Lo han vuelto a hacer. De los autores de 'mascarillas ahora no y ahora sí' triunfa el serial 'como no sé qué vacuna te debes ... poner, elígela tú', ya estrenado en todos sus vacunódromos. No se trata meramente de un caos comunicativo, que lo es, sino de una pésima decisión política con un pecado en origen: jamás debiera haberse llevado al debate público una cuestión que es estrictamente científica.
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Asistimos con preocupante rubor a la generalización de dos actitudes políticas yuxtapuestas e igualmente perversas: la soberbia y el 'desentiende' –más conocido por 'que se ocupe el vecino'–. Algunos se han tomado muy en serio que en familia y comunidad no deben mostrar su habilidad.
Navegamos entre dos universos paralelos, aquel en el que todo se sabe por Iván Redondo (incluso cómo debe ser nuestro futuro) y otro, el 'no tengo ni idea del presente, decídelo tú'.
Es difícil saber si nuestra decisión de escuchar a los expertos es por madurez o un castigo al Gobierno
La pretensión de sustituir al experto es una decisión patética y lo peor, dañina. Nuestros lugares de encuentro, presenciales o virtuales, se han convertido de pronto en escenario de la polémica. Eso sí, hemos incorporado a nuestro lenguaje aquello del ARN mensajero (ARNm) o del virus atenuado. Aunque no acertamos a entender muy bien qué es ni cómo funciona, somos conscientes de que los investigadores han sido los que con su esfuerzo 24/7 nos están sacando de esta pandemia. Ni nosotros ni ellos merecemos la falta de concreción del Gobierno, su carencia de claridad y, lo que resulta hasta doloroso, su inexistente compromiso con la tranquilidad de los ciudadanos y con la profesionalidad de los que realmente saben.
Ahora bien, los españoles han contestado alto y claro. Desde los patios de vecinos o la barra de bar, escuchando la radio, conectados a internet o leyendo los periódicos, hemos consultado a los que saben: los profesionales. A tenor de la respuesta son los únicos en los que realmente creemos. Los ciudadanos han confiado en la recomendación de la mayoría de los expertos. Por primera vez, hemos puesto cara, a través de medios y redes, a grandes profesionales de la investigación, de la medicina, de la ciencia. A expertos de nuestra región o de allende los mares. Los hemos escuchado y los hemos creído, como no podía ser de otra manera. Los españolitos hemos dicho que no queremos elegir, que esa responsabilidad no es nuestra, ni debe serla. Estamos haciendo lo que nos han recomendado mayoritariamente los únicos por los que apostamos en esta batalla: los profesionales que realmente la han librado. Por supuesto, en el fondo de nuestra decisión, subyace la falta de credibilidad del Gobierno de España. Ellos dejan las decisiones sobre nuestra salud en aún no sabemos quién, y mientras visualizan la NASA española o nos hablan sobre los chuletones que no comeremos en el 2050. Si no estuviéramos en pandemia, sería risible.
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Es difícil saber si nuestra acertada decisión de escuchar a los expertos es un ejemplo de madurez social o simplemente un castigo al Gobierno. Honestamente, sería mejor que ganara la primera opción y nos convirtamos en un país que apuesta por el conocimiento y por apoyar los que realmente lo portan. Ese sí es un paso hacia el futuro a dar en 2021 y sin esperar al sueño de ¡¡2050!!
La mayoría de los españoles no quieren más indulto que el de la segunda dosis de AstraZeneca. De ciencia nos cuesta un poquito saber (benditos divulgadores). Pero noción de la justicia y el sentido común tenemos todos. Resulta irresistible que quienes pretenden que sepamos de vacunas para decidir, atribuyéndonos un profundo conocimiento de vacunología, crean que nos vamos a tragar los indultos a los políticos catalanes delincuentes en aras de no se sabe qué concordia. Hasta citan a Adolfo Suárez, comparando la situación actual con la Transición, en un argumento tan grosero como irreverente. Si no se dan cuenta de que el pinchazo con AstraZeneca es un mensaje, tienen que hacérselo mirar. Llegarán las sabias urnas, llegarán.
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