Si salimos de esta

Cualquier cosa antes que aceptar que todo ha cambiado

Hay quien sostiene que tras su intervención se le vio subir a un coche con seis años rodados y poner rumbo a Barcelona diciendo que se alojaría donde siempre

Martes, 14 de mayo 2024, 00:29

Siempre que voy con un amigo a Barcelona y dejo que sea él quien se ocupe de buscar alojamiento, acabo durmiendo en la misma avenida. ... El motivo es que una de las primeras veces que fuimos y nos decantamos por esa zona, todo salió razonablemente bien y tengo que aceptar que la ausencia de malas noticias suele ser un argumento imbatible para evitar el movimiento.

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Él no siente la necesidad de explorar nuevas alternativas y yo, que siempre he querido pisar todas las calles de todas la ciudades y equivocarme de sitio y plantarme en cuantas direcciones erróneas fuera posible, he ido, poco a poco, viendo con mejores ojos su talante de entrenador italiano a la hora de calibrar los riesgos. Además, todo hay que decirlo, la avenida es bastante acogedora.

Hace unos meses leí en este periódico una carta al director que me recordó a él. La firmaba un lector llamado Pedro Soto. Contaba que un amigo suyo –que debía ser terriblemente parecido al mío– había sufrido un aparatoso accidente de tráfico que se saldó sin daños personales pero con su vehículo en la chatarra. A los pocos días, el accidentado se había comprado «un coche idéntico de segunda mano, con seis años rodados», casi indistinguible del primero. Cuando, sorprendido, Pedro le preguntó a su amigo el motivo, sabedor de que el dinero no era un condicionante, este le contestó: «No soy una cobaya».

Hay gente capaz de hacer lo que sea para crear a su alrededor la ficción de que nada cambia. Tuvimos varios ejemplos en la noche del domingo, durante las valoraciones de los resultados electorales de Cataluña. Especialmente destacables me resultan los casos del representante de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, y de Carles Puigdemont, el primer telecandidato de la historia.

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El de los naranjas apareció como la única persona que no sabía que su formación se había disuelto en Cataluña, tras lograr menos votos que el PACMA. Así, culpó a la cobertura informativa de su falta de apoyo en las urnas y anticipó el regreso en unos próximos comicios ante la sonrisa helada de sus compañeros, que aplaudían como se aplaude un número de circo cuando sale mal: por haberlo intentado.

Puigdemont, por su parte, se propuso como 'president', como si nadie le hubiera advertido de que los partidos que apuestan por el 'procés' ya no suman lo necesario. Hay quien sostiene que, tras su intervención, se le vio subir a un coche con seis años rodados y poner rumbo a Barcelona diciendo que se alojaría donde siempre. Pero es difícil que en ese viaje no acabe dando con algo –con una imperfección en el salpicadero o una mancha desconocida en la tapicería– que le haga caer en la cuenta de que el vehículo, con el que puede que vaya camino de volver a estrellarse, no es ya, por mucho que quiera, el mismo de 2017.

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