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Sor Fátima de Jesús, en el Coro del monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de Lorca. Santa.

«¿Yo especial? Le digo a Dios: '¡Señor, ponte gafas!'»

Sor Fátima de Jesús. Novicia clarisa del convento de Santa Ana y Santa María Magdalena de Lorca

Antonio Arco

Martes, 1 de septiembre 2015, 11:38

Dice: «Es verdad que solo Dios basta». Y le cruza la cara una sonrisa que ilumina la noche. Cuando se ríe, da la impresión de que el silencio calla. Sor Fátima de Jesús, lorquina, novicia clarisa del monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de Lorca.

  • 1

  • -¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -Aquí, con mis hermanas.

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -No tengo móvil.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -Alguno de Fernando Rielo.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Haz las cosas con amor.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -No tengo.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -No.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -No tengo.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -«La muerte no es el final».

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -Monja de clausura.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -¿Yo?

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -El egoísmo hace mucho daño.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -El calor.

-¿Cómo aguanta el calor en el convento?

-Ay, qué buen invento los abanicos. Y qué bien viene recordar que sudar libera toxinas. Y, por supuesto, pensando que se pasará. [Risas.]

-¿Qué ha sido una suerte?

-Mi familia. Yo soy la pequeña de cinco hermanos y siempre he sido muy feliz en mi casa. Se lo dije a mi madre: «Mamá, nunca me ha faltado cariño con todo lo que habéis tenido que repartirlo papá y tú».

-¿Qué le ha gustado siempre?

-Estudiar mucho, y gracias a Dios me iban muy bien los estudios.

-¿Siempre ha sido curiosa?

-Pregunto mucho, me gusta saber el porqué de las cosas, razonar, entender, conocer los verdaderos significados de los acontecimientos y no quedarme en las apariencias.

-¿Qué agradece?

-Mis padres me apuntaron de pequeña al Conservatorio, donde me he formado durante once años, y lo agradezco porque la música ayuda mucho al desarrollo de la mente. Me costaba muchísimo esfuerzo porque yo no tengo oído, que se necesita mucho, sobre todo para tocar el violín, que es mi instrumento. Lo pasaba mal a veces, pero siempre que uno se esfuerza consigue las cosas; o casi siempre.

-¿Qué no tiene?

-¡El don de la música!

-¿Y qué dones sí le acompañan?

-El de la alegría; me gusta siempre ver la parte positiva de las cosas; y el de ser una persona muy cariñosa, que desde luego es un don.

-¿Fuerte?

-Entre fuerte y muy sensible. Ahí me muevo.

-¿Con qué disfrutaba mucho?

-Con el deporte. El atletismo y la natación me encantaba practicarlos, y también el baloncesto. Cuando no había todavía equipos de baloncesto de chicas, yo jugaba con los chicos. A mi madre no le hacía mucha gracia, pero a mí me encantaba. [Risas.] Y cuando empezaron los equipos de chicas, a mí ya me faltaba tiempo con los estudios y la música.

-¿Cómo llegó hasta aquí?

-Mi familia es muy cristiana y mis padres son muy amigos de esta comunidad de monjas. Yo siempre he vivido mi fe con mucho entusiasmo y mucha naturalidad. Con once años, estando orando un día en la Iglesia del Carmen, sentí que el Señor me llamaba en la vida a algo distinto a casarme y tener una familia. En ese momento, las opciones que yo conocía eran dos: monja o misionera. Le pedí al Señor que me aclarase, ¡de hoy para mañana!, qué para cuál de las dos cosas me llamaba. Pero no había respuesta. Así es que yo, pensando en que me gustan mucho los niños y la enseñanza, decidí que sería misionera.

-¿Y entonces?

-Con 13 años le dije a mi padre que quería irme a las misiones ya para tener una experiencia, y mi padre me propuso que tuviese una experiencia de convivencia aquí, con las monjas clarisas. Y eso hice. Cuando salí de la experiencia en el convento, estaba más liada de lo que había entrado, porque me impactó la dedicación de las monjas a Dios, y la alegría y la sencillez con la que vivían. Fue pasando el tiempo, y sentía que mi vocación era la de monja contemplativa, que era para eso para lo que estaba siendo llamada.

