Sánchez incendia Roma
Apuntes desde la Bastilla ·
La gente ha votado a Page por ser una contraposición de Sánchez, un resquicio de ese PSOE con altura de miras que piensa España como un proyecto de futuroRoma sigue ardiendo. Se quema por los cuatro costados. A los barrios populares les llegan las llamas azules, las que más temperatura alcanzan. Arrasan los ... mercados, los puestos de comida, las casas y los palacios. Ahí también llega el fuego. Sale Nerón desde el Palatino, con su toga que no toca el suelo, y contempla el marasmo incendiario, los primeros aromas de la ceniza, salpicando sus sandalias. No reconoce el estado de su ciudad, la Roma de los capiteles ahora es la de la madera crujiendo, la de las vías colapsadas. Humo y gente huyendo despavorida. Un sálvese quien pueda mientras Nerón saborea la obra que ha creado. La suya. El legado que deja a la posteridad.
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Últimamente todo huele a quemado en las ciénagas electorales de Moncloa. Las elecciones municipales y autonómicas han arrasado con el capital socialista en toda España, aunque los ingenieros del poder se empeñen en retorcer los datos, en añadir esperpento a la realidad. Por más que se curve el espejo, ahí está su imagen, tal cual, dura y dolorosa. El PSOE se ha convertido en un partido sospechoso, en la plenitud del término. Los españoles no se fían de sus siglas, y así lo han manifestado en las urnas en los cuatro puntos cardinales de la península. La única victoria que puede apuntarse un partido que ha sido hegemónico en tantas épocas de nuestra democracia es en Castilla-La Mancha, y ha sido precisamente porque su candidato, Page, se ha opuesto sucesivamente a los mandatos del César madrileño.
La gente ha votado a Page por ser una contraposición de Sánchez, un resquicio de ese PSOE con altura de miras, centrado, que piensa España como un proyecto de futuro, y no como el cortijo neroniano de un presidente desnudo. Los resultados electorales llevan la firma de Pedro Sánchez, a pesar del buen hacer de multitud de alcaldes socialistas durante estos cuatro años. El trabajo noble de muchos de ellos se ha visto chamuscado por una política nefasta de enfrentamientos, de burbujas siderales llenas de jabón, donde importa más la imagen de la moneda que la moneda en sí misma. Y así no se puede gobernar. El Partido Popular ha recuperado el pulso de la calle y los ciudadanos se lo han devuelto con una victoria contundente, a pesar de no contar con los mejores candidatos posibles. ¿Cómo se explica este vuelco sociológico sin descubrir a un Sánchez que ha perdido pie con la realidad?
La respuesta no ha sido la asunción de responsabilidades. Nadie le pidió cuentas a Nerón cuando quemó Roma. Al contrario, le echaron la culpa a los cristianos. Algo similar ejecutó Sánchez la noche de los aciagos resultados. Dice que consultó con su conciencia, evidenciando que no existe ya un partido socialista indisoluble a su interés. La falta de crítica ha empujado también a los alcaldes y presidentes autonómicos a las colas del paro. El único que se atrevió a moverse, Page, curiosamente, es el que sí saldrá en la foto. Ironías del destino. El aplauso que le dedicó el miércoles la bancada socialista recuerda a la genuflexión estalinista. Durante dos minutos, los siervos diputados y senadores se rompieron las manos para avivar el fuego de su obra, el 'sanchismo', que huele a chamusquina y que en su fin tendrán las manos quemadas. Quien ose dejar de aplaudir en este momento final se quedará sin su puesto en la lista electoral. Y ya sabemos, siempre es mejor ser un vulgar diputado en la oposición, con sus dietas y sueldos estelares, que un ciudadanos de a pie caminando por una gris calle española.
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Nos espera lo peor del incendio, porque Nerón aún sigue llenando de gasolina las calles. Sánchez se ha podemizado. Se ha dejado coleta y perilla y viste con camisas de cuadros del Carrefour. Ha lanzado el grito de guerra que será tomado como credo reverencial para los militantes socialistas. El PP ha pasado de ser el partido que ha capitalizado el voto de centro a un enemigo acérrimo, fundado por siete ministros franquistas, una extrema derecha sin compasión. Borja Sémper actúa de dóberman y se recurre al 'Prestige', al 'Yak-42', al 11-M, e incluso a los huesos de santo de Franco para captar votos. Feijóo es un esbirro de Trump. Una marioneta de Bolsonaro, mientras miles de alcaldes socialistas deberán combinar una campaña electoral con las salas de espera del INEM.
La dialéctica del fuego ha sido invocada para salvar no a España ni al Gobierno, ni siquiera al socialismo. Llevar las elecciones al tórrido verano solo busca la absolución de Sánchez por incomparecencia. Agoniza el 'sanchismo', sí. Se quema el Frankenstein y aquellos que llevan cuatro años incendiando la ciudad juran no conocerse. Roma habló y hablará en unos comicios que también arden en el calendario. Lo único claro de todo esto es que el que ha incendiado Roma no puede reconstruirla.
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