Tan viejo y tan joven
LA RAMPA ·
Una cosa es cumplir años y otra empeñarse en no aparentarloEscribo en un momento triste. Acabo de enterarme del fallecimiento, hace un mes, de mi compañero y colega Joaquín Ramos, un granadino de Guadix –como ... Pity Alarcón, también compañera de curso– que pronto había destacado como discípulo aventajado del histórico Matías Prats, y poco después se convirtió en todo un maestro del periodismo radiofónico. Quiero evocarle brevemente.
Andaba un servidor correteando sobre los raíles entre Cartagena y Madrid, ida y vuelta, con el objetivo de obtener la licenciatura en Periodismo, cuando un día de aquellas semanas de exámenes, y para aligerar la consecuente nerviosidad, de la mano de 'los Joaquines' (el susodicho Ramos y Díaz-Palacios) recalé en los antiguos estudios de Televisión Española en Prado del Rey. Aquel día estaban preparando el espacio musical 'Gente joven'.
Tan viejo ahora y no tan joven entonces, comprendo y comprendía el entusiasmo jovial de aquel cincuentón con gafas de gruesa montura, Rafael Ibarbia, que emanaba una especie de arrebato contagioso dirigiendo la orquesta que acompañaba a los concursantes de 'Gente joven'.
Una cosa es ser mayor y otra ser viejo.
Y una cosa es cumplir años (en general es preferible contarlos a no cumplirlos) y otra empeñarse en aparentar no tenerlos gastando un dineral en cremas 'antiarrugas y antiedad'. Dado que nuestro ciclo vital contiene muchos más años de adultez y vejez que de juventud, infiero que, para mantenerse joven, mejor y más barato que las cremas con retinol es no perder la curiosidad por la evolución y adaptarse al llamado progreso, sin por ello renunciar a las esencias. Porque quien se ancla en unas determinadas creencias o modos termina varado.
Otra manera de combatir la edad provecta es alentar y confiar en los jóvenes, estimularles en vez de tacharles. Es muy antiguo el hábito generacional de quejarse de la juventud. Lo que me resulta nuevo es que una persona en la mitad de su esperanza de vida, tal que Ayuso (44 años) se dirija a los jóvenes negándoles cultura del esfuerzo. Ni que fuera Platón. Y, como decía el otro, mira quién habla. Porque la cultura del esfuerzo que la presidenta madrileña viene ejerciendo, desde mucho más joven, transcurre en ámbitos de política de partido donde –sin excluir a ninguno– hay que esforzarse, sí, pero para crear costras en el hígado.
(En la próxima entrega, evocando a Joaquín Ramos, opinaré sobre el periodismo deportivo).
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