«Es un milagro diario mirarnos al espejo y reconocernos»
Director del Instituto de Neurociencias de Alicante
ANTONIO ARCO
Domingo, 14 de agosto 2016, 07:56
Hay algunas frases, que anidan en 'Océano Mar', de Alessandro Baricco, que le gustan especialmente a Salvador Martínez (Abengibre, Albacete, 1961), prestigioso director del Instituto de Neurociencias de Alicante, dependiente de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Una es: «El destino no es una cadena, sino un vuelo, y bastaría con que tuvieras ganas de vivir verdaderamente para hacerlo». Otra más: «Lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. Y alguien -un padre, un amor, alguien- capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río -imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente, con la ligereza de una sola palabra, adiós. Eso, en verdad, sería maravilloso».
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-¿Un sitio para tomar una cerveza?
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-Cafetería Ítaca, en Murcia.
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-¿Qué música le suena en el teléfono móvil?
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-'Los miserables' (BSO).
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3
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-Un libro para el verano.
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-'Para que no me olvides', de Marcela Serrano.
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4
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-¿Qué consejo daría?
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-Haz cosas buenas.
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5
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-¿Facebook o Twitter?
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-Facebook.
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6
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-¿Le gustaría ser invisible?
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-No.
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-¿Un héroe o heroína de ficción?
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-Frankenstein.
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8
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-Un epitafio.
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-«Que la tierra te sea leve».
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9
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-¿Qué le gustaría ser de mayor?
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-Pintor.
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-¿Tiene enemigos?
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-Espero que no.
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-¿Lo que más detesta?
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-La insensibilidad.
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12
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-¿Lo peor del verano?
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-La gente viendo la televisión.
-¿A veces qué se imagina?
-Que me voy a vivir a otro lugar, lejos de aquí, a reinventarme de nuevo. Cuando lo pienso, compruebo que no me da miedo la idea y que llego al convencimiento de que si lo hiciese no ocurriría ninguna catástrofe, pero al final no lo hago.
-¿A qué lugar?
-A una sociedad menos estereotipada que la nuestra; a un lugar en el que el saber sea un valor. Creo que yo no estaría nada mal integrándome en la sencilla sociedad rural japonesa, por ejemplo. Tampoco me importaría volver a empezar en Estados Unidos.
-¿Por qué en Estados Unidos?
-Viví dos años y medio en San Francisco, y la experiencia estuvo muy bien. Es un país que te ofrece muchas posibilidades de desarrollo personal. Puedes hacer lo que te dé la gana, siempre que cumplas una serie de reglas cívicas que allí están muy claras. Y me gusta que, en Estados Unidos, al que hace cosas en favor de la comunidad, la comunidad se lo agradece. Me parece justo: la sociedad hace cosas por ti y tú luego tienes que rendirle cuentas. Tú no eres lo que eres porque sí, porque te lo mereces todo y porque eres el más guapo. No, no, hay una sociedad que te da oportunidades.
-¿Cómo vive usted?
-Vivo casi como quiero, hago al 50% lo que me da la gana y, profesionalmente, estoy satisfecho. Lo que necesito, y no tengo, es más tiempo para mí, para desarrollar inquietudes que llevo dentro, para descubrirme más a mí mismo.
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-¿A qué inquietudes se refiere?
-Al arte, por ejemplo. Yo soy un pintor frustrado que estudió Medicina; por eso me vinculé rápidamente a la anatomía y al cerebro. Me interesa mucho la creatividad. Sé que en mí hay unas propiedades que no estoy explotando, pero no tengo superpoderes para abarcarlo todo [risas].
-¿De qué está seguro?
-No existe el Diablo.
-¿Cómo era de niño?
-Muy lerdo, gordito, no hacía bien ningún deporte y tampoco jugaba bien a las canicas, así es que no era líder en nada y todo lo enfocaba a lograr ser el primero de la clase. Me espabilé de verdad en el bachiller, con profesores jóvenes, con un enorme entusiasmo, que me ilustraron y me convencieron de que el que sabe más es más feliz. El conocimiento es un camino a la felicidad. Dejé de ser un lerdo y un gordo y me convertí en un estudiante de bachillerato muy brillante. Yo soy de un pueblecito muy pequeño de Albacete. Quería ir a Valencia a estudiar Bellas Artes, pero si lo hacía perdía parte de mi beca salario porque me marchaba fuera de mi distrito universitario, que era Murcia. Un día, el autobús en el que viajaba desde Albacete paró en Espinardo, donde vi un cartel que ponía Universidad. Me bajé, me encontré con el edificio de la Facultad de Medicina, me puse en una cola y me matriculé. Y no me arrepiento.
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-¿Qué le gustaría?
-No dejar de ser positivista, no perder la esperanza. Cuando doy una conferencia sobre la evolución del cerebro, cito al 'homo habilis', cuyo cerebro empezó a crecer de forma exponencial al empezar a manipular su entorno y a manejar herramientas. Y si el 'homo habilis', con un hacha de piedra, logró lo que lo logró, ¿qué no seremos nosotros capaces de llegar a hacer con un iPad, con un iPhone...? Mi esperanza es que haremos cosas positivas.
-¿Qué le alarma?
-Hemos llegado al gran plató: vivimos con un permanente y estúpido ruido de fondo. La gente pone la televisión para que le haga compañía, qué cosa tan triste. Llegan a casa y le dicen: «Ya estoy en casa contigo, mi amor». La enchufan y se pasan horas y horas delante de ella. Tengo muy poca fe en esta sociedad, no creo que vaya a llegar a ningún sitio. En España, cuando se trata de negociar algo, lo primero que pones encima de la mesa es lo que te disgusta del otro, lo malo del otro. ¿Cómo vamos a llegar a ningún acuerdo, si lo primero que hacemos es cabrear al otro? Todo son debates sin sentido que no construyen nada positivo. Lo que escuchamos en la televisión son ladridos, ladridos que lo van impregnando todo.
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-¿Qué más?
-Otra cosa lamentable: cuando hay que repartirse un pastel, lo primero que hacemos es intentar llevárnoslo enterito. Si solo dependiera de nosotros, el pastel no se repartiría.
-¿Qué tiene claro?
-El error es el motor de la creatividad, y el que no se expone a equivocarse no va a conseguir nada importante en la vida. No hay que tenerle miedo al fracaso, porque ese miedo acaba amputando toda nuestra creatividad y nuestros impulsos.
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-¿Qué le resulta chocante?
-Esa gente que dice, por ejemplo: «A mí déjame de política». Vaya, te desapuntas pero después te sientes concernido. Queremos ser actores de una representación de la que nos hemos desapuntado, de entrada, porque no queremos ni esforzarnos, ni exponernos a un fracaso, ni que nos vean.
-De usted, ¿qué no le gusta?
-Mientras que en el trabajo me esfuerzo enormemente para que todo esté bien y controlado, en mis relaciones personales improviso demasiado, y creo que eso es malo. Hay que evitar improvisar, lo mejor es predecir lo que te puede pasar y buscar la mejor solución lo antes posible.
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-¿Qué no le falta?
-Tengo la gran suerte de ser sensible a lo bello y a la bondad. Cuando respiro el aire que entra fresco a los pulmones, cuando sé que estoy haciendo el bien, cuando contemplo un cuadro hermoso... soy consciente de ello y me siento muy feliz.
-¿Qué reconoce?
-Que hay veces que leyendo me pongo tan ansioso que tengo palpitaciones. Cuando aprendo, me emociono, y hay reflexiones que me hacen llorar cuando las leo. La gente que me conoce y me ha visto leer, me ha visto llorar. Sé que hay tanta sabiduría en los libros y en el arte, que me emociono y me siento minúsculo.
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-¿Hay Más Allá?
-No, somos una casualidad cósmica, y toda casualidad cósmica es perecedera.
-¿Y a tomar por saco?
-Bueno, sí, a tomar por saco. ¿Y qué más da? Pensar en algo que dure para siempre da pavor.
-¿Qué es fundamental?
-Mire, todos los días, por el hecho de conocer la complejidad del cerebro, tengo un momento muy feliz: el momento en que me miro al espejo y me reconozco, porque el día que eso no ocurra se habrá acabado todo. Creo que es un milagro diario mirarnos al espejo y reconocernos, que nos despertemos y sigamos siendo el mismo que cuando nos dormimos. La falta de memoria es la muerte.
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-¿Qué le da un poco igual?
-Que me quieran o no.
-¿Y miedo?
-La ignorancia me da mucho miedo. No hay nada peor que un ignorante con iniciativa. Y, por desgracia, hoy la mayor parte de nuestros políticos son ignorantes con iniciativa. ¡Así nos va! La ignorancia lleva a hacer disparates sin plantearse las consecuencias. Vivimos en un país de improvisaciones, en el que no se tienen en cuenta las consecuencias. Se hacen las cosas y ya se verá después lo que pasa. Así vamos, con aeropuertos cerrados antes de abrirse [el Aeropuerto Internacional Región de Murcia (AIRM)] y con mares contaminados [el Mar Menor], porque hemos hecho cosas sin haber previsto sus consecuencias. Yo me fui de Murcia y dejé un proyecto [el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB)] porque no había proyecto, porque no había una hoja de ruta. No puedes estar improvisando cuando se trata de decisiones fundamentales. No se puede estar pendiente de la decisión que el primer iluminado de turno va a tomar en función de si se levanta de buen o de mal humor. Hicimos un buen trabajo durante los dos años de mi contrato y me marché.
-¿De qué está seguro?
-Mi padre era pobre de solemnidad. Estoy seguro de lo importante que es garantizar la igualdad de oportunidades. Yo he podido estudiar gracias a las becas.
-¿Qué hace cuando ya no puede más?
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-Cuando no puedo más y tengo que resetearme, hago algo que no suele fallar: me voy a un rincón y me pongo en cuclillas durante cinco o diez minutos. Es una postura que disminuye mucho el gasto cardiaco y que te relaja. Tiene un punto animal pero da muy buen resultado.
-¿Qué le viene bien a nuestro cerebro?
-No ver la tele, salvo documentales y películas. Y experimentar, como mínimo, una hora de emoción al día. La emoción es fundamental para el cerebro. Emociónese hasta el llanto, no tema que se le pongan los pelos de punta de la emoción.
-¿Dónde se siente feliz?
-Caminando por París; bañándome al atardecer en la Cala de la Mula, donde te das cuenta de que en algún momento el hombre será consciente de que es más importante la naturaleza que él; o durante una de esas comidas opíparas maravillosas con amigos que no tienen fin y que acaban entre gin-tonics y grandes planes para cambiar el mundo [risas].
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