De lo público, lo privado y lo concertado
Se hace justo y necesario recordar el valor añadido a la sociedad por un sector sanitario privado que aporta un 4% del PIB nacional y crea 400.000 empleos
Si el título ha captado su atención pensando que se iba a tratar aquí sobre la polémica Ley de Educación de hace unas semanas, nada ... más lejos. Aunque si es padre o madre, alumno, docente o simplemente ciudadano preocupado, quédese por aquí, ya que este tema también nos afecta a todos.
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En las últimas décadas se han llenado discursos y papeles, por reivindicar y procurar el éxito y el mantenimiento de la joya de la corona de nuestro estado de bienestar: la sanidad pública. Es lógico, brillante la queremos todos, puesto que todos somos sus 'propietarios'. Pero sorprendentemente, en los últimos tiempos, esa defensa de lo público ha ido acompañada desde ciertos sectores políticos y mediáticos de un inesperado vilipendio, al menos dialéctico, de la sanidad que no viene directamente ejecutada desde el poder público, esto es, la sanidad privada. Así, hemos podido oír y leer que la lucha contra la pandemia se libraba en exclusiva en centros públicos o incluso cuestionar si la inoculación de la vacuna a los sanitarios que ejercen exclusivamente en clínicas privadas debía diferenciarse, en tiempo y forma, de los de la función pública.
Cabe preguntarse si los sanitarios de la privada han estado de brazos cruzados, o viendo series en casa desde marzo. ¿Acaso no ha habido asistencia sanitaria contra la Covid activa (ingresos, tratamientos, pruebas diagnósticas...) y preventiva (inversión propia en mecanismos de barrera y desinfección, tratamiento de patologías predisponentes...) desde la privada? Por seguir en el ámbito de la pandemia, debemos recordar que todos los recursos de la sanidad privada se pusieron a disposición de las autoridades nacionales y autonómicas en la lucha contra el coronavirus. Me permito resaltar que entre el 17 y 20 de marzo, los dentistas de la Región, a través de su Colegio, entregaron decenas de miles de guantes, mascarillas y batas quirúrgicas a la Consejería de Salud, que se quedaba sin suministro. Y en cuanto a la vacunación, cabe preguntarse si el virus hace distinciones según cómo remunera el paciente el acto profesional de los sanitarios, si directamente de su bolsillo, o lo hace con un circuito de impuestos-presupuesto de la Administración mediante. No parece que haya inmunidad natural cuando no hay intermediario entre ciudadano y sanitario. Que ahí se condensa, por cierto, otro pensamiento erróneo muy asentado: que la sanidad pública no cuesta, puesto que no nos presentan factura.
La diferenciación taxativa, y en algunos casos antagónica, que algunos establecen entre lo público y lo privado, podría adecuarse más en otros temas. Pero, en cuanto a lo sanitario, no debemos caer en ese maniqueísmo tan ibérico de buenos y malos, de negro y blanco. Miren, en todo hay grises, también en esto. Las relaciones entre sanidad privada y pública es en muchos casos estrechísima y las interdigitaciones son múltiples. En los casi 500 hospitales privados de España se realizan una de cada tres intervenciones quirúrgicas y se atienden un 25% de las urgencias, eso sin contar las odontológicas o las de fisioterapia que se atienden por miles cada día en las clínicas de todo el país. Mediante un modelo de concierto se canalizan hacia clínicas privadas miles de operaciones, diálisis, transporte sanitario, pruebas y demás actuaciones que, de intentar asumirlas, colapsarían el sistema público.
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En un modelo claro de asistencia concertada, las mutualidades que forman parte del Sistema Nacional de Salud, las de funcionarios civiles (Muface), de las Fuerzas Armadas (Isfas) y de funcionarios de Justicia (Mugeju) dan a elegir a sus mutualistas la modalidad asistencial que prefieran, siendo la privada la elegida por un 86% de ellos. Otro ejemplo de colaboración sinérgica es el del Plan de Atención Dental Infantil, cubierto por las cuentas públicas y ejercido en las clínicas dentales, cosa que sería inabarcable en los centros de salud, y que si se extendiera a los adultos nos equipararía al modelo de salud bucodental francés, un ejemplo de gestión público-privada sólido y eficiente.
Por tanto, reivindicando siempre el mantenimiento y mejora de la sanidad pública, se hace justo y necesario recordar el valor añadido a la sociedad por un sector sanitario privado que, en estrecha colaboración con el público, aporta un 4% del PIB nacional y crea 400.000 empleos. No debemos ver sanitarios públicos o privados, sino ver médicos, odontólogos, farmacéuticos, veterinarios, fisioterapeutas, enfermeros, psicólogos, logopedas... y así hasta una veintena de profesiones sanitarias, sin más calificativo, dispuestos a alcanzar el mayor objetivo de su práctica profesional, que es el bienestar de sus pacientes.
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La sanidad, sin más adjetivos, y en todas sus versiones y formas, tiene un fin prioritario: procurar la salud. Y la salud, como la actualidad diaria se empeña en recordarnos, es cosa de todos y nos implica a todos.
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