Mujeres rurales: la mitad invisible de la España vaciada
Las mujeres en el medio rural tienen una tasa de inactividad del 38,4%, cifra muy superior al 15% de los hombres
Cada 15 de octubre, desde 2008, se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Esta celebración fue establecida por la Asamblea General de las ... Naciones Unidas para reconocer la función y contribución de las mujeres rurales en la promoción del desarrollo agrícola y rural, mejora de la seguridad alimentaria y erradicación de la pobreza rural. La resolución instaba a que organizaciones y sociedad civil pusieran en práctica medidas que mejoraran la vida de las mujeres rurales, incluyendo en esta categoría también a las mujeres indígenas.
Publicidad
Este año, la celebración me resulta más cercana porque se ha puesto en marcha la Red Estratégica para el establecimiento de un observatorio interdisciplinar de los territorios de despoblación y despoblamiento en España. Un nombre ciertamente largo que, con acierto, su director, Rubén Camilo Lois González (Catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Santiago de Compostela), ha sintetizado en el acrónimo DESP-OB. Dirigida desde el Instituto de Estudios y Desarrollo de Galicia, es un proyecto tan ilusionante como ambicioso que tiene como objetivo identificar buenas prácticas y crear herramientas estratégicas para trabajar sobre el reto de la España vaciada. En esta iniciativa están implicados once centros de investigación. Uno de ellos es el Centro de Estudios de las Mujeres y de Género de la Universidad de Murcia, a través de mi participación. No solo es un proyecto ilusionante, sino de alta calidad, ya que ha obtenido financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en una convocatoria muy competitiva.
Hay una parte de serendipia en mi colaboración, porque el Instituto de Estudios y Desarrollo de Galicia siempre me ha recibido con los brazos abiertos, en las duras y en las maduras. Volver a colaborar con ellos con un tema que, literalmente, conecta con mis raíces, también salda una deuda personal. Mis primeros recuerdos y vivencias remiten a una minúscula aldea gallega de unos 50 habitantes –entonces, hoy escasamente residen allí dos docenas de personas–, y son una historia muy particular de lo que representan las mujeres en el medio rural. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en España (datos de 2023) hay 3,8 millones de mujeres que viven en municipios rurales. Una población se considera rural si el número de habitantes es inferior a 10.000. En conjunto, el 49% de la población de los municipios rurales son mujeres. Es una cifra inferior a la media nacional, donde casi el 51% de la población son mujeres.
Hoy, las mujeres en el mundo rural también afrontan retos propios. La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales en el estudio Mujeres rurales. 20 años avanzando por la igualdad (2025) subraya la persistencia de la brecha de género. Las mujeres en el medio rural tienen una tasa de inactividad del 38,4%, cifra muy superior al 15% de los hombres. Una de las mejoras destacadas en el campo español en la última década se debe a la Ley de Titularidad Compartida de las Explotaciones Agrarias. Aprobada en 2011, fue una ley pionera que permitió que un matrimonio o pareja de hecho gestionase de forma conjunta una explotación agraria. En la práctica, supuso que muchas mujeres se incorporasen formalmente a la gestión de las explotaciones agrícolas, visibilizando su trabajo y otorgándole un reconocimiento legal. Aun así, solo el 29% del total de las explotaciones agrarias tienen titularidad femenina; además, las explotaciones dirigidas por mujeres son en promedio de menor tamaño. El dato es importante, porque esto implica que sean menos rentables en términos económicos, con menor acceso a la innovación, y más dificultades para acceder a la distribución de recursos públicos. Por ejemplo, el acceso a las ayudas de la Política Agraria Común también refleja esta desigualdad. Donde ellas van por delante es en el cuidado: la falta de infraestructuras y recursos agudiza una dedicación que se traduce en muchas horas. La labor de cuidadoras de familiares, niños o mayores, es un trabajo que ni se paga ni se reconoce, generando una precariedad física y emocional.
Publicidad
Esta imagen economicista dista de los recuerdos almacenados en mi memoria, que me llevan a una infancia despreocupada. Y ahora que lo escribo, veo con nitidez que esta felicidad emanaba de los trabajos y cuidados invisibles de las mujeres de mi entorno. Tenemos una gran deuda con las mujeres que vertebraron nuestro territorio; reconocerlas también es asegurar la supervivencia del mundo rural.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión