Son tiempos desabridos estos, en los que no necesitamos políticos, sino líderes. No necesitamos gobernantes a los que aprieta la corbata y el traje les ... queda grande, sino gente lúcida. Está claro: el problema no es de talle, sino de talla; no es de chaqueta, sino de gente capaz, de cierto tonelaje. Y la premisa es clara: el mejor será aquel líder que pueda sacarnos del marasmo en el que estamos en un tiempo razonable y con el menor daño posible. Ahora bien, si se mira a tribuna dan ganas de ponerse a llorar. Trump sale a disparate por día y sus baladronadas empiezan a causar, no indignación, sino indiferencia: es tan ridículo que es difícil tomarlo en serio. ¿Y en España? Pedro Sánchez es la viva imagen de la derrota: gesto desvaído, como fatigado y sin entereza. Y qué decir de Inglaterra e Italia. Eso sí, como recurso final siempre nos quedará ir a la Antártida, el único lugar en el mundo que al parecer sigue sin coronavirus.
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