Las puertas de la iglesia del Carmen se abrieron ayer para que los vecinos pudieran contemplar el inmenso patrimonio que atesora la cofradía; los murcianos no fallaron y arroparon a una familia 'colorá' con la vista puesta en 2023.
Semana Santa de Murcia

Lágrimas de Sangre por no salir

La amenaza de lluvia obliga a suspender la gran procesión 'colorá', que debía partir de El Carmen para recorrer la ciudad

Jueves, 14 de abril 2022, 01:32

Cuarenta y un años justos separan dos decisiones, muy dolorosas ambas aunque responsables y nazarenas, de suspender la magnífica estación de penitencia que tiñe de sangre el Miércoles Santo 'colorao'. En 1981 tuvo que adoptarla un murciano de excepción, periodista y cronista de la ciudad, Carlos Valcárcel Mavor, entonces presidente de la Archicofradía de la Sangre. Y ayer hizo lo mismo su hijo, de igual nombre, igual cargo y similar sensatez, al considerar que no podía hacer esperar a la puerta de El Carmen a 3.500 nazarenos hasta las seis de la tarde, hora oficial de salida de la procesión, para anunciarles mientras sus túnicas se calaban de agua, lo que la ciencia meteorológica sostenía con cierto: un 90% de probabilidad de lluvia.

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Ambos acertaron en determinación, incluso a pesar de las críticas de algunos, poco sensatos, aunque en el caso del padre hubo tiempo de sacar a las calles, a las ocho de la tarde que entonces salía la Sangre, los pasos de La Samaritana y El Lavatorio, antes de disolverse minutos más tarde por el aguacero el desfile penitencial.

Ayer fue un día triste para los carmelitanos. Acaso el que más. Tanto que ni siquiera la convocatoria de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que el Viernes Santo teñirá de 'morao' la ciudad, se acercó hasta El Carmen por respeto a la decisión de sus hermanos 'coloraos' de que no lo hicieran, pues la desolación era inmensa. Aunque eso no impidió que se abrieran las puertas de la arciprestal y una legión de murcianos contemplaran el inmenso patrimonio artístico que atesora esta cofradía.

Dos presidentes, padre e hijo, con 41 años de diferencia, acertaron al suspender el desfile para proteger el patrimonio

El Pendón de la Archicofradía, ese que cada año anuncia la salida de la procesión, se colocó a la puerta del templo a la seis en punto, como lo mismo hiciera el de Jesús en 2019, cuando la Sangre disfrutó de su procesión y los 'Salzillos' lloraron, también con su Pendón bajo el dintel de la plaza de San Agustín, el no poder hacerlo.

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Galería. ROS CAVAL/ AGM

Eso sí, ayer mañana, según la remota costumbre, la insignia de los 'coloraos' participó en el traslado de Nuestro Padre Jesús desde las agustinas. Nadie sabía entonces que sería la única protestación de fe pública de la Sangre este año. Al menos, hasta que el tiempo permita que esta noche salga a las calles su otra procesión, la de la Soledad, que esa es otra historia.

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El presidente Valcárcel, tras anunciar la suspensión conteniendo las lágrimas, advertía de la necesidad de garantizar tanto la seguridad de los estantes como del irremplazable patrimonio que atesora la Archicofradía. No pocos cofrades de la Sangre aplaudieron esta medida que, tras comprobar la lluvia que más tarde cayó ya entrada la tarde sobre la ciudad, fue sin duda acertada.

A las seis en punto, hora de salida del cortejo, el Pendón se situó bajo el dintel del templo ante cientos de espectadores

Pero eso no evitó la tristeza en los miles de murcianos que se dirigieron a admirar los pasos que durante generaciones han venerado. Alguno de ellos, como Juan Antonio Lorca, quien este año cuenta medio siglo en la cofradía desde que sus padres lo hicieran cofrade, hoy estante de Las Hijas de Jerusalén, reconocía que «la decepción es inmensa, pero prima la responsabilidad por conservar tan espléndido tesoro artístico».

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Otros muchos estantes, mayordomos y penitentes, sin contar los cientos de músicos que acompañan el cortejo, coincidían en la necesidad de no correr riesgo alguno. Aunque eso, claro, poco mitiga la pena. «Porque hemos esperado este momento dos años de pandemia y, cuando pensábamos que podíamos volver a vestir la túnica, nos quedamos con las ganas», lamentaba ayer José Martínez, mayordomo de la Sangre, quien, pese a ello, recordaba cómo en 1981, «como los partes del tiempo eran menos precisos, nos arriesgamos a salir y tuvimos que volver corriendo. Mejor que sea así».

En el interior del templo, entre una multitud de fieles y no pocos nazarenos ataviados con la túnica 'colorá', resonaron los tercios de tambores sordos y ese '¡tun, tururún, clac, clac, clac!'. Es la banda sonora impresa en el ADN de todo murciano que se precie, bien lo sabe Antonio Barceló, que honró al Cristo de la Sangre, colocado al pie del altar, adelantado su pie como si quisiera volver a protagonizar una de las estampas más nazarenas de nuestra Semana Santa: su paso sobre el Puente Viejo mientras la luna lo acaricia.

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Ayer no pudo ser. Y no fue la pandemia traicionera, como tantos temían, sino la lluvia que, como si fuera murciana y como también es triste tradición, no quiere perderse estos días del gozo.

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