Los viejos fantasmas
ARTÍCULOS DE OCASIÓN ·
Lo más trágico es que no tengamos ni una sola voz capaz de aglutinar la abrumadora voluntad del pueblo españolDe no reconducirse la política española de confrontación, donde reina la incertidumbre y el salvaje enconamiento de unos contra otros como estrategia de enfrentamiento permanente ... de la sociedad y los territorios, resucitarán los viejos fantasmas cainitas del pasado. Ese empeño obsesivo de demoler la Monarquía parlamentaria para implantar una República, dinamitando así toda la actual arquitectura del Estado, no responde a demanda alguna del pueblo español, ni tampoco vislumbramos qué otros beneficios o valores que no tengamos hoy quieren implantar. Todas las maniobras conspiratorias que están urdiendo solo tienen que ver con su afán de destruir la idea de España.
Es un proyecto aventurero alentado por un colectivo formado por partidos políticos marxistas, independentistas de siempre y colectivos radicalizados, con el manejo de un PSOE errático que ha renunciado a su noble vocación de liderar el Estado de bienestar, para dedicarse hoy al fomento del desguazamiento del Estado, con este invento suyo del 'monopoly federal' como un juego, sin evaluar el alcance nefasto de esa conspiración.
Solo un ejemplo práctico de cuanto está pasando. Desde Eslovenia, Pedro Sánchez anunció que su variopinto gobierno incluiría en los Presupuestos una partida de 200 millones de euros para distribuirlos entre los jóvenes que en 2022 cumplan 18 años, para sus gastos de ocio, a razón de 400 euros por cabeza. Ahí tienen ustedes la prueba de la máxima expresión de populismo y dilapidación. Solo falta que también les cante el cumpleaños feliz. No existe ningún otro plan coordinado, serio, cuantificado, ni calendario de ejecución para salvar del paro y la miseria a toda una generación. Todo esto ocurre en España, el país con más paro de toda Europa.
No tenemos ni idea de lo que se está fraguando en secreto con tantos pasteleos políticos fuera del hemiciclo del Congreso de los Diputados, pero sí se percibe con claridad el desprecio de la ciudadanía hacia la izquierda y la derecha política, por su actuación tan opuesta al espíritu de la Transición. Es verdad que ese espíritu murió con la desaparición del bipartidismo, porque ahora llegan ministras indocumentadas y sin experiencia alguna directamente a ese cargo; políticos vocingleros y la dispersión de votos que hacen imposible la gobernanza de España. Casi todos nos equivocamos, y yo el primero, cuando aplaudimos alborozados el fin del bipartidismo como forma de regeneración democrática y final de la corrupción política. Fue un error porque el bipartidismo es un sistema ideal para gobernar sin el chantaje de nacionalistas e independentistas.
Es vital el consenso de PP y PSOE para modificar la Ley Electoral, antes incluso que la reforma del Poder Judicial. Hasta que no existan la circunscripción y listas únicas con la fijación del mínimo del 5% de los votos emitidos, todo irá a peor. Así lo defendí en alguna ocasión ante los presidentes del Constitucional, Supremo y Audiencia Nacional, donde el juez Abadía fue testigo excepcional. Ese es el nudo gordiano de todos nuestros males: la Ley Electoral.
Con estos mimbres políticos sería imposible afrontar otra Transición, ni una nueva Constitución. Sin el centroderecha del PP ni el centroizquierda del PSOE nada puede hacerse, pero, además, faltarían los vencedores y los vencidos de entonces; autonomistas y soberanistas vascos y catalanes; aquella mayoría pluralista y moderada del centrismo; la dignidad y valentía del PCE liderado por Santiago Carrillo que renunció a Bandera y República por la Reconciliación Nacional diciendo que «la opción hoy no está entre Monarquía y República, sino entre dictadura o democracia». Todos coincidieron en renunciar a celebrar un referéndum sobre Monarquía o República. Lo contrario de lo que están tramando ahora políticos que deterioran a la propia democracia con sus aberraciones. Dios nos libre de los proyectos republicanos del guerrero del antifaz del PSOE; de los desleales independentistas republicanos y separatistas catalanes; de las sórdidas ideas del entramado marxista que anhela convertir España en otra República venelozana o nicaragüense. Quieren destruir la Monarquía parlamentaria, que ha dado el periodo de mayor paz y prosperidad manteniendo la unidad de España y el sistema autonómico. Ese es su diabólico objetivo.
Lo más trágico es que no tengamos ni una sola voz capaz de aglutinar la abrumadora voluntad del pueblo español. Esos políticos desaparecerán en cuatro días, pero el daño causado tardará en cicatrizar. No tenemos la suerte de los italianos encontrando un Mario Draghi que desplace a tanta irrelevancia. Si el pasado nunca acaba de pasar, según William Faulkner, aún permanecerían los bienes que aportaron las voces de la Transición. Sobre todo la de Josep Tarradellas, que traigo aquí como final. Tarradellas fue otra cosa diferente a esta política de prostíbulo que se practica hoy. Es más. El Tarradellas que yo conocí es hoy el símbolo de la legitimidad histórica de la Generalitat, y el que definió cómo debiera ser el modelo de una España autonómica y democrática que los demás han prostituido desde su muerte. Con su firma y dedicatoria me regaló la copia de sus papeles sobre las negociaciones Estado-Generalitat, que yo a su vez doné a la biblioteca del Congreso de los Diputados.
En declaraciones recientes, el hispanista Paul Preston mantiene que «en España se está volviendo a una retórica que es casi la de la Guerra Civil». Si se agrava este panorama político, España vivirá con el alma en vilo por si a algún loco, como el de los viejos fantasmas históricos, se le ocurriera prender la mecha de la dinamita.
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