Se ha escrito mucho sobre el paso del tiempo, desde Virgilio hasta Quevedo. En siglos de arte se han representado relojes derritiéndose como velas encendidas, ... las tres edades del ser humano a través de mujeres desnudas, calles desoladas por las que no corre ni el viento, aunque sí las horas, pesadas, en los sueños de Giorgio de Chirico. Nuestra especie es capaz de mirarse en el espejo y reconocerse, pero tiene la condena de contar los minutos que van pasando. A veces, el resultado es tan palpable que no necesita esconderse en pequeños objetos. La vida pasa, se nos escapa de las manos. Pelamos una naranja y su fragancia se agotará. Nos lavamos los dientes con la misma inercia con la que amamos, sufrimos, y todo se refleja en una línea que nunca se hace círculo. Esta semana, una noticia deportiva lo resumía con más dolor que toda la poesía barroca. Kroos se retira del fútbol.
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No quiero que este sea un artículo sobre 'il calcio', como lo llamamos los románticos. Me desnudo ya en el segundo párrafo y me despojo de complejos. Hoy les hablo de finales, de fugacidades anticipadas. De carreras luminosas a las que no les cabe un metro de sombra. Entre Kroos y yo hay apenas unos meses de diferencia en el nacimiento, y ahí acaban las similitudes. Pero escribo estas líneas conmovido no por la trayectoria futbolística de este artista del balón, no por las noches que me ha hecho estremecerme con algo tan sutil como una pelota y una camiseta blanca, sino por la relevancia de decir adiós en el mejor momento de una vida.
No debe ser fácil despedirse. A mí me cuesta incluso colgar el teléfono a los familiares, a los amigos. Imagínese después de una carrera así. Son pocas las personas que llegan a la cima en sus oficios. Esto, repito, trasciende la ciencia futbolística. Si la vida fuese una montaña, Kroos sería el mejor escalador de todos. En sus manos ha tenido el cielo. Y ha decidido no permanecer más en la cima, para que no se le congelen los dedos de los pies, aún con oxígeno en sus pulmones. Ha recabado toda la belleza que disponía a su alrededor, la ha hecho suya y se va del césped con la misma tranquilidad con la que llegó a él. Sin una palabra más alta que otra. Con la conciencia de quien tiene de su lado la estética y la elegancia.
El futbolista alemán contradice el dictado de su especie. El fútbol no lo ha retirado. Él se ha retirado del fútbol. Podía haber jugado unos años más, ganar, tal vez, más trofeos, campear en nuevas noches europeas, en ciudades cuyos estadios brillan al son de la partitura de Händel. Tenía la oportunidad de arrastrarse por campos manchados de petróleo, en países que la prensa llama exóticos por amor al eufemismo, pero ha decidido ser persona antes que futbolista. O incluso mucho mejor. Ha sabido, desde siempre, que el deportista también es un ser moral, no ajeno a los sufrimientos del mundo. Kroos ha demostrado que sin la camiseta y las botas sigue siendo Kroos, no un oscuro personaje incapaz de encontrar su lugar en la vida.
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Este es un punto que me ha vencido. Dijo el alemán que ponía punto y final al fútbol porque aspiraba a jugar con sus hijos en el jardín de su casa. Allí, sin focos ni cámaras, niños pequeños en la intimidad de una familia que crece a base de tardes muertas con un balón. Pienso en su ejemplo y me dirijo al otro extremo. Reflexiono sobre las piernas de Rafael Nadal, la debilidad de sus tendones, la fragilidad de sus rodillas, y me pregunto cuántos partidos de tenis podrá disputar con su hijo, en el futuro, y cuál será la calidad física de las horas que le quedan con una raqueta en la mano.
Hasta en eso, Kroos ha sido ejemplar, a pesar de arrebatarnos horas de buen fútbol. Tan temprano se ha ido que el sentimiento que describe estos momentos en mí es la satisfacción de que queden personas así en el mundo. Tipos que nunca están de más. Que dejan paso. Que valoran sus éxitos también con la certidumbre de que son pasajeros. Kroos ha hecho suyo el 'tempus fugit' latino y abandona el fútbol ahorrándonos a los espectadores contemplar su caída. Porque este Augusto de Prima Porta que señala con el brazo extendido el pase al delantero ha vencido al tiempo. Nadie podrá ver a un Kroos decadente. Él siempre será un imperio reinante. El triunfo de la belleza. Algo tan sencillo como afirmar que existió un tipo que hizo las cosas tan bien que incluso en los adioses ganó. El reloj no lo ha detenido. Ha sido el respeto a sí mismo y a los aficionados al fútbol.
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