Esta tarde no vengas
LA RAMPA ·
'Caso Lopetegui'. La moderna y 'ejecutiva' manera de despedir aún conoce mayor crueldad en el mundo del fútbolSiempre me ha gustado el fútbol, al que entonces llamaban balompié. Junto al ansiado balón, que nunca tuve, y aquellos partidazos en el campo de ' ... La Cochera rota', uno de mis recuerdos de la adolescencia son aquellos ardores de estómago, dolor de barriga le llamábamos, sin entrar en detalles, que en más de una ocasión me hizo abandonar el cine en plena sesión. Especialmente dolorosa fue aquella vez que, próximo a aparecer el Séptimo de Caballería cuya cabalgada jaleábamos los críos, me quedé sin ver cómo, por fin, la caravana se veía libre del asedio de los 'salvajes' pieles rojas, que eran los malos de la peli, claro, casi tan malos como Zelensky para Putin. Que a ver qué se han creído estos indios o estos ucranios para no dejarse invadir.
Vuelvo a los problemas digestivos.
El caso es que en una de esas huidas hacia el refugio y el consuelo materno me asaltaron las lágrimas y las ganas de vomitar. Náuseas. Una especie de náusea –existencialista ella, como la famosa novela de Sartre– me provocan los así llamados 'ceses fulminantes'.
Desde que el mundo es mundo, quien paga manda. Y cuando quien paga considera que un empleado no le sirve, le manda a casa. A veces, muchas veces ya, sin contemplaciones, es decir, sin reflexionar las consecuencias del despido y sus formas. Sin interés humano por lo que hará ese joven que después de estudiar muchos años encuentra su primer trabajo y le echan por su falta de experiencia. O el despido sin detenerse a pensar qué secuelas dejará en esa persona ya talluda, y en su familia, a la que acabas de decir «esta tarde no vengas».
Toda esa moderna y 'ejecutiva' forma de despedir, aún conoce mayor crueldad en el mundo del fútbol profesional donde, previo al despido, se silba e insulta al que ya es carne de destitución. Generalmente, el entrenador. Muchos de ellos han sido cesados de manera fulminante, pero nunca, que yo sepa, como en el caso de Lopetegui, echado por el señor Rubiales en plena concentración y a pocos días del inicio del último Mundial y en el Sevilla donde, rizando el rizo, le traen y enseñan a su sustituto, pero le obligan a quemar su último cartucho en la Champions. Y si esta vez uso el barbarismo es para señalar un acto de barbarie.
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