Lo de mis broncas con internet viene de lejos y todo empezó con mi solitaria lucha contra el uso de anglicismos y mi desacuerdo con ... los impedimentos a poner tildes en las palabras. Me alegró, por tanto, que la Fundación BBVA y Twitter promovieran la ortografía en las redes sociales mediante una campaña a la que bautizaron como #acentúate. Sí, ya sé que es una lucha muy desigual, pero mientras exista la palabra 'enlace', no usaré 'link', ni llamaré 'mail' al 'correo'. Es mi granito de arena en defensa de la lengua española. Pero mi disgusto de hoy con internet, con mi computadora, también llamada PC, y con mi 'smartphone', más conocido por 'mi móvil', se debe a que están suplantando mi personalidad.
Publicidad
Ocurrió en Facebook. Un amigo de mi hija recibe una llamada diciéndole que soy yo. El hombre se alegra tanto porque se dirija a él un amigo de su padre, que en paz descanse, y le haga preguntas genéricas y recuerde puntos en común, etecé, etecé, hasta que el contacto termina contándole una milonga cuya solución estaba en que le ingresase 300 euros. Menos mal que no lo hizo, pero ¿en qué lugar quedo yo mientras se piensa si ingresa o no ingresa los 300 pavos?
No acaba ahí todo porque, apenas hace dos días, recibo un mensaje preguntándome si yo era yo porque querían hacerme una propuesta. Naturalmente el mensaje fue directamente a la papelera, pero a ver quién te quita la incertidumbre. Las últimas noticias respecto al asunto hablan de un significativo aumento de los 'ciberdelitos' en toda España –nada menos que un 72 por ciento– de forma tal que es mucho más probable caer en las trampas que se tienden en las redes sociales, incluidas las de tipo sexual, ante lo que previenen Policía y Guardia Civil. El Ministerio de la cosa ha reforzado los medios para combatir a los ciberdelincuentes pero, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, intento colaborar en la concienciación de que somos los usuarios los que debemos acentuar nuestras preocupaciones, ya que el anonimato y la globalización digital juegan en nuestra contra: por una parte, los entornos digitales dificultan el rastreo de las identidades de los ciberdelincuentes y, por otra parte, internet permite que los delitos puedan efectuarse desde cualquier lugar.
Atentos.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión