Una calle del barrio de Santa Cruz de Alicante, con el Castillo de Santa Bárbara al fondo. Ayto. Alicante

Alicante en un día: patromonio, arte, playa y buena comida en la Capital Española de la Gastronomía 2025

ESPECIAL PLANES ·

Descubre cómo exprimir al máximo un día en la maravillosa ciudad que se erige a pie de playa

EFQ

Alicante

Jueves, 4 de diciembre 2025, 10:04

Nada más estirar las piernas tras el ameno viaje hasta la ciudad de Alicante, se me olvida lo entumecido que tengo el cuerpo por lo que veo a mi alrededor. El aire salino que me transporta al verano pese a llevar chaqueta y bufanda, ese sol suave y cálido de invierno que no puede ser más agradable. Las calles, pintorescas y vitales, repletas de gente paseando de aquí para allá. Y de fondo el mar. ¡Qué envidia! Tener el mar a dos pasos de casa, todos los días y no solo en las vacaciones de verano.

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Jorge y yo hemos venido a pasar el día. Y, si nos gusta, quizás reservemos una habitación en cualquier hotel y nos quedemos a dormir. Venimos de Madrid, cómo no, enfundados en dos buenos chaquetones de plumas. Aquí no hace falta tanto abrigo, así que los sustituimos por chaquetas un poco más finas y nos ponemos en marcha. Hemos decidido venir por varios motivos: uno de ellos es que Alicante ha sido escogida como Capital Española de la Gastronomía 2025. Estamos deseando descubrir sus platos típicos, pero todo a su tiempo, que todavía son las nueve de la mañana.

Empezamos el día desayunando en una bonita terraza que se ubica justo frente a los mosaicos de la Explanada de España. Un café con leche calentito y uno de esos cruasanes repletos de mantequilla. Una delicia. Mientras lo saboreamos, me percato de lo precioso que es el paseo, con su pavimento ondulado que emula al oleaje del Mediterráneo. Apuramos los cafés y recorremos la explanada. Alrededor de siete millones de teselas de mármol la forman. Me recuerda a la famosa plaza del Rossio, en Lisboa.

Explanada de España.

Nos dejamos envolver por la calma de la mañana y las vistas al puerto, una maravilla. Todavía es pronto. Las gaviotas sobrevuelan el complejo y la playa. Comenzamos el ascenso al Castillo de Santa Bárbara. Es un paseo agradable y no muy cansado. Reconozco que soy una persona bastante impresionable, pero no miento cuando os digo que se me eriza la piel al ver las vistas desde la cima. Son sencillamente espectaculares. A Jorge también le encantan: el Mediterráneo se extiende hasta perderse en el horizonte y Alicante parece contarnos su historia desde lo alto. Una historia de más de doce siglos.

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Paseamos tranquilamente por las murallas defensivas que datan entre los siglos IX y XVIII. Contemplamos las torres, los baluartes y el foso, y leemos atentamente los paneles explicativos. Ascendemos al punto más alto, la Torre del Homenaje, y observamos desde lo alto la playa del Postiguet. Accedemos al interior del castillo y visitamos una exposición sobre su larga historia. Algunos espacios están ambientados con mobiliario y decoración antigua, así que nos teletransportamos, rodeados de armaduras, pinturas y piezas históricas de la edificación.

Dos turistas se fotografían en el Castillo de Santa Bárbara. Juan Carlos Soler

Bajamos del castillo y nos dirigimos al barrio de Santa Cruz, con sus coloridas y pintorescas casitas, sus balcones repletos de flores. Pedimos que nos hagan varias fotos, porque la luz que ilumina este barrio es de las más favorecedoras que he tenido el privilegio de ver. Ya es mediodía, así que nos sentamos en una terraza al sol (¡qué gusto, el sol!) y pedimos dos cervezas heladas que nos bebemos con avidez.

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Después del merecido descanso, paseamos por el casco histórico hasta el MACA, el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante. El edificio me parece precioso. Fue construido en el siglo XVII como depósito de trigo, y hoy en día cuenta con un montón de exposiciones de lo más interesantes.

Visitamos la de Juana Francés, una artista que le encanta a Jorge. En realidad, uno de los motivos por los que hemos venido a Alicante es ese. Jorge se enteró de que el MACA alberga una muestra que ahonda en los orígenes de la artista, desde su etapa simbolista hasta la transición que hizo hacia el arte abstracto. Os recomiendo mucho que la visitéis. ¡Es una maravilla!

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Exposición de Juana Francés en el MACA.

También contemplamos su exposición permanente, formada por casi doscientas obras entre pinturas, esculturas y dibujos de algunos de los artistas más importantes del siglo pasado. Una vez alimentado el espíritu, toca alimentar al cuerpo. Nos rugen las tripas y no podemos parar de pensar en la gastronomía tan auténtica y variada que ofrece la ciudad de Alicante.

Nos hemos adelantado a los acontecimientos y hemos reservado una mesa en el Racó del Pla, un restaurante de esos de toda la vida, con una carta tradicional compuesta por platos puramente alicantinos. Justo lo que estábamos deseando. Pedimos un buen vino alicantino con Denominación de Origen para beber y, para comer, un tradicional arroz con pata alicantino, plato rústico y contundente a partes iguales compuesto de pata de ternera, garbanzos, morcilla, chorizo y ajo. ¡Una delicia!

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Después de la comilona, nos apetece pasear tranquilamente por la playa, así que bajamos a la Playa del Postiguet, nos descalzamos y recorremos la orilla debajo de un sol que todavía calienta. No sabéis lo maravilloso que es el contraste de estar en medio del bullicio de la ciudad y, solo un minuto después, con los pies descalzos en la apacible playa alicantina. Observamos el atardecer pintado de tonos naranjas y rosas. Todavía estamos llenos del arroz con pata (hemos comido para tres días), pero nuestras ganas de conocer más a fondo la gastronomía alicantina, nos llevan a dirigirnos a la zona del Barrio en cuanto cae la noche. Preciosas casitas con el color azul estampado por todas partes se amontonan cuesta arriba, unas al lado de otras, confiriendo al lugar de un encanto incomparable.

Una bandada de aves ocupa el rincón de la playa del Postiguet. Juan Carlos Soler

Nos internamos en la Tasca del Barrio, un encantador bar de tapas y vinos donde disfrutar de la buena materia prima y la cocina mediterránea. Unas cuantas tapas después y una botella de vino de Alicante mediante, salimos de allí (casi rodando) y decidimos que nuestra visita a Alicante no debe acabar ya. Emocionados ante la perspectiva de quedarnos un día más, reservamos en un hotel de la zona con la alegría de saber que mañana también disfrutaremos de la maravillosa ciudad de Alicante.

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