Hay pueblos con los que el SARS CoV-2 se ha cebado cruelmente. Muchos. Los vecinos de todas y cada una de esas localidades han padecido especialmente el dolor de la muerte, la enfermedad y la economía destrozada. Un tsunami vital y social que, no por vociferado, podemos naturalizar y que merece toda nuestra solidaridad y compasión.
Publicidad
Pueblos en los que sus vecinos, aun manteniendo un ejemplar comportamiento, han visto una y otra vez como son castigados por un monstruo invisible y tiemblan cada día esperando las cifras de contagiados y lo que es peor, de hospitalizados y fallecidos.
La causa por la que esos municipios, muchísimos, insisto, han sido espacialmente golpeados por la pandemia, la tendrán que explicar –con el tiempo– nuestros expertos en salud pública y epidemiología. ¿Que lo harán? Sin duda. Pero mientras llega una solución, en términos de terapia para curar la Covid-19 o de vacuna para prevenirla, podíamos mirar, con nuestra mascarilla y la distancia de seguridad precisa, a esos pueblos que tantos titulares han protagonizado, para recordar y recordarles que no son exclusivamente el sitio con el que el virus se cebó, sino que eran, son y serán mucho más.
Totana es uno de esos pueblos especialmente machacado. En el que –por cierto– la Consejería de Salud ha desplegado sin tasa toda la artillería científico-técnica y hasta disruptiva para lograr paliar daños y prevenir más contagios. Mucho se ha hablado de esa estrategia y de sus resultados y poco de que el pasado día 10 de diciembre fue el gran día de los totaneros: su patrona, Santa Eulalia.
Los imagino dentro de la 'no fiesta' rezando a su milagrosa advocación y buscando una mascarilla roja que acompañe a ese 'pañuelico' que los identifica como auténticos devotos de su Santa.
Alguno habrá hecho mantellina en casa, esa bebida 'mágica' que te quita el frío de madrugada, cuando inicias la Romería. Muchos habrán cerrado sus ojos e imaginado el bello rostro de Santa Eulalia cuando el sol le da en su cara a su paso por 'El Rulo'.
Publicidad
Porque Totana es La Santa y La Santa es Totana. Como lo es esa Semana Santa tan peculiar en la que solo los totaneros saben mezclar fe y fiesta... y hacerlo bien. La mañana de Jueves Santo, cuando va llegando cada cofradía a la plaza y antes de que el pueblo vista una túnica única, peculiar y monocolor, la gastronomía de Totana sale a la puerta de cada casa, de cada bar, a recibir a los 'armaos' que acompañan a Nuestro Padre Jesús.
O esas navidades infinitas, porque el totanero empieza a festejar a principios de diciembre y hasta muy después de Reyes cuando la virgen regresa a su santuario, no hay mal día para cantar.
El totanero ama la música y casi en cada casa hay un artista. Y qué decir de sus cuadrillas, si el Tío Juan Rita (DEP) era un habitual de las calles de Totana. O de las fiestas del barrio de San José o de cualquiera de sus ocho pedanías.
Publicidad
Totana es tan hospitalaria que conserva una tradición para determinados momentos consistente en 'abrir la casa' y convidar al que llame a la puerta, siempre de par en par.
Totana son cordiales y 'mantecaos', pipirrana, jallullo y tortas de pimiento molío. Pan de calatrava y garabazo para 'sanmarquear'.
La Iglesia de Santiago con su espectacular artesonado y su retablo barroco o la cripta del s. XVII que esconde las Tres Ave Marías (el 'convento' para sus vecinos) o la Ermita de San Roque y la Capilla de la Milagrosa, la fuente de Juan de Uzeta o el yacimiento de La Bastida.
Publicidad
Totana es la tierra de Bárbara Rey, Chendo o Juan Carrión y tiene una de las mejores cerámicas del mundo nacidas de manos de alfareros tan honestos como artistas. Es la cuna de la calabaza, el pimiento de bola y una gran uva; de noches veraniegas 'a la fresca' de huerto en huerto, por el camino de la Santa o por Carivete.
Totana merece una visita. La estación del año da igual: allí se es bien recibido siempre y hay cultura y gastronomía suficiente para enamorarse durante una larga temporada o incluso para dejar allí un trozo de corazón del que algunos nos desprendimos en los largos veranos de infancia y adolescencia.
Publicidad
No sabemos cuándo saldremos realmente de esta ni cómo. Pero un virus no va a poder con el espíritu, la tradición y la cultura de muchos pueblos que, como Totana, están por encima de un bicho y de casi todo, incluso con la que está cayendo.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión