Para bien, para mal o para regular, los jóvenes de hoy son el inmediato futuro. De ese grupo generacional surgirán los dirigentes, los investigadores, los ... educadores y, en definitiva, quienes hayan de tomar decisiones que nos afectan a todos. Sin embargo, también los jóvenes son el foco de las críticas de los mayores, el llamado conflicto generacional. Desde Sócrates y Platón hasta nuestros días –unos 2.500 años de nada– cada generación se ha quejado y se queja de la descendencia. «No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres, ignoran las leyes y su moralidad decae», decía Platón. Así dice Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid: «Lo tienen todo [los jóvenes de hoy] pero les falta esa cultura del esfuerzo, que se ha ido perdiendo por muchas cuestiones».
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Estas frase, y similares, son reflejo de que cada grupo generacional critica al siguiente, la mayoría de las veces porque no reflexiona, no cae en la cuenta de que la sociedad ha cambiado y, en los últimos años, el cambio ha sido acelerado con la llamada revolución tecnológica, por cierto, otro motivo de queja hacia la juventud «porque mira mucho las pantallas» o «porque se instala en lo virtual, alejándose de lo real», sin que nos detengamos en advertir que su realidad, su mundo, ya es diferente. Y más que seguirá diferenciándose conforme avance la inteligencia artificial.
La cuestión no está en estigmatizar a los jóvenes, llamándoles 'generación de cristal' y otras lindezas peyorativas, simplemente porque no es verdad. Sí es cierto que han tenido una vida más cómoda que la generación anterior, pero su futuro es incierto y les crea inquietud, cuando no angustia como se refleja en el hecho de que ha aumentado el número de jóvenes y adolescentes cuya salud mental es precaria.
Si no fuese por la mirada corta que exhiben nuestros dirigentes políticos, en todas las naciones se daría valor al papel que los jóvenes tienen que desempeñar en la toma de decisiones. 'Hazte ver, hazte oír' es el lema de una campaña organizada por la ONU para concienciar de la importancia que deben tener las aportaciones y la representación de los jóvenes en un mundo donde la crisis climática, las guerras, la desafección política y las desigualdades sociales amenazan etapas decadentes.
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Si alzan la voz, ellos, los jóvenes, lograrán evitarlo.
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