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Misa tradicional en Porta Caeli (Valladolid), en octubre. F. M. T.
'Et intruibo ad altare Dei'

'Et intruibo ad altare Dei'

Se cumplen diez años del regreso de la misa en latín. Unas 25 ciudades españolas ofrecen el rito tradicional. «Los que más lo reclaman son los creyentes jóvenes»

ANTONIO CORBILLÓN

Domingo, 19 de noviembre 2017, 09:27

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La conocí hace poco y me encantó. Es el cielo en la Tierra. En cuanto se pronuncia 'Et intruibo ad altare Dei' se estremece el alma y se alegra todo mi ser». Gonzalo asiste desde hace algún tiempo a las misas tradicionales, en latín, que se ofician en la iglesia conventual Porta Caeli (monjas calderonas) de Valladolid. Esa frase en latín: 'Y me acercaré al altar de Dios', abre un acto litúrgico que recupera toda la tradición de siglos, abandonada por la Iglesia durante casi 50 años.

Música de órgano, canto gregoriano, curas de espaldas a los fieles y oficiando hacia Oriente, casullas de otro tiempo, rezos en voz baja con el latín como lengua... Y un librito para cada fiel para ayudar a meterse en esta lengua que se creía muerta. Algo parecido al programa que dan al entrar en la ópera o el teatro. Es la misa tridentina (por el Concilio de Trento).

En julio se cumplieron diez años desde que el anterior Papa, Benedicto XVI, aprobó la normalización del misal romano de San Pío V (1570), reeditado por Juan XXIII (1962). Esta decisión se vio acompañada por el movimiento seglar Una Voce, con fieles repartidos por 30 países que tratan de llegar a todos aquellos grupos de practicantes que desean escuchar el ritual romano.

España llegó tarde. Pero ya se puede asistir a misas tradicionales en unas 25 ciudades. Y la cifra sigue creciendo. En muchas urbes se ofrece en un solo templo y con periodicidad escasa (una o dos al mes). Todavía lejos de otros países como Francia o Italia, donde hay zonas en las que el 25% de sus liturgias son tridentinas.

En el avance de esta alternativa a la misa en castellano, sin prisa pero sin pausa, hay mucha presencia de fieles y seminaristas jóvenes. Hasta ese 2007 había que pedir permiso a los obispados, muchos de ellos reacios a abrir una alternativa que podía rivalizar con la misa convencional. «Fue un error desacralizar tanto la misa para acercarla al pueblo. Eso provocó abandono y pérdida de fe», lamenta el padre Santiago González, promotor de la latina en su parroquia Dulce Nombre de María (Sevilla).

Los católicos que demandan esta forma de vivir su fe corroboran esa inmersión en la tradición. «Con el latín se resalta la sacralidad y el misterio. El canto gregoriano y la celebración en gran parte de rodillas dan una solemnidad mayor», resume Juan Luis Ferrari, fundador de Una Voce España desde Sevilla. Ferrari fue uno de los pioneros en impulsar grupos de fieles. «Cuando empezamos en 2004, éramos ocho o diez. Hoy somos docenas y hemos apoyado a grupos de otras diócesis».

Dudas de Francisco

Andalucía ha sido clave de esa reentrada. Tres años antes de que el Papa alemán Ratzinger diera luz verde a lo que él mismo llamó «la reforma de la Reforma», sus fieles ya se hacían oír en sus parroquias y obispados. Y ayer mismo se celebró ese décimo aniversario con una misa en la Capilla Real de la Catedral sevillana a la que asistió su arzobispo, Juan José Asenjo.

Pero no todas las sedes episcopales son tan abiertas. El cambio de papado dio entrada al modernizador Francisco, que, sin rechazar el ritual clásico, lo calificó de «un paso hacia atrás». Hay obispos que miran para otro lado cuando oyen hablar de misas en latín. En el seno de la Iglesia no quieren hablar de rivalidad pero no faltan quejas como la del padre Ángel D. Martín, que denunció en 2011 que la nueva liturgia «era recluida en lugares inverosímiles, sometidos a traslados y a cambios de horarios que recuerdan muchas veces a las del culto privado».

Todavía hoy, entre las 25 ciudades españolas (no falta ninguna de las grandes capitales) donde hay misa en latín hay que manejar bien el calendario para no despistarse con la escasa y cambiante oferta.

En una sociedad que ha desterrado la presencia del latín en casi todo sorprende la atracción general por la lengua de Virgilio. «El latín es la universalidad -explica el padre González-. Una lengua muerta que no pertenece a ningún idioma ni país. Además, da lugar a más silencios en el oficio y eso nos lleva al misterio. El protagonista de la misa no es el creyente, ni el cura, vuelve a ser Dios».

¿Santifica más una que otra? El experto en historia eclesial José Fernández de la Cigoña responde con otra pregunta en su blog La Cigüeña de la Torre. «¿Van con más voluntad de santificarse la mayoría de los que acuden a una que los que acuden a la otra? Es posible. Pero ello no depende de la misa sino de los asistentes».

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