Carnaval a ritmo de Bosco y Karmacadabra

Lo que tienen los mejores carnavales, aquellos que se dejan caer cómodamente y sin preguntar entre los recuerdos vaporosos y los espejismos firmes de la memoria, es su capacidad para convertir el color, el sudor, las suelas gastadas y las cuerdas vocales dinamitadas, no hay piedad, en argumentos para el recuerdo imborrable. Y ese el principal objetivo común planteado por la banda murciana Bosco y el grupo cartagenero Karmacadabra de cara a su concierto de esta misma noche en un Garaje Beat Club siempre dispuesto al desparrame. En el caso de la primera formación, supondrá además una nueva posibilidad de disfrutar de los temas de su último y sorprendente trabajo, 'Emboscados', disco repleto de colaboraciones de la talla de Rozalén, Muerdo, Crudo Pimento, Eskorzo, O'Funkillo o Antílopez, entre otros.

Canciones en permanente temblor, granadas de luz al margen de la penumbra, mantras en mitad de la madrugada y estribillos de meticuloso enganche. Todo ello, por supuesto, elevado a la enésima potencia gracias al carisma y la personalidad únicas de una de las bandas más especiales y (afortunadamente) inclasificables del panorama musical de la Región.

Y a su lado, por si faltara algo para asegurar el arrebato general, los citados Karmacadabra, formación que, como ya sabrás si has tenido la oportunidad de ver en directo, no cede ni una pizca de espacio al respiro. ¿Bolsas de oxígeno? ¿Paréntesis para descansar? ¿Un segundo para la recuperación? A otra taquilla. Combinando el acierto melódico con el virtuosismo instrumental y la pasión escénica, el grupo de la ciudad portuaria desplegará su magnético huracán de rumba, ska, reggae, rock y flamenco, por citar cinco de los múltiples géneros con los que cuentan en su baraja, generando así su ya fuente de energía imparable. Puestos a preparar el terreno, lo mejor es acudir a su flamante e irresistible 'Somos barrio', uno de esos discos capaces de reunir entre sus paredes las coordenadas de un universo propio e intransferible.

Por último, cabe señalar que nos situamos ante dos propuestas en las que, además, se comparte el gusto por la interacción constante con el público, la querencia por el cuidado del detalle y el afán por transformar el escenario en tablero de juegos, pista de baile y jardín teatral. Se trata, en definitiva, de edificar una experiencia sobre los pilares de la imaginación, retar a la calma desde el disparate y conquistar a base de himnos de juglares endiablados.

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