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Enrique Nieto, fotografiado en su casa de Murcia.

«No somos más importantes que un perro»

arquitecto

Antonio Arco

Viernes, 22 de julio 2016, 22:28

Dice Enrique Nieto (Palma de Mallorca, 1967): «No somos más importantes que un perro». Arquitecto y profesor de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Alicante, vivió 15 años en Cartagena, los que duró el destino de su padre marino allí, y reside en Murcia desde 1997, tras dejar Siena junto a su mujer para que el primer hijo que esperaban naciese y se criase aquí.

  • 1

  • ¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • La Plaza Mayor, en Madrid.

  • 2

  • ¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • Ninguna.

  • 3

  • Un libro para el verano.

  • 'Hurra', de Ben Brooks.

  • 4

  • ¿Qué consejo daría?

  • Párese y respire.

  • 5

  • ¿Facebook o Twitter?

  • Nada.

  • 6

  • ¿Le gustaría ser invisible?

  • Sí, sí, pagaría por ello.

  • 7

  • ¿Un héroe o heroína de ficción?

  • Mrs. Dalloway [Un personaje literario de Virginia Woolf].

  • 8

  • Un epitafio.

  • «Perdone que no me levante».

  • 9

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • Músico.

  • 10

  • ¿Tiene enemigos?

  • Sí.

  • 11

  • ¿Lo que más detesta?

  • La falta de criterio.

  • 12

  • ¿Lo peor del verano?

  • El calor.

¿Qué descubrió?

Un buen día, de repente, que mi hijo había dejado de ser un niño para convertirse en uno más de tus rivales en el campo de batalla. Fui a besar a un niño y me encontré con alguien que calzaba un 45 de pie. Me impactó.

¿Vio fantasmas?

¿Se le puede llamar ver un fantasma a contemplar claramente una mano y su brazo sujetando una puerta, algo que yo vi perfectamente, un sábado de madrugada, estando solo completamente en la vieja casa de Blanca transformada en el EDOM (Espacio Doméstico)? [El EDOM es un centro de arte especializado en el videoarte cuya puesta en marcha se distinguió por el excelente trabajo realizado por Nieto, en colaboración con Pedro Alberto Cruz.] Y no fue la única vez que presencié allí cosas muy extrañas, como la aparición de un gato negro moviéndose libremente por allí. Obviamente, estaba claro que no era un gato de carne y hueso. La casa estaba cerrada por completo. La revisé de arriba abajo. El que fue dueño de la casa, Pepe, un ser muy extraño que vivió siempre muy atormentado, encerrado en ella y sin comunicarse con nadie, tan solo con tres monjas del pueblo, por lo visto tenía gatos. Hay vecinos de Blanca que la llaman la casa de Drácula.

¿Cree en ellos, entonces?

No, los fantasmas me interesan y me divierten mucho, pero no creo en ellos. Si me interesa tanto lo paranormal es porque me permite conectar con mi lado menos racional y previsible. Lo paranormal me abre a otros mundos que te exigen tener la mente muy abierta, y eso me gusta. Además, prefiero hablar con alguien de un encuentro extraterrestre que asegura haber tenido que hacerlo de fútbol. Me han contado experiencias alucinantes.

¿Y el miedo?

No es uno de mis problemas. Nunca le he temido a la oscuridad, por ejemplo.

¿Se lo tiene a algo?

Creo que no hay nada que pueda dejarme aterrado, no me quedo paralizado fácilmente, no soy fácil de impresionar. Sí es cierto que hay algo que para mí es un gran interrogante: ¿cómo reaccionaría si a mis hijos les pasase algo? Es lo único que creo que no puedo predecir.

¿Soportaría cualquier otra cosa?

Creo que podría soportar cualquier otra cosa, sí. No sé, quedarme tetrapléjico o enfrentarme a un cáncer.

¿Hay un Más Allá?

Pienso que no. Además, yo no necesito para nada que lo haya.

¿Qué no hace?

Pensar en el futuro. Siempre me ha costado mucho trabajo planificar mi vida, así es que intento no perder el tiempo haciéndolo. Apenas pienso en el mañana.

