Vacúnate por mí

Estimado sanitario:

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Llevas 10 meses conviviendo con un microorganismo nuevo, un germen que como decía la escritora y periodista Berna González, nos trastocó la vida ... de golpe. Nos ha hecho enfrentarnos, repetir y sentir, de sopetón y a diario, sin anestesia, una palabra a la que la mayoría de mortales no estamos acostumbrados a pronunciar, al menos, felizmente: pérdida. Y en esto estamos perdiendo y, además, continuamente. Durante meses, al llegar a casa dando un portazo iracundo, has sido consciente de cuánto dejabas atrás; has perdido abrazos de tus seres queridos, de tus amigos… en esos días que llegabas tan roto y abatido sólo te daban ganas de llorar. Has visto días de primavera pasar de largo, perderse desde tu balcón ( y te hacían tanta falta….). Has perdido a compañeros sin poder decirles siquiera lo mucho que los admirabas; sencillamente, al día siguiente faltaba alguien en tu turno y sé que todavía lo estás esperando... Has visto a tu paciente anciana de toda una vida perder la cercanía a tu mesa; cuántas veces le repetías: «Por favor, tiene que estar a dos metros» y ella sigilosa, se acercaba inconscientemente, intentando perder, con disimulo, algún centímetro de esa lejanía imponente a estas alturas de su vida. También has visto la pérdida en ojos ajenos: has visto marchar todo ápice de esperanza, fugarse entre lágrimas de hijos y nietos, envueltos en trajes de astronauta para decir un último adiós. Tu sonrisa vigorosa, también, te la arrebataron hace ya un tiempo, perdida detrás de una mascarilla, o de dos a la vez; mientras tus ojos, cansados y apagados, con falta de sueño, siguen luchando por no caer en el desánimo.

Y frente a esto, te toca enfrentarte a ser la primera línea de entrada de una vacuna recién comercializada. Y tienes dudas, surgen los miedos ante los efectos secundarios, e incluso surgen colectivos en contra, dentro de tu propio gremio. Comprendo que estés cansado del abuso, de ser el pilar de una sociedad que sólo entiende de su ombligo, mientras tú sobrevives al pie del cañón. Pero no te dejes llevar por el bullicio de la multitud ignorante. Es una multitud que habla sin escuchar primero, que accede con libertad a todos los recursos informativos sin tener ningún tipo de juicio crítico. Una sociedad que sólo consume y no importa qué. Se le ha olvidado que estás ahí, sin derecho a nada, simplemente porque yo existo; pero recuerda que vivo también en aquellas personas que han trabajado arduamente para esto; y para proporcionarte una información de calidad, con rigor...y sabes de sobra que no nací en la cuna de san google. Yo creo en ellas y sé que tú también. Más allá de esta España de pandereta, hay muchos colectivos que se han esforzado durante estos meses por buscar el único arma que puede exterminar esta tragedia, que es sanitaria, económica y aunque muchas veces olvidada, también social ¿Crees que fue fácil para Albert Sabin descubrir una vacuna que haría que tu abuelo o tu madre no estuvieran paralíticos? Seguramente no; él tuvo que «sentirme» mucho para no dejarse arrastrar por la masa. Y en su época habría miedo, y más desconocimiento si cabe, pero muchos de sus contemporáneos tuvieron claro que el miedo no iba a ser la causa que les dejara en una silla de ruedas por Poliomielitis. ¿Podrás explicarle a tu paciente lo importante que es acabar con esta pesadilla si no eres capaz de decidir vacunarte? ¡Vacúnate, pues!. Si no lo haces por tí , hazlo por ese amigo recientemente operado de cáncer; al que decidiste no ver hace meses, por miedo al contagio. Acuérdate de tu vecina del tercero, que tiene 80 años y quiere salir a dar sus paseos de siempre. Vacúnate por tu madre, que es de «riesgo», y quiere volver a abrazarte sin tener que arriesgarse. Vacúnate por tu compañera, aquella que no pudiste despedir y que dejó su uniforme colgado en la percha hace ya unos meses. Vacúnate por los abrazos que perdiste, y los apretones de manos que se quedaron por el camino. Vacúnate por mí, que te necesito, aunque entre el bullicioso cansancio y los insultos sociales no me reconozcas. Aunque me veas deteriorada, desnutrida y quemada. Sigo ahí, esperándote detrás de esa mirada con mascarilla, para que tiendas la mano a muchos de los que creen en ti, que son y están, que te necesitan y quieren acercarse. Firmado: tu vocación.

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