6.30 horas. Suena el despertador y me estiro en la cama: pierna derecha doblada, la acerco al pecho, la izquierda, estirada; lo mismo por ... el otro lado. Pies arriba y abajo, giro de tobillos, saco la lengua como si tuviera frente a mí al mayor de los indeseables, muevo el cuello, respiraciones profundas y ya de pie, hombros adelante y atrás, sacudida del cuerpo a modo de descarga y al suelo a por el gato-vaca, mano de santo para mi rígida espalda.
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Felizmente despejada y desperezada, me siento sobre el zafu calabaza que levanta mis caderas y apoya mis rodillas en el suelo para que la postura de meditación no sea tan insoportable. Tres 'om' sentidos y sostenidos con los ojos cerrados, la concentración en la respiración y luego en el centro de las palmas de las manos que descansan una sobre otra con los pulgares unidos sobre el regazo. Cada meditación es un viaje y un aprendizaje pero les cuento que nada fácil: las piernas que se duermen, una jodienda, y eso de la mente en blanco, un cuento chino que no se lo cree nadie. Dicen que meditar nos hace más sabios, a mí me sobra con la paz y la claridad que a veces consigo en esos veinte minutos que le dedico desde hace años.
Hay meditaciones para aliviar la ansiedad, generar energía, combatir el frío y el insomnio, cerrar ciclos, abrir nuevos, sanar el niño interior, liberar miedos, equilibrar chakras, conectar con el amor y la abundancia, soltar emociones y hasta para ¡ajustar el cambio monetario! Sigan leyendo que la cosa tiene guasa. Agustina Kämpfer es una joven periodista argentina de pelo rubio y ojos azulados que hace unos días se encaramó a uno de los escritorios del programa de televisión en el que trabaja para pedir que bajara el dólar blue que se trapichea en el mercado informal y lo hizo en postura de meditación con las piernas cruzadas.
Unos días después el cambio se tornó más favorable y la periodista no dudó en apuntarse el tanto y presumir de ello en redes sociales: «Namasté y de nada. Solo somos unos simples servidores del Universo. Elijo creer». Namasté, Agustina, pero si lo que dices fuera tan fácil hace rato hubiera meditado para pedir que me toque la lotería y comprarme un barco, también para que en España dejemos de insultarnos y pelearnos. Por cierto, lo de los políticos en plena campaña prometiendo viviendas como si fueran churros, herencias universales para los de 18 y playas en Madrid sin mar pero con muchos árboles da para otra columna, aunque me interesa más escribir sobre las flores de mi jardín que con tanta lluvia y primavera están que se salen.
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