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El trono del Prendimiento, a hombros de sus estantes, a su paso por la calle Jara Carrillo, abarrotada de público.

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El trono del Prendimiento, a hombros de sus estantes, a su paso por la calle Jara Carrillo, abarrotada de público. ROS CAVAL /AGM
Semana Santa de Murcia

Al Perdón se rinde el barrio castizo

La cofradía magenta retorna desde San Antolín a las calles cuajadas de murcianos para celebrar los 125 años de su primera salida

Martes, 12 de abril 2022, 00:28

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Y ahí, en el barrio más castizo y obrero, el de gentes que se buscaron el pan siempre más a destiempo que a tiempo, cuajados los balcones de banderas magenta y parroquianos inquietos, de largas filas de cofrades al costado de San Antolín, de las barras de Luis de la Rosario o del Guinea aún cuajadas de gentes cuando, a las siete en punto de la tarde, el tiempo se paraliza, como desde hace dos años lo ha hecho por culpa de la pandemia, y tantos miran a la puerta del templo esperando que sus goznes rechinen de nuevo, que el pater don Rafael se asome inquieto a la plaza, y los sones de los tambores sordos anuncien, esta vez sí, que la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón, vuelva a enseñorearse, porque es su sino, de las calles que tanto lo anhelan.

A Ti Perdón, aunque no fuera en procesión, que eso es lo de menos, te han sentido muchos en este tiempo aciago. Y te han visto en sus hogares huérfanos de túnicas magenta, arrumbados y tristes los estantes de morera en los trasteros, sin almidón reciente las enagüas del abuelo, única herencia que dejó a los suyos, y casi olvidadas las medias de repizco, por donde crecen puntadas coloridas de aquella abuela santolinera, en el fondo de algún arca huertana.

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El viento más nazareno

A Ti Perdón, en este barrio que tanto te añoró en estos dos años, muchos te sintieron cuando salían a sus balcones para aplaudir a los sanitarios, quebrados los rostros en lágrimas porque querían, como ayer sucedió, asomarse a ellos para verte surcar, sobre ese velero que cimbrea el viento más nazareno, la calle del Pilar, también entonces desierta de carritos de globos, de gitanos al pie de sus sillas como si fueran auténticos tronos de nazarenía, de familias repletas dando cuenta de una merienda improvisada a la espera de tu paso.

A Ti Perdón, que más que Cristo eres vecino de un bloque de la calle Sagasta, no pocos te sintieron en la soledad de su confinamiento

A Ti Perdón, que más que Cristo eres vecino de un bloque de la calle Sagasta, no pocos te sintieron en la soledad de su confinamiento, en la tristeza de no degustar un Lunes Santo al uso: a reventar el barrio bajo una atmósfera de azahar de primavera al paso de tu trono, ese que bambolea las últimas luces de la tarde mientras recrujen sus maderas remotas cada vez que se detiene y avanza, como el engranaje que marca el reloj de la Semana Santa murciana al ritmo de los hombros de estantes de raza, esos que Los Rojos enseñaron una verdad inquebrantable: Que la Pasión murciana se siente en las piernas, quebrada la espalda hacia la tarima y destrozados los hombros porque a quien soportan es al Señor del Malecón.

A Ti Perdón, cuando ayer bajaste la sagrada cuesta de tu parroquia, te aclamaron hasta la afonía porque para tantos fuiste consuelo cuando la pandemia arrolló a quienes más querían, convencidos de que en ese último instante de sus vidas no tuvieron más consuelo que recordar cuántos años fueron regidores o penitentes o músicos en tu cortejo, o simplemente salían a tu encuentro en cualquier calle del barrio, dispuestas las sillas de su salón en la carrera o, desde muy temprano, reservadas las que venden con folios pegados al suelo con el nombre de la familia, como auténtico fe notarial sobre los adoquines.

En este barrio que tanto te añoró en estos dos años, muchos te sintieron cuando salían a sus balcones para aplaudir a los sanitarios

A Ti Perdón, que anoche estrenaste corona de espinas, no son pocos los que incluso ya empachados del almuerzo que devino en comida y merienda, se levantaban de sus sillas a tu paso, porque no pasaba cualquiera: pasaba el Rey de San Antolín que, aunque sea una vez al año, es soberano de una Murcia que se rinde al aroma del rosal que trepa por su remoto madero.

A Ti Perdón se rindió anoche toda la ciudad cuando enfilaste tu cuesta al retorno, que era cuesta de la cofrade normalidad, que nada de nuevo tenía salvo que la tapizaban tantas más lágrimas que en otros años, porque muchos creyeron que ya en esta vida no verían la plaza atestada de gentes, ni escucharían la saeta ni el fervorín les emocionaría, ni el presidente Avilés, que tanto ha bregado por volverte a sacar, volvería a emocionarse a tu entrada con los sones de la Marcha Real.

A Ti Perdón te debe esta ciudad que cada año, a cada Lunes Santo, vuelvas a recordarle sus orígenes huertanos y nazarenos, incluso para quienes ni siquiera creen en Ti, pero quedan cautivados en esa forma de andar de tu trono, única en Semana Santa, y en la atmósfera de respeto que a cada paso de tus estantes, como si con sus esparteñas disiparan el polvo de dos años de carrera adormecida, nos recuerdan que no es posible sentirse murciano sin verte, aunque sea solo una vez en la vida, caminar por Murcia.

A Ti Perdón, en fin, siendo de madera tan frágil, no hay quien no reconozca que cada veta, bajo el barniz de los siglos, atesora tanta historia y devoción que, si no existiera el Lunes Santo murciano, alguien tendría que inventarlo. Y así, a paso firme y golpe certero en la tarima, se fue ayer desvaneciendo el desfile de la tradición más sabrosa, la más auténtica por atesorar como ágora y foro un barrio que, pese a tanta calamidad en los últimos dos años, demostró que sigue siendo a su Perdón, que es ciudadano con documento nacional de nazarenía en el corazón de San Antolín.

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