Sabemos que estamos en una crisis económica de amplio espectro. En España, la tasa de variación anual del IPC (Índice de Precios de Consumo) ha ... sido del 9,8% en marzo de 2022, con una inflación acumulada claramente insostenible. En esta situación, la escalada de precios es imparable y la bolsa de la compra se resiente por todos los frentes. Pero existe una estrategia comercial, de la que comienza a hablarse, que intenta camuflar o disimular el encarecimiento generalizado de los productos reduciendo la cantidad que se vende mientras que se mantiene el precio.
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Ya el paleontólogo Stephen Jay Gould, en su libro 'Dientes de gallina y dedos de caballo. Más reflexiones acerca de la Historia Natural' (1984), en el ensayo 'Disminución filética en el tamaño de las Hershey Bars' nos hablaba de ella, explicándola como la ley del decrecimiento del tamaño filético para los bienes manufacturados y aclarándonos que estos productos tienden a contradecir las leyes de la evolución natural, donde los linajes orgánicos tienden a aumentar de tamaño. Una contraposición más entre lo cultural y lo natural.
En principio, el mercado encuentra más fácil reducir la cantidad y no asustar al consumidor con subidas de precios más obvias. Pero uno de los problemas más evidentes de esta estrategia es que produce una cantidad mayor de envases. Si mantenemos el tamaño de las botellas de plástico de champú, gel, detergente, suavizante, limpiadores, batidos, etc., pero reducimos sus contenidos, es impepinable que utilizaremos más envases para cubrir las mismas necesidades de producto que hasta ahora.
El resultado final es que pagamos más por el bien de consumo, puesto que la subida de precio existe, e incrementamos la cantidad de envases principalmente de plástico. Tan solo nos engañamos a nosotros mismos al pasar por la caja y creer que un producto no está más caro. Recomendación: fíjense bien en la cantidad de contenido que indican los envases y piensen en estas cosas cuando el champú o el desodorante se acaben más rápido que nunca.
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Las consecuencias de este incremento de envases tienen mucho que ver con el gran acumulo de plásticos que genera nuestra civilización. La Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES en inglés) indica que la contaminación por plásticos es una de las principales amenazas para el ambiente y la salud humana. Según su informe 'Evolución Mundial sobre la diversidad Biológica y los servicios de los ecosistemas' emitido en 2019, en ese momento «la contaminación marina por plásticos se había decuplicado desde 1980 y afectaba por lo menos a 267 especies, pudiendo perjudicar a los humanos a través de las cadenas tróficas».
El informe del Fondo Mundial para la Vida Silvestre y la Naturaleza (WWF) 'Naturaleza sin plástico', también de 2019, señalaba que, en promedio, una persona podría ingerir cada semana aproximadamente alrededor de 2.000 piezas de microplásticos, lo que corresponde a 5 gramos y es el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. Los efectos en la salud humana de esta ingestión aún no se conocen con exactitud, pero el mismo informe indica que los riesgos pueden ser más importantes de lo que se sabe hasta ahora.
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Nuestro planeta se la juega y lo que hagamos hoy decidirá el camino que hemos de recorrer y las circunstancias futuras. Son muchos los frentes, pero el económico marca y condiciona sin ninguna duda nuestras estrategias, posibilidades y opciones. Yo creo que si vamos a pagar más por nuestros productos de consumo, por lo menos que no intenten despistarnos con subidas camufladas y, sobre todo, que al costo no le estemos añadiendo otro de tipo ambiental que hipoteca nuestra salud, nuestros ecosistemas y el futuro de las nuevas generaciones.
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