-Pero...

-... pero hasta los 17 años no te puedes quedar aquí. Y, por otro lado, a mí me gusta terminar las cosas que empiezo y no dejarlas a medias. Así es que terminé Bachiller y saqué la Selectividad con buenas notas, y me vine al convento para quedarme para siempre. Y aquí estamos, dando guerra.

-¿Qué le dijeron sus amigas?

-Unas: «¿Pero tú no decías que ibas a ser profesora de Matemáticas?». Otra, la que de todas piensa de modo más distinto a mí, me apoyó muchísimo y, de hecho, es la que más viene a verme al convento. Yo respeto mucho las creencias de los demás, y siempre he tenido amigas con diferentes formas de pensar.

-¿No tiene dudas de que este sea su camino?

-No. Yo no huyo de nada, ni huyo de mí misma, ni tengo problemas de relación con los demás; al contrario, creo que también tengo don de gentes. Además, siempre me ha gustado ver los frutos de los esfuerzos que hago, y sin embargo el Señor me ha llevado a un camino en el que no los voy a ver. Tengo fe en que los frutos de la oración, Él los repartirá. Yo los dejo en sus manos. Rezo desde aquí por gente que está sufriendo muy lejos, porque la oración llega a todos los lugares.

-¿Qué es importante para vivir?

-Saber cuál es tu vocación y poder realizarte haciendo aquello para lo que crees que puedes ser más útil y ser más feliz. Elijas el trabajo que elijas, hazlo bien, hazlo con amor, con esmero, hazlo sabiendo que le estás facilitando la vida a los demás, haciéndosela más agradable, ayudándoles. Me decía el fotógrafo [Paco Alonso] que ha venido a hacerme las fotos esta tarde, cuando yo le decía que ya me había hecho muchas: «Déjame que haga bien mi trabajo». Y tenía razón.

-¿Qué defiende?

-El valor del sacrificio y de las promesas.

-¿Qué hay en el mundo?

-Mucha gente con carencias afectivas; muchas personas que se sienten solas, perdidas, que no le encuentran sentido a sus vidas.

-¿Qué le impresiona mucho del mensaje de Jesús de Nazaret?

-Que nos diga que tenemos que amar a nuestros enemigos me sigue impresionando muchísimo.

-¿Es posible hacerlo?

-Sí, con la ayuda de Dios. Todos somos hijos de Dios y hemos sido creados por él. Hay que preguntarse ¿por qué es mi enemigo?, ¿qué le pasa?, ¿por qué actúa así?, ¿qué puedo hacer yo para que deje de estar equivocado? Hay que ponerse siempre en el lugar de otro; siempre hay unas razones detrás de unas consecuencias que entrañan sufrimiento para todos. El amor cura todas las heridas.

-¿Qué le da miedo?

-¿A mí? Nada me da miedo, ni siquiera la muerte. Me decía mi padre: «Fátima, no te preocupes, que todo tiene solución menos la muerte». Y yo a él: «¡Papá, pero si vamos a resucitar! La muerte no es un problema que no tenga solución».

-¿Y si estuviese cerca su hora?

-Confío en que me esperaría el Reino de los Cielos. Ver a Dios cara a cara. Aquí vivimos con la esperanza de verlo, pero tras la muerte lo veremos; morir implica que te vas a la casa del Padre, y los padres siempre reciben a sus hijos con los brazos abiertos.

-¿La vida es un valle de lágrimas?

-En parte sí, porque somos personas humanas y perdemos a seres queridos, vivimos situaciones incomprensibles, hay momentos que nos superan... En este camino, que es un regalo, uno no puede negar que se encuentra piedras en el camino, pero las piedras y las caídas están para superarlas y seguir adelante.

