Viernes negro

Me pregunto, una vez más, por qué no lo decimos en español, viernes negro, y en esta ocasión encuentro un justificante: psicológicamente, el color negro se relaciona con el odio, la maldad, el duelo, la tristeza, la brujería y hasta con la muerte. Los asesores de imagen señalan una diferencia lógica y extendida: en la ropa, que es nuestra primera piel, los colores claros expresan accesibilidad, cercanía, mientras que los oscuros ayudan a proyectar autoridad y una imagen sobria y frugal, adjetivos que se alejan de la alegría de compras y del deseo consumista que lógicamente buscan los comercios.

Del negro también se dice que no es un color y, como argumento, nos muestran una imagen del arcoíris en cuyo espectro visible no aparece el negro –tampoco el blanco– que es la ausencia de luz. Más luz y taquígrafos necesitamos los pertenecientes al común ciudadano, agobiados con los enredos pseudonoticiosos de los tejemanejes que proliferan en las redes sociales, tan profusamente utilizadas para la insociabilidad.

Mientras llegue la iluminación, este viernes y todos los viernes se vestirán de negro para lamentar, por ejemplo, que España sea la segunda nación de la Unión Europea que registra mayor abandono escolar y nos pondremos de luto para mostrar nuestra tristeza ante el hecho de que cuatro de cada diez jóvenes justifiquen la violencia machista, que ha llegado al culmen de que, aquí cerca, un menor haya acuchillado a muerte a su exnovia, de 15 años de edad. Y estaremos de duelo, mientras las noticias abran con tinglados de corruptos y corruptores, cuando...

No siga.

No sigo, pero continúo de luto.