Playa Punta Brava en el Mar Menor, en una imagen de archivo. J. M. RODRÍGUEZ / AGM

Sigue la confusión en el Mar Menor

Domingo, 15 de agosto 2021, 08:03

Resulta frustrante que los elevados costes del seguimiento ambiental de la laguna del Mar Menor, adjudicados discrecionalmente (a dedo, vaya) desde un primer momento, redunden ... insistentemente en mensajes confusos y erróneos.

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Desde el inicio la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente ha optado por un seguimiento de la laguna principalmente en uno solo de sus compartimentos (el cuerpo de agua), obviando partes tan importantes para comprender el sistema como el fitobentos, los filtradores y especialmente los factores de presión, es decir, las entradas de nutrientes –no tanto de agua– desde la cuenca por las cinco vías principales; urbana (accidental y filtraciones), superficial de drenaje, salmueras por vía superficial, eventos extremos de precipitación y avenidas y descarga directa de acuíferos en la laguna.

La obsesiva confusión entre agua y nutrientes parece ya enfermiza. No existe una correlación simple entre ambas, pues median entre ellas los procesos naturales de desnitrificación. En general las entradas por vía óxica (superficial) llevarán mayor carga proporcional de nutrientes por unidad de volumen de agua que las entradas por vía anóxica (subterránea), donde se activan procesos de desnitrificación en presencia de comunidades microbianas, materia orgánica y ausencia de oxígeno. Por tanto, las entradas subterráneas en la mayoría de casos no conservan la carga de nutrientes de origen. No obstante, el guía oficial y tecnoespiritual en este asunto, nuestro colega el Dr. Pérez Ruzafa, insiste en confundir agua y nutrientes, nutrientes que por cierto no se miden en su entrada subterránea, no sea que nos sorprendamos y sus argumentos se desmoronen. Además, parece obsesionado por establecer un nivel de referencia personal para el Mar Menor en términos por ejemplo de salinidad, obviando que por definición, como se establece en los desarrollos técnicos de la directiva Hábitat, las lagunas litorales presentan una alta variabilidad en este factor. Entendemos que el carácter hipersalino (más salino que el Mediterráneo) debería ser un elemento de referencia, pero fijarlo en 44-45 g/litro para demonizar cualquier entrada de agua nos parece un error de bulto porque una lluvia torrencial (por lluvia directa y por avenidas) hace cambiar en torno a 4 g/litro la salinidad de la laguna. Sería más lógico establecer un rango, por ejemplo de 43±4 g/litro.

Pero revisemos las pruebas del nueve sobre las interpretaciones oficiales del papel de las aguas subterráneas:

1. Los datos empíricos contradicen sus argumentos. El estudio de Tragsatec demostró que la entrada subterránea es de 8,5 hm3 anuales y no de 68 hm³, como se venía afirmando, lo que revela una sobreestimación de ocho veces sobre el valor real.

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2. La eutrofización necesita nitrógeno y fósforo, pero el acuífero no contiene fósforo. Si la principal entrada fuera subterránea, no se explicaría la crisis eutrófica.

3. Cuando más se explotó el acuífero (extracción masiva de agua del Pliocuaternario de unos 60 hm3 para desalobración), mayor fue la entrada de nutrientes y se convirtió en el factor final del colapso de la laguna. Es decir, el bombeo desde el Pliocuaternario no evitó la entrada masiva de nutrientes porque dicha entrada no era principalmente subterránea sino superficial, incluyendo las salmueras. La desalobración aceleró la conexión de los nutrientes del acuífero con la laguna (a través de las salmueras) y desconectó en parte a los humedales de su papel en la desnitrificación.

4. Cuando se mitigó en 2016-2017 la entrada superficial de salmueras y otros drenajes, el Mar Menor mejoró en parte (pese a que no se intervino en los flujos subterráneos) hasta que llegó la DANA y barrió súbitamente todos los nutrientes acumulados en la superficie del Campo de Cartagena y los depositó en la laguna.

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5. La cuenca sur es la que peor está y es por donde entra menos agua desde el acuífero (entra sobre todo por la cuenca norte). No hay, por tanto, una correlación simple entre la zona que está peor y el sector por donde entra más agua subterránea.

Es evidente que existe cierta entrada subterránea de nutrientes que hay que considerar, pero la entrada principal no parece ser por esa vía. Ni bombear desde el acuífero ni empeñarse en evitar cualquier entrada de agua dulce a la laguna (entradas que forman parte de su dinámica natural) van a resolver el problema porque tienen poco que ver con sus causas, que hay que buscar más en los nutrientes asociados al modelo agrario del Campo de Cartagena, como múltiples estudios han demostrado. Dejemos ya de confundir el vector (el agua) con la enfermedad (los nutrientes). Nos irá mejor.

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Necesitamos un poco de más honestidad científica y una mayor separación e independencia entre los técnicos e investigadores y los poderes públicos que les financian sus estudios. En este sentido, sería preciso un dictamen externo sobre el Mar Menor y las medidas adoptadas y sobre las que se precisarían para su restauración que establezca una hoja de ruta seria y consolidada científicamente. Dejemos de establecer teorías simples e interesadas en las que no encajan los hechos. Resulta tedioso e inútil.

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