Caminando sobre el alambre

O, al menos, así me lo parece.

Resulta singular que una presidenta autonómica, la señora o señorita Díaz Ayuso, considere «un honor» recibir al presidente de Argentina, Milei (el argentino ha llamado «cobarde» al español, quien, erróneamente en mi opinión, ha elevado sus diferencias personales a la categoría de conflicto diplomático entre ambos países), al que distinguirá con una medalla sin encomendarse a nadie e infringiendo la ley que obliga a las comunidades autónomas a dar cuenta al Ministerio de Exteriores de los proyectos o actuaciones que tengan que ver con la política exterior.

Singular es también que el presidente Sánchez cambie de opinión cada 48 horas. Lo hizo cuando se abrazó a Pablo Iglesias dos días después de asegurar que no dormiría bien si pactaba con Podemos; lo hizo cuando, para vergüenza y humillación del resto de españoles, pactó con Puigdemont una amnistía, exigida por el presunto delincuente huido, sin que este haya mostrado arrepentimiento alguno sino todo lo contrario. Su arrogancia es un agravio al resto de españoles a los que la llamada «financiación singular» les hace diferentes por mucho que la Constitución afirme que somos iguales ante la ley.

Es verdad que políticamente estamos en una etapa muy preocupante. Rodeados de incertidumbres, da la impresión de que caminamos sobre un alambre sin que veamos alternativa que tranquilice. Cualquier asunto a tratar o decidir se convierte, lo convierten, en conflictivo y el respeto al de enfrente brilla por su ausencia.

Por si fuera poco, y hablando de lo singular, asimismo inquieta la teoría tecnológica llamada 'singularidad', una corriente de pensamiento respecto al futuro tecnológico de la humanidad, el cual sostiene que, en un devenir cercano, las máquinas y la inteligencia artificial superarán a la inteligencia humana y, por ende, dominarán el mundo.

Que Dios nos coja confesados.