-¿No dirá usted también eso de «que muero porque no muero»?

-¡No, no, yo no soy Santa Teresa!

-¿Existen los ángeles de la guarda?

-Y tanto que sí. Y también las personas que hacen de ángeles de la guarda de otros. Recuerdo que un día iba a mi casa, dándole mil vueltas a la cabeza, y estando en mitad de la vía, pitó el tren que venía y yo no lo escuché; una mujer apareció delante de mí, me hizo una señal con la mano y yo reaccioné saltando hacia atrás. Pasado el susto, ya no la vi.

-¿Cómo defendernos del mal?

-Lo mejor es combatirlo con la oración, que es nuestro alimento espiritual, lo que nos da fuerzas.

-¿Qué es una pena?

-Dios nos ha dado los bienes suficientes para que todas las personas que vivimos en el mundo tengamos lo necesario. Pero no los repartimos justamente. Vivir compartiendo debería ser una máxima para todos. La avaricia es terrorífica por dos motivos: porque estás haciendo daño al otro, y porque te estás haciendo daño a ti mismo; te estás llenando los bolsillos, pero te estás vaciando el corazón. Lo que me anima es ver cómo dentro de la Iglesia, y fuera de ella, hay mucha gente solidaria que se preocupa por los demás, que no se resignan a la injusticia.

-¿Qué le parece Francisco?

-[Se le ilumina, más todavía, la cara.] Se puso el nombre de San Francisco, de quien Santa Clara fue seguidora. Su encíclica 'Alabado seas' es maravillosa. Cuidar la naturaleza, cuidar del planeta, es también nuestro deber. San Francisco llamaba al lobo, 'Hermano Lobo', e incluso a la muerte, 'Hermana Muerte'. No fue un gran teólogo, ni un gran filósofo, pero nos enseñó a alabar al Señor viendo su gracia en sus criaturas.

-Usted ya no verá las maravillas del mundo.

-Yo he encontrado aquí un tesoro estupendo que no cambio por nada.

-¿Qué es una verdad verdadera?

-Que la imaginación es libre.

-¿Qué es un placer?

-Meter los pies en un arroyo de aguas cristalinas.

-¿Qué es un consuelo?

-Que la misericordia de Dios sea infinita.

-¿Qué nos pasa a veces?

-Que como Dios nos ha dado libertad para poder hacer el bien o el mal, a veces la liamos un poco.

-¿Tiene usted la tentación de creerse especial?

-Solo tengo que mirarme a mí

misma para no caer en la tentación. ¿Especial yo? A veces me dan ganas de decirle a Dios: «¡Señor, ponte gafas!».

-¿Qué palabras le gustan?

-Perdón, Espíritu Santo, madre.

-¿Qué escena de los Evangelios le encanta?

-¡Todas! Pero, por decirle una: la de Jesús defendiendo a la prostituta, perdonándola, acogiéndola. Diciendo: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».

-¿Y la de Jesús expulsando con ira a los mercaderes del templo?

-Las pasiones son malas o buenas según la intención que se les ponga. La Iglesia acoge a todo el mundo, pero no por todo pasa. Y una de esas cosas por las que no pasa es porque se le falte al respeto a las cosas sagradas.

-¿Le dan aquí bien de comer?

-[Risas.] Yo es que vine de mi casa muy bien educada. Me enseñaron a que había que comerse lo que te ponían en la mesa. Aquí comemos sin lujos, pero todo está muy rico por que se cocina con amor. Hoy hemos comido unas migas, solo con ajos y con ñoras, riquísimas.

-¿De qué puede dar fe?

-Puedo dar fe de que es verdad

que solo Dios basta.

-¿Cuál me recomienda de los dulces que hacen para la venta?

-¡Los que llevan cabello de ángel son una bendición!

-¿Qué le pareció una tontería?

-De cría, tenía en mi habitación un póster de Orlando Bloom porque me parecía muy guapo. Un día dije: «¡Qué tontería!». Y lo quité.

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