Pilar Miró y la Transición
Aparentemente retraída, culta, con carácter, luchadora a ultranza, trabajadora, tocó con profesionalidad casi todas las especialidades relacionadas con el cine y la televisión
El pasado viernes, 26 de marzo, La 2 de TVE, en su tendencia cultural, como viene siendo tradicional, nos ofreció la oportunidad de volver a ... contemplar la proyección de la que puede ser considerada la mejor obra cinematográfica de la reconocida directora de cine Pilar Miró, que fue además directora general de Cinematografía y del Ente de Radiotelevisión Española, realizadora de TVE y guionista. No obstante la delicada salud que sufría, recibió en el año 1996 por la película que se comenta, 'El perro del Hortelano', maravilla literaria en verso, comedia palatina en tres actos, siete premios Goya, entre ellos en las categorías de Mejor dirección y Mejor guión adaptado, que también había recibido en el año 1991, y en las mismas categorías, por su película 'Beltenebros', thriller político, de personajes cínicos y descreídos por el que ganó el Oso de Plata del Festival de Berlín, y que junto con 'Gary Cooper, que estás en los cielos' (1980), preludio de su enfermedad coronaria y vivencia vital, y 'El crimen de Cuenca' (1979), de hondo calado político, encumbraron su obra. Fue precursora de la introducción de los valores democráticos y de la libertad de expresión en sus variados trabajos, gozó de la confianza del máximo representante del Partido Socialista de entonces y padeció a su vez la afrenta del segundo cargo del mismo partido, y de otros, por un supuesto delito de malversación de fondos públicos, del que fue absuelta por la Audiencia de Madrid.
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Estudió periodismo y algunos cursos de Derecho en la Complutense de Madrid, en donde la conocí, y se graduó en la Escuela Oficial de Cine. Aparentemente retraída, culta, con carácter y fuerte temperamento en el oficio, luchadora a ultranza, eminentemente trabajadora, tocó con profesionalidad casi todas las especialidades relacionadas con el cine y la televisión, también el teatro y la retransmisión de otros acontecimientos como la opera, que siempre tenían su toque particular por el cual brillaban sus actuaciones.
Esta obra de Lope de Vega, que procede del dicho popular o expresión idiomática de «no hacer ni dejar hacer», o más exactamente «ser como el perro del hortelano, que no come ni deja comer», es trasladada en la obra del autor al tema amoroso. Su argumento consiste en que la dama protagonista, la condesa Diana, juega con amar o no a su criado o secretario Teodoro, enredado con la dama Marcela, de quien siente celos y por lo cual ni le deja amar ni ser amado por otra persona. Este argumento es llevado al séptimo arte por Pilar Miró con tal altura, expresión del lenguaje, respeto en lo posible al texto original, entretenido divertimento, ambientación y diseño, y para más una representación sobresaliente de sus tres personajes principales, desempeñados hasta la perfección, especialmente por Emma Suárez (la condesa Diana), seguida de Ana Duato (Marcela) y Carmelo Gómez (Teodoro), que sin merma de la obra original y el culto verso, consigue una película redonda de una comedia de enredo de 1618, en la que se resaltan las habilidades y defectos de cada uno, el encanto y maquinación de la condesa, la sumisión y conveniencia de su dama y el desconcierto y aparente cultura del interesado criado o secretario, sin que falte la mentira social, como ahora, e incluso la trama criminal de palabra. La diferencia es que en aquélla época el final siempre era feliz.
Es indiscutible la altura cinematográfica en todos los aspectos de la película que la rigurosa dirección y guión de Miró supo dar a la obra de Lope de Vega, y ello sin merma alguna de las cualidades del original.
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Sin embargo, no eran estos comentarios la única motivación de estas líneas. Han sido más bien la excusa para resaltar la valía de una persona de coraje y acción, con argumentos, muy protagonista en su ámbito de creatividad artística en la etapa dorada de la Transición, con premios conseguidos en España y fuera de ella, en el Festival de cine de Cartagena de Indias (1980) o en el Festival de Mar de la Plata (1996), precisamente por la película comentada.
En esa época se llevó a efecto el mayor desarrollo del país en economía, en derechos y libertades, con la apertura de la libertad de expresión, la consecución del éxito como mérito por el trabajo realizado, la convivencia de opciones e ideas distintas, el respeto de otras opiniones, la búsqueda de la unión cuando hay que arrimar el hombro por el bien social, la consideración de la política como servicio a la sociedad, la defensa del feminismo desde la igualdad entre hombres y mujeres que desempeñan los mismos puestos o cargos ganados con su formación, el respeto de las instituciones que nos hemos dado, el amor a la bandera y los símbolos que se identifican con España, la solidaridad entre las personas y las comunidades, la alternancia política con juego limpio, la preocupación por los verdaderos problemas del país, dejando a un lado las rencillas, los insultos y las mentiras.
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Tuvimos una comida de grupo en el otoño del año 1996 con cierto aire oficial, en la que habló de sus proyectos, entre ellos el de una película sobre las víctimas de ETA, más en el plano humano que en el político. Al término de la comida sacó su pastillero, pidió permiso. Alegró el momento con una anécdota de José Bódalo y se marchó agradecida por haberla dejado ser la protagonista.
En el otoño siguiente, a los 57 años, fallecía de un infarto casi fulminante. Haciendo una excepción, los Reyes asistieron a velarla en el tanatorio.
Recordarla ha sido un sentimiento espontáneo, resaltar sus valores personales y artísticos, con respeto a otras opiniones, un merecido reconocimiento. Y un lujo disfrutar de su película.
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