JOSÉ IBARROLA

El más viejo del lugar

ALGO QUE DECIR ·

El tiempo es un asunto bastante serio, y de repente a mí se me había echado encima y ya era el que más años contaba

Miércoles, 23 de noviembre 2022, 01:11

La edad ha tenido siempre un prestigio y una consideración que casi nadie ya tiene en cuenta. Un viejo era en mi infancia una especie ... de tótem, un cúmulo no solo de días y noches sino también de experiencia; es cierto que mostraba menos vigor y tal vez menos belleza, pero a cambio muy pocos secretos del mundo y de la vida se le escapaban y, sobre todo, se le debía un respeto indiscutible y casi reverencial, se le nombraba de usted, se le dejaba el espacio para que pasara o se sentara y se le cuidaba desde lejos. Cada vez que hablaba lo escuchábamos atentamente, aunque se repitiera día tras día como un disco rayado.

Publicidad

Por eso ser el más viejo del barrio o de la casa constituía una suerte de mérito o de condecoración, aunque los muchachos supiéramos que en realidad se trataba de una persona que estaba llegando al final de su vida y que, por lo tanto, este rasgo no podía ser halagüeño en absoluto. Pero las armas de los ancianos eran infinitas, poseían la palabra que siempre valía más que la nuestra y una autoridad incontrovertible. Eran además el centro de la admiración general y lo que en otros resultaba una debilidad o simplemente ridículo, en ellos podía ser una virtud o una fortaleza, porque al viejo entonces se le mimaba y todo en él estaba justificado de algún modo, su vida había quedado atrás y por este mismo motivo nadie hubiese dudado de su valía y de su importancia.

Vivíamos en esta creencia y aun nos gustaba persistir en esos mitos, de hecho inventábamos leyendas en torno a alguno de ellos como si se tratase de personajes quiméricos o fabulosos. Pareciera que casi todos hubieran resaltado de una manera o de otra en su juventud. Es posible que yo, que no sentí nunca el menor apego por los niños, estuviera más cerca de lo que se llamaba la tercera edad; de hecho, he tenido buenos amigos de más años que yo en el trabajo y en la literatura, profesores y poetas a los que he admirado y a los que me ha unido una cercanía especial, aunque lentamente y de una manera lamentable se me hayan ido muriendo.

Pues bien, ahora soy yo el más viejo del lugar, y me refiero a mi lugar de trabajo, el instituto Alfonso X el Sabio. Me enteré hace unos días porque el administrativo buscaba para las elecciones sindicales al profesor mayor y al más joven, y entonces recordé que hace casi cuatro décadas, cuando empezaba en Lorca como enseñante, yo fui el más joven para una tarea parecida. Reconozco que he estado unos días inquieto y meditabundo, porque estas cosas del tiempo y de la edad me sobrecogen aunque no me importa cumplir años ni jamás mentiré sobre mi edad, lo peor sería dejar de cumplirlos, pararse y desaparecer; claro que pensé en todo esto pero me dije que solo eran palabras vacías, pues el tiempo es un asunto bastante serio, y de repente a mí se me había echado encima y ya era el que más años contaba, un anciano en viaje hacia el último tránsito, a unos metros de la Laguna, y perdónenme si me pongo trascendente y un tanto lúgubre, pero resulta inevitable no caer en todos los tópicos, no frecuentar todos los lugares comunes cuando a uno le pasa una cosa así. El más viejo del lugar para una persona como yo que evita los eufemismos significa lo que significa y además no tiene vuelta de hoja, aunque tal vez sea mejor detenerse a pensar en los días acumulados, en las vivencias y en la vida misma que no hemos despilfarrado sino que llevamos con nosotros, en nuestra piel, en nuestro corazón y en nuestro cerebro, porque esa vida lo es absolutamente todo y hasta es posible que de ella nazca la sabiduría y la verdad que se les ha supuesto siempre a los más ancianos.

Publicidad

Por lo pronto yo ya noto a mi alrededor cierta comodidad, alguna relajación, pero a la vez la seguridad de que todo está bien hecho y de que tus compañeros podrían perdonarte cualquier pequeño desaguisado propio de la torpeza de los años. Y siento mucho alivio, lo confieso.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad