desgracia daría para una serie. A mí me preocupa ver a gente enarbolando temas del pasado que no conoce y que no saben lo que significaron. Sobre todo porque esa gente no conoce ni vivió nada de lo que ahora presume, pero están manipulados por ciertos intereses, que los quieren en la trinchera para que den la cara por ellos. Lo de siempre: quien sale beneficiado está en la retaguardia y manda por delante a la gente que menos cultura tiene, a lo mejor, porque no leen.
–¿Siempre ganan los buenos?
–A la vista está que no. El bueno no va de ganar, a veces va de intentar levantar la voz y que los demás vean las cosas que están mal. Esa es la victoria.
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