El peligroso camino del PSOE

Apuntes desde La Bastilla ·

Sánchez ha conseguido atomizar un partido con casi 150 años de historia y lo ha puesto al servicio de sus intereses

Domingo, 25 de febrero 2024, 08:04

No es una buena noticia la irrelevancia del Partido Socialista en el ámbito autonómico y municipal. No lo es, por más que en las últimas ... dos décadas la formación se haya esforzado en conseguir sus peores resultados de la historia reciente. Volver la vista atrás es un ejercicio de crueldad para un partido que aspiraba a gobernar en el Parlamento nacional y autonómico con mayorías absolutas, que vertebraba una idea de nación (tal vez la misma) en Sevilla y en Santiago. Ahora no quedan ni las cenizas de ese modelo. Sánchez ha conseguido atomizar un partido con casi 150 años de historia y lo ha puesto al servicio de sus intereses. Un peligroso camino ya iniciado por Zapatero. A día de hoy, el PSOE está más cerca de ser un club de fans que un partido al servicio de España. Y el electorado lo sabe.

Publicidad

El partido ha decidido inmolarse con tal de que Sánchez siga en el poder. No importa el coste. No importan los restos del naufragio, que no haya islas en mitad del océano. Los diferentes barones, candidatos autonómicos, alcaldes y simples militantes han asumido este credo con una fe ciega. Lo podemos ver en Murcia, con un José Vélez más preocupado en ser un peón laborioso en la partida de Sánchez que un candidato funcional para la Comunidad. Y así todo el tablero de ajedrez, menos Page, el verso suelto, el alfil manchego. Algo grave le sucede al PSOE cuando se considera a García Page en el extrarradio del partido, mientras que las Chivite de turno son elogiadas como militantes modelo, con apasionados abrazos con Bildu incluidos. Por el camino han quedado auténticas caídas del caballo de camino a Damasco, como Fernández Vara, un animal sumiso que en lugar de revelarse ha decidido lamer las migajas de su futuro.

Es un hecho que ahora el PSOE traduce como victorias fulgurantes obtener 120 diputados y construir gobiernos tan inestables como los puentes de cañas que atraviesan ríos procelosos. Yo me crie en una España en la que Felipe González arrasaba en las urnas, hubiese o no corrupción, hubiese o no terrorismo de Estado. Aquel PSOE era un partido que tenía el gen ganador por castigo y que le hablaba a una sociedad dispuesta a dejarse engañar con tal de tener un liderazgo fuerte. Pero lo que tenemos ahora es algo bien distinto. El partido que lidera Sánchez hace muchos años que asumió su debilidad. Ya no es nada sin sus aliados, enemigos hace apenas unos días. La velocidad de mutación del partido es mayor que la del país. Sánchez se acostó una noche de julio proclamando las maldades de Puigdemont y se levantó en la jornada electoral incluyéndolo en el bloque progresista. Con un tablero tan cambiante, según la voluntad, caprichos y necesidades del líder supremo, es lógico que la partida esté viciada.

El PSOE ha tensado tanto la cuerda política que ahora ya no sirve la dicotomía entre izquierda y derecha. Se ha visto en las elecciones gallegas. Lo que se jugó la semana pasada no fue un mero enfrentamiento entre