Tempus fugit

La hora de la salud mental

El frenético ritmo de vida actual y la dificultad para gestionar las frustraciones personales disparan los casos hasta el punto de convertirse ya en un fenómeno desestabilizador del sistema sanitario, desbordado por la gran demanda a la que debe hacer frente con unos recursos limitados y, en muchas ocasiones, insuficientes

Domingo, 12 de octubre 2025, 08:14

Hablar de salud mental antes de la pandemia de covid-19 era prácticamente un tema tabú en nuestra sociedad. La mayoría de los afectados por ... trastornos psíquicos sufrían en silencio lo que se consideraba un estigma que generaba prejuicios y discriminación, tanto en las relaciones personales como en las laborales. Todos conocemos algún caso de este aislamiento en nuestro entorno más cercano. No ha sido hasta 2020 cuando se ha empezado a normalizar y a aceptar el tratamiento médico y psicológico de las alteraciones del intelecto y el estado de ánimo. Avergonzarse por acudir a la consulta del psicólogo o el psiquiatra ha pasado, afortunadamente, a la historia. Las encuestas dan fe de este giro: hasta un 17% de la población española dice tener depresión, una de las tasas más altas de Europa, y otro 16% ansiedad, fobias o estrés postraumático; mientras que casi dos de cada diez reconocen tomar somníferos, ansiolíticos o antidepresivos una vez a la semana y un 27%, al menos, una vez al mes, lo que representa uno de los índices más altos a nivel mundial. Así lo indica el último Estudio Internacional del Grupo AXA sobre Salud y Bienestar Mental que recoge datos de 16 naciones (España, Italia, Francia, Reino Unido, Irlanda, Suiza, Bélgica, Turquía, Alemania, EE UU, México, Japón, China, Hong Kong, Filipinas y Tailandia), que sitúa a nuestro país a la cabeza de los más estresados, con un 62% de los ciudadanos que admiten estarlo.

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Junto al alzhéimer, hay consenso entre los especialistas y en las administraciones públicas al referirse a la salud mental –cuyo día mundial se celebró este pasado viernes– como la gran epidemia del siglo XXI. El frenético ritmo de vida de las sociedades desarrolladas y la escasa o nula capacidad de gestionar las frustraciones personales –en auge en la era de las nuevas tecnologías, el culto a la propia imagen y el abuso de las redes sociales– fomentan la propagación de las alteraciones psíquicas hasta el punto de convertirse ya en un fenómeno desestabilizador del sistema sanitario público, desbordado por una elevada demanda de cuidados a la que debe hacer frente con unos recursos limitados y, en muchas ocasiones, insuficientes, como vienen denunciando los colectivos y asociaciones de pacientes y familiares, así como los colegios profesionales de psicólogos y las organizaciones sindicales del sector de la sanidad. Todos los esfuerzos parecen pocos ante la avalancha de casos, que impacta también de forma muy importante en el mundo del trabajo y, por ende, en las arcas públicas y de las empresas. Y es que acabamos de conocer que, según revela un estudio elaborado por la mutua Umivale Activa y el prestigioso Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), en solo cinco años –de 2018 a 2023– se han disparado un 79% las bajas laborales por problemas de salud mental, los cuales han superado ya a la traumatología como segunda causa de incapacidad temporal para los trabajadores del Régimen General de la Seguridad Social y está a punto de hacerlo también entre los autónomos. Por tanto, no solo hay una carga social, también existe una fuerte carga económica que no puede subestimarse. Las personas que luchan contra los trastornos mentales a menudo tienen dificultades para mantener empleos estables, circunstancia que afecta negativamente a la economía porque se pierden miles de millones de euros en productividad cada año. Bien lo saben los empresarios murcianos, sobre todo los que están al frente de pymes, «más vulnerables ante los costes, la burocracia y las dificultades de sustitución», tal y como explicaba el jueves a LA VERDAD el presidente de la patronal Croem, Miguel López Abad.

Pese a que el concepto moderno de salud mental como disciplina e «higiene mental» se originó a mediados del siglo XX, con figuras como William James y Meyer en Estados Unidos, y la fundación de organizaciones como la Mental Health Association británica en 1946 y la OMS, no ha sido hasta después de la pandemia de covid cuando las autoridades sanitarias han tomado de manera decidida cartas en el asunto. La Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, en colaboración con las entidades del llamado tercer sector, ha elaborado y puesto en marcha la Estrategia de Mejora de Salud Mental 2023-2026, un plan cuyo presupuesto global asciende a más de 41 millones de euros, según especifica el documento, que contempla además un incremento de 208 profesionales y la ejecución de proyectos de mejora en infraestructuras con la creación de nuevos centros de salud mental y la ampliación de unidades de hospitalización, como la del Morales Meseguer, visitada el miércoles por el presidente López Miras, quien anunció asimismo la apertura de la planta de Salud Mental de Infancia y Adolescencia de La Arrixaca.

Sin embargo, cuando se está a punto de entrar en la recta final del programa, uno de los objetivos troncales que fija la Estrategia sigue sin lograrse: territorializar los recursos de la Red de Salud Mental para impulsar la equidad entre todas las áreas dotándolas de los dispositivos y profesionales necesarios para la atención integral de su población. A este déficit hay que sumar la saturación de las consultas en los centros especializados, que obliga a espaciar en exceso las citas y aboca a las familias, muchas de ellas sin posibilidades económicas, a recurrir a la privada. La Administración regional debería redoblar esfuerzos para revertir la situación y paliar una preocupante realidad que amenaza con agravarse en el futuro inmediato.

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