¿Qué haría si pudiese?

Volverme invisible, poder verlo todo sin ser yo visto. Haría realidad algo con lo que sueño despierto, porque durmiendo no sueño. Bueno, o no sueño o jamás me acuerdo de los sueños. Yo me despierto con la mente despejada.

¿Qué es un incordio?

A veces, algo que me pasa sin que pueda evitarlo: cuando llegan las nueve de la noche, se me acaba la batería y me fundo. Lo que necesito entonces es dormir un poco para volver otra vez a la vida hasta las doce o la una de la madrugada.

¿Qué ha deseado mucho?

Creo que nada. He ido cogiendo lo que la vida me ha ido poniendo delante. Nunca he querido ser esto o lo otro. Lo que sí hago es ilusionarme mucho con las cosas en las que me involucro.

¿Qué recuerda de su infancia?

Que el mundo para mí era algo peligroso. Me parece que mi infancia no fue muy feliz; lo intuyo, no lo afirmo, porque apenas guardo recuerdos de ese tiempo. Pero sé que percibía el mundo como un territorio hostil.

¿Qué sigue siendo?

Sigo siendo muy tímido. Cada día me mentalizo, para poder salir a la calle, de que tengo que relacionarme con los demás. Yo estaría muy bien en una isla desierta.

¿Le gusta estar solo?

Mi mujer siempre me recrimina que no echo de menos a los niños [tienen 17 y 20 años], ni a nadie, cuando viajo al extranjero.

¿Y tiene razón?

Sí, la tiene. Pero también es cierto que sé que están bien.

¿No necesita a sus hijos cerca?

No es obligatorio que estén cerca de mí, no; lo principal, ya le digo, es que estén bien. Si se fuesen a vivir a Estados Unidos, por ejemplo, yo podría incluso no volver a verles y no habría ningún problema. Insisto, que estén bien es lo importante.

¿Tiene certezas?

Apenas. Todo me interesa como asunto de debate. No hay nada sobre lo que no tenga la menor duda. ¿Alguna certeza? Me gusta mucho leer, lo necesito. Pero no estoy muy seguro de que eso sea positivo, a veces pienso que leer tanto no es algo ajeno a la cobardía. Tú, con tus libros; y ahí fuera, el mundo con sus problemas.

¿Qué puede decirme sobre el amor?

Que amar a un gato es lo mismo que amar a una persona. Cuando me relaciono con los gatos [los suyos se llaman 'Hello' y 'Kitty'], no encuentro mucha diferencia a cuando, por ejemplo, me relaciono con mis hijos.

¿Vegetariano?

Tengo tendencia a serlo, pero si voy a casa de alguien y me sirven carne, me la como. No me gusta causar problemas. Me adapto.

¿Qué es un gran escándalo?

Hoy, la crisis de los refugiados, que ha dado lugar al mayor fracaso de Europa, a la que no me voy a creer nunca más. Es lamentable que nos preocupe mucho más el tema del 'Brexit' que el de los refugiados.

¿Qué se ha convertido para usted en adictivo?

Tener rutinas como la de practicar deportes de fondo: salir a correr y nadar.

¿Solo y en silencio?

Sí.

¿Lo peor es el aburrimiento?

No, lo peor es la ansiedad, que te hace sufrir mucho. El aburrimiento puede ser muy creativo.

¿Somos los humanos los reyes de la Creación?

Somos unos habitantes más de la Tierra. Esa idea del ser humano como lo más importante de la Creación que ha aportado el Génesis ha sido nefasta, como también lo ha sido la de la consagración del hombre vitruviano. Ambas nos han dañado mucho, porque el creernos el centro de todo nos ha hecho despreciar todo lo demás.

¿No somos más importantes que un mosquito?

Racionalmente le diría que no, pero emocionalmente me costaría decirle también que no. Otra cosa sería si hablásemos de mamíferos.

¿No somos más importantes que un perro?

No, no creo que seamos más importantes que un perro.

¿Qué no hace?

Racionalizar los momentos de colapso. Cuando tomo un disgusto muy grande no me gusta hablar de ello, me gusta salir a correr y esperar a que se me pase el disgusto.

¿A qué tipo de gente encerraría en el desván?

A nadie. Pero a los canallas y a los sinvergüenzas hay que quitarles el poder. Hay gente a la que no hay que darle ningún altavoz. Yo no me voy a sentar en la misma mesa en la que estén sentadas una serie de personas, eso lo tengo claro.

¿Por qué daría su reino?

Regreso a mis hijos: por su salud.

¿De qué viaje no se olvida?

Del primero que hice a Nueva York. Estando volando de regreso me juré que ya no volvería a viajar a ningún otro lugar. Ahorraría una y otra vez para volver a Nueva York una y otra vez. «Yo ya no quiero estar en más sitios», pensé.

¿Enamoradizo?

Sí, pero no solo de mujeres, sino en general. Me enamoro de personas, de cosas, de situaciones... Me engancho.

¿Qué lugar le resultó extraño?

Tokio. Allí tuve la sensación de estar totalmente fuera de juego, desorientado por completo. Ves una puerta, piensas que da acceso a un burdel y no es así, da acceso a una biblioteca. Así todo el rato.

¿Qué procura?

Que no haya nada que me saque de mis casillas. Trabajo mucho para conseguirlo. Puedo alterarme y ponerme muy violento, y eso no me gusta nada. Lo que me gusta cada vez más es el estoicismo.

¿Qué le pareció un mal sueño?

Invertí mucho dinero y energía en un proyecto arquitectónico muy interesante que se fue al traste. De haber salido bien, habría cambiado mi vida. También la crisis me atrapó a mí.

¿Qué no hace usted todo lo que debería?

Dar las gracias. Y es por culpa de que soy muy lento. Si salgo de ver una película y me preguntan que si me ha gustado, respondo: «Pregúntamelo la semana que viene». Cuando me doy cuenta de que tengo que dar las gracias, resulta que ya se ha pasado el momento.

¿Qué nos pasa?

Que tenemos mucha más información de la que podemos procesar. Sabemos tanto que se hace muy difícil tener que dar tantas respuestas. El conocimiento nos hace culpables, sabemos tanto que ya no podemos no serlo. Es cierto que hemos cambiado el 'pienso, luego existo' por el 'nos hacen pensar'. Hoy en día ya no es que pensemos porque seamos seres racionales, sino porque nos hacen que estemos obligados a pensar constantemente.

¿Qué ha descubierto?

Que las películas cursis, que nunca me habían interesado absolutamente nada, me pueden llegar a emocionar muchísimo. Pero tienen que ser muy, muy cursis.

¿Qué le gusta observar?

Lo performativa que es la realidad. Uno va construyendo aquello que piensa y aquello que dice. Por ejemplo, la gente que pone delante de sí como un cristal de pesimismo, acaba eligiendo las situaciones que le van a conducir a ratificar ese pesimismo. Procuran darse la razón a sí mismas. Quieren ser pesimistas a toda costa.

¿Qué no es para usted un problema?

De momento, el paso del tiempo. Yo me encuentro muy bien y, por ejemplo, cuando corro pienso en que voy a poder mejorar mis tiempos y no en que ya no tengo 20 años. Intelectualmente, tampoco lo noto; sigo disfrutando de una enorme curiosidad por saber.

¿Qué don tiene usted?

El de conservar la calma en momentos en los que los demás se ponen de los nervios.

¿Quién debe gobernar España?

Al final, las decisiones las tomamos con los estómagos. Creo que la izquierda se ha equivocado. Debería haber metido la cabeza en el Gobierno, tras las elecciones del pasado 20 de diciembre, y todo lo demás se hubiera podido pactar, incluido el referéndum catalán. Cometió un error garrafal.

¿Y?

Ahora ya no hay nada que hacer, salvo una oposición lo más digna posible. Se les pasó su oportunidad. Ahora toca ser dignos y asumir la derrota.

¿Qué pide a los gobernantes?

A la gente que asume responsabilidades públicas hay que pedirles que le echen huevos. En puestos de responsabilidades sobran los tibios. Más echarle huevos y menos tibiezas.

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