«Porque sabemos agradecer a pesar de lo vivido. Porque de todo comienza a ser ya mucho tiempo...», cantaba Bunbury. Recuerdo que fue en un ... garito cualquiera, aquella primera vez que yo le vi.
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La Transición Española no fue obra solo de los grandes líderes nacionales, como los padres de la Constitución. Para que se produjera y nos haya traído hasta aquí eran imprescindibles personas como Carmelo López Tornero. No sería correcto quedarse con que ha sido una persona comprometida con la clase obrera, sino que él ha sido la clase obrera, ha formado parte de ella y ha ejercido como tal. Así, fue concejal socialista en el equipo de gobierno de Cieza al inicio de la recuperada democracia, jugando el papel de plantear y desarrollar iniciativas propias de su ámbito ideológico y, al mismo tiempo, sabiendo encauzar esas inquietudes de la época para que fueran una realidad, pero siempre prevaleciendo la convivencia.
Durante su larga etapa como secretario general de la UGT de Cieza, la Casa del Pueblo, edificio de tres plantas levantado ladrillo a ladrillo por obreros de la albañilería en el tiempo libre que le dejaba su jornada laboral de la época, situada en la calle Pérez Cervera, no podía tener mejor denominación. Fue un lugar que siempre estaba abierto para atender las necesidades de los trabajadores, a todas horas y deshoras, un espacio de asambleas de obreros, reuniones con abogados laboralistas, encuentros con empresarios, hervidero de iniciativas políticas, formación permanente y constantes ruedas de prensa, la más sonada la del 'caso Nolotil'. Poco faltó para que nos echaran a Carmelo y a mí de Murcia. Tuvimos que llamar a los nuestros, sobre todo para saber quiénes eran o cuántos quedaban. Por cierto, la Casa del Pueblo hoy permanece cerrada, pero él no deja de soñar con volver a verla abierta.
Ha sido un hombre de diálogo fácil, pero de principios inquebrantables
Nos habíamos conocido unos años antes. Él fue mi principal apoyo a la secretaría general de la UGT. Muchos me lo recriminaron porque Carmelo representaba, según los puristas, a los que habían llegado al socialismo a través de Cristo, en clara referencia a todos los que, en 1977, participaron en el proceso de unificación de USO en UGT. Quizá fue eso lo que hizo que siempre nos entendiéramos tan bien, con nuestras ideas fundidas en una sola voz: «Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos, compañero».
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Toda su vida ha sido un incansable activista de la gente desfavorecida, que con frecuencia ha despertado antipatía entre los políticos de la derecha, por ser de izquierdas, y recelos entre los de izquierdas, porque su capacidad de movilización podía no serles controlable. Y seguramente no les faltaban razones ni a los unos ni a los otros si lo que buscaban era ganárselo para la causa o para el momento. Porque ha sido un hombre de diálogo fácil, pero de principios inquebrantables. Pocas veces se habrá fallado a sí mismo, pero, con toda seguridad, no se ha permitido fallarle a quien, escaso de recursos, ha acudido a él en busca de ayuda. Mucha, mucha gente.
Uno de sus mayores logros fue liderar la Plataforma Pro-Hospital de Cieza, un hospital que nació cuando la autovía era carretera nacional, multitud de ciezanos tenían que desplazarse a Murcia para casi todo lo sanitario, y muchos de ellos se quedaron en el camino. Un hospital que con justicia lleva el nombre de Lorenzo Guirao y que se hizo realidad por el deseo inquebrantable de las gentes del pueblo, y dotarlo de una cartera de servicios aceptable fue una labor intensa y constante. Para que la Plataforma adquiera la enorme fuerza que alcanzó, cuando pudo quedarse en nada, hubo un momento clave. Carmelo entendió que o era la plataforma de todos o no sería. Y dio cabida en su directiva a personas que ideológicamente estaban en las antípodas. Despertó recelos y controversias, pero acertó con su iniciativa, y estos al incorporarse.
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Durante el periodo que lideró la Plataforma, mantuvo innumerables reuniones con políticos, unos en teoría afines y otros en teoría distantes. Entre ellos, muchas con el entonces presidente de la Comunidad Autónoma, Ramón Luis Valcárcel. Los dos eran conscientes de su poder y de su papel. Vivieron momentos muy tensos, pero también de enorme sinceridad. Con el paso del tiempo, han evidenciado ambos no solo su respeto, más aún, su común afecto.
Hace unos días le visité para trasladarle mi agradecimiento por lo aprendido y compartido, así como mi afecto: «Nos salvaremos juntos o nos hundiremos cada uno de nosotros por su lado, los de arriba siempre se sientan en los de abajo». (Bunbury). «Maestro, ¡que no cunda el desánimo!», respondió él. Su mirada venía de lejos.
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