La palabra solo cobra sentido cuando se escucha o se lee. Y estas lo harán cuando ya sepamos el resultado de las elecciones en la ... Comunidad de Madrid. Aunque allí ya han ocurrido algunas cosas previas que mejor no olvidar.
Publicidad
Los ciudadanos españoles son ciertamente moderados, en forma y fondo, mucho más que la mayoría de sus actuales representantes. Cuando España consiguió con enorme esfuerzo convocar sus primeras elecciones democráticas en décadas, toda España cantaba aquello de «libertad sin ira». Un grupo musical, Jarcha, puso letra a una realidad constatable. Los españoles querían ser felices y solo siendo libres se podría conseguir. Parte de esa canción hoy acabaría en algún juzgado si se contempla a través de los ojos (a veces algo miopes) de nuestro tiempo. ¿Pero quién no quiere –entiéndase la metáfora– su paz, su hembra y su fiesta en paz? ¿Quién no quiere ser feliz y libre?
Generar consensos obliga a ceder poder y, a veces, lastre. Llegar a un acuerdo siempre implica negociación y concesión. Pero en España se pudo llegar a pactos precisamente porque los extremos se moderaron y dejaron ese lugar tan alejado del deseo mayoritario para generosamente confluir con la voluntad de casi todos. Y ese encuentro se consiguió acercándose con la palabra y desde el respeto.
Si nos interpeláramos a nosotros mismos, y nos preguntáramos si algo así sería posible hoy, es evidente que la respuesta mayoritaria sería un 'no' con mayúsculas.
Y quizá no tanto debido a que muchos de nuestros políticos no fueran capaces, que los hay, sino a la agresividad, ruido y hasta mala educación de la que hacen gala algunos.
Publicidad
Por encima de casi todo, están las formas y cuando se abandonan, el oído desconecta y no nos equivoquemos: la famosa y reiterada desafección ciudadana por la política se debe más a las escandalosas reacciones, griterío y pérdida de talante que a la propia realidad argumental o incluso a la situación social y económica. Hemos vivido graves crisis en nuestro país, diferentes a la actual y también muy duras. Pero lo irresponsable e irresistible es que en plena pandemia lo que más contemplemos sean escándalos, insultos y puñaladas que conducen a mociones de censura o a elecciones. Y todo ello conviviendo con un virus que sigue ahí, amenazante.
Pero como en la aldea gala de Astérix, tenemos un reducto. En una preciosa ciudad trimilenaria del sureste español, dos señoras se ponen de acuerdo en su momento y logran cortar contra todo pronóstico con un populismo que algunos definen como pseudonacionalista y cateto. Seguro que fácil no era. Estas dos estupendas políticas, Noelia Arroyo y Ana Belén Castejón, representaban, respectivamente, a PP y PSOE cuando ya el bipartidismo se difuminaba y, desde la llegada de Sánchez, parecía improbable cualquier acuerdo entre liberales-conservadores y socialdemócratas, en un escenario de «no es no», en el que descartábamos cualquier milagro. Pero se produjo el fenómeno,
Publicidad
Castejón y Arroyo consiguieron redactar un acuerdo de legislatura hace dos años, y además lo están ejecutando en un clima aparentemente excepcional de entendimiento y trabajo.
No hay que olvidar que el voto de Ciudadanos para conformar esa coalición fue clave, aunque también hay que tener presente que mientras el Partido Popular apoyó sin fisuras la decisión de su candidata, el PSOE castigó a Castejón y Ciudadanos recientemente ha pedido la 'cabeza' de Padín. Ambas actitudes, la de PSOE y Ciudadanos, parece que motivan muy poco a que se repita el ejemplarizante escenario de Cartagena. Nos ha fascinado escuchar de boca de la propia Arroyo, en declaraciones realizadas a LA VERDAD, frases como «hay respeto, jerarquía y confianza entre todos los concejales con independencia del partido al que pertenezcan». O a Castejón afirmar que está «orgullosísima de este gobierno, que está lleno de lealtad, generosidad y buena gente». Increíble pero cierto.
Sí, en Murcia también pasan cosas positivas y sorprendentes por inusuales. Algunas señoras y señores de la Región nos demuestran que no todos los políticos están por montar numeritos, en ocasiones graves, y que todavía queda esperanza, en el fondo y en las formas.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión