Afecha de hoy y a no ser que desista, 2021 ha empezado con ganas. En menos de trece días hemos contemplado cómo el SARS CoV-2 corre nuevamente a sus anchas por toda la geografía nacional. En EE UU se ha producido un patético pero gravísimo atentado antisistema y Madrid, junto a medio país, asolado por un temporal de frío y nieve como no recordábamos. Así ha llegado al mundo este nuevo año. Y no lo provoquemos.
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Empezando por el final, la borrasca 'Filomena', a nuestro pesar, era imparable. Y ya vendrán los expertos (junto al ejército de cuñados) a explicarnos si la gestión de las administraciones ha sido mejor o peor. Lo que llama poderosamente la atención es que se cuestione el hecho de que diferentes políticos hagan un llamamiento a la ciudadanía para que colabore en la medida de sus posibilidades, que incluía desde no salir de casa hasta poner sus todoterrenos al servicio de los sanitarios y pacientes o limpiar aceras y carreteras.
Cada uno sabemos muy bien qué podemos hacer y cómo podemos hacerlo. ¿Y? El que pueda ayudar, que ayude. Bendito sea. Se trata de una emergencia y todos tenemos el deber, fíjense, el deber de comprometernos del modo que nos corresponda y sea posible. Pero una vez más y hasta en casos tan extremos, escuchamos voces criticando la llamada a la responsabilidad. «El alcalde Almeida ha puesto a los madrileños a limpiar». (¿¿??) No, el alcalde Almeida ha pedido colaboración y solidaridad.
Hablamos orgullosamente de responsabilidad social y hacemos bien. Pero por encima de una asignatura, un máster o una posible fuente de legislación, la responsabilidad social es una manera de mirar al mundo generosa, amplia, sostenible, aliada y personal. Publicamos libros, hacemos tesis doctorales, tenemos una vicepresidencia del gobierno 'para la Agenda 2030' (o, lo que es lo mismo, para lograr que se cumplan los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la Organización de Naciones Unidas) y cuando un político nos dice que intentemos ayudar al vecino, lo ponemos a caer de un burro porque consideramos que eso es obligación de la Administración y no nuestra.
Tal y como ha empezado este año, y con lo que estadísticamente nos puede quedar por vivir, lo mejor que puede hacer Pedro Sánchez, bien asesorado por Iván Redondo, es contratar una legión de expertos en invasiones alienígenas –no vaya a darse el caso– con la sana intención de anticiparse, fundamentalmente para la foto. Es posible que entre los muchos desastres que nos puedan seguir asolando, los extraterrestres no nos visiten, no tenemos el patio para mucho turismo, pero desde el Gobierno volverían a justificar gastos en estupideces que engordan la Administración gracias al dinero público (ese que según Calvo «no es de nadie», pero que pagamos todos de nuestros impuestos) y, de paso, publicar un tuit glorioso.
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Durante la pandemia hemos conocido el 'efecto colabore', pero en un escenario aún más doloroso y complejo. Los políticos que no están desaparecidos y trabajan (autonomías y ayuntamientos) son criticados por cualquier medida y, por supuesto, tenemos derecho, faltaría más. Pero a estas alturas ya deberíamos saber que cada uno es responsable de todos los demás. Y que los llamamientos de esos políticos a cumplir las recomendaciones sanitarias son necesarios y coherentes. Y si lo enfrentamos como una regañina es que vivimos puerilmente en los mundos de Yupi. ¿O nuevamente hay que contratar personal para –en esta ocasión– poner a cada cual un guardia de seguridad en la espalda? Somos una sociedad fuerte, adulta, responsable, comprometida... demostrémoslo: ayudando al vecino, cogiendo la pala o vacunándonos. En definitiva, participando activamente y sin tutelajes que, además, nos salen carísimos. No permitamos una sociedad sin sociedad.
Los que muestran orgullosamente en su solapa el pin con los objetivos de desarrollo sostenible, pareciera que solo conocen los colores de los mismos, suponiendo que no haya ningún daltónico. Pueden ahorrarse el agujerear su solapa. El número 17 de esos ODS se denomina 'alianzas para lograr los objetivos'. Si una pandemia o una feroz nevada no logran enseñarnos esto, incluso personalmente, confiemos en esa invasión alienígena... Quizá sea nuestra última oportunidad... con la que está cayendo.
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