Iván Ferreiro: «Me lo paso como un niño pequeño»

–Nadie esperaba que la nueva canción de Iván Ferreiro fuera un villancico, pero, claro, cuando descubrimos que se trata de una versión de la maravillosa 'Fairytale of New York' tiene todo el sentido del mundo. ¿Cómo surgió la idea?

–Fue cosa de David Bonilla, de Warner, aunque él afirma que fue mía y de mi hermano. Llevo trabajando más de treinta años con él y de vez en cuando hablábamos de la posibilidad de hacer alguna vez un villancico. Lo comentábamos medio en broma, medio en serio. Teníamos como referencia el mundo anglosajón, que es un lugar en el que están más acostumbrados y no cargan estas canciones de una connotación negativa, algo que hacemos en muchas ocasiones en España. Empezamos a pensar en nuestra canción favorita de Navidad y era 'Fairytale of New York'. A partir de ahí, aunque yo pensé que iba a ser muy complicado, mi hermano Amaro llamó a Ferrán Pontón, de Egon Soda, que es una de las personas con más talento que conozco en el mundo, e hicieron una adaptación maravillosa.

–¿Recuerda cómo fue ese momento en el que, con 17 años, escuchó esta canción por primera vez?

–Perfectamente. El tema salió durante estas fechas en 1987, año en el que estaba en el instituto. Recuerdo ver el videoclip y decidir en ese momento que quería comprarme el disco. Mis padres me daban dinero para el desayuno, pero yo me lo gastaba en singles y LPs. Si estaba diez días sin comerme el bocata tenía para un disco, así que eso hice. Y me convertí en un gran fan de The Pogues, teniendo la oportunidad incluso de verles en directo.

–Su otro estreno más reciente es 'Puede que Madrid sea una trinchera pop', trabajo en directo que publico este mismo mes. Tengo entendido que, a diferencia de casi todos los trabajos de estas características, no estaba pensado ni planificado. Más allá de la relevancia del recinto, el WiZinkCenter, ¿qué escuchó en esta grabación para que decidiera sacarla a la luz?

–Tenemos registrados todos los directos que hemos hecho en los últimos diez años. La verdad es que también fue idea de David Bonilla. Cuando acabamos el concierto del WiZink, que fue una noche muy emocionante, nos comentó que era una pena no haberlo grabado y, riéndonos, le dijimos que claro que lo habíamos hecho. Cada vez que bajamos del escenario ahora pensamos que el concierto que hemos dado sería un buen disco (risas). ¡Estoy seguro de que con el de Murcia pasará igual!

–¿Suele escuchar las grabaciones posteriores de sus propios conciertos?

–Para nada. Yo me quedo con la sensación que tengo al terminar el concierto. Lo importante es la emoción de cada momento. Mirar los detalles y analizarlos me parece muy tedioso. Ni siquiera voy a las mezclas, todo me parece bien. Por eso no soy un buen productor. No sirvo para escuchar esas cosas, confío mucho en el equipo que tengo.

–Tengo la impresión de que está gozando más que nunca de los conciertos.

–La verdad es que es así. Tengo la sensación de que cada año disfruto más del directo. De hecho, en la gira de 'Trinchera pop' estamos llegando a unos niveles de placer casi culpables. En mi caso, he conseguido llevar todas mis máquinas y obsesiones al escenario y me lo paso como un niño pequeño. Y nos sentimos unos adolescentes tocando como grupo. Ahora tenemos la experiencia de los adultos, pero la ilusión de aquellos años. Por otro lado, somos muy amigos, disfrutamos una barbaridad de nuestra compañía y nos queremos un montón.

–Es la hora de volver a las salas. Siempre es importante reivindicar estos lugares esenciales para la música en directo, ¿no?

–Son muy necesarias y no solamente por lo gozoso que es tocar en ellas. Las salas son las que crean el tejido cultural de la música en un país. Están genial los grandes recintos, pero la forma en la que se interactúa con la gente en una sala es muy especial y directa. Es el lugar en el que siembras la relación que vas a tener con tu público. No podemos dejar que los grandes conciertos acaben con ellas. Los grupos nacen en las salas, es el sitio en el que se desarrollan los conciertos sin limitaciones de horario y donde no existe esa sensación de expositor que tienen muchos festivales. Puedes profundizar en el repertorio, en un disco o una idea, permitiéndote un montón de cosas que son inherentes, al menos para mí, a la música. Si tuviera la oportunidad de hablar con el ministro de Cultura le diría que igual no es necesario ayudar tanto a ciertos eventos que son muy multitudinarios y ya mueven mucho dinero y conviene más apoyar a las salas. En estos tiempos en los que se están vendiendo un montón de entradas y los artistas internacionales tienen la posibilidad de hacer cinco estadios seguidos creo que el papel de las salas es importantísimo para que la música nacional siga generando talento, público e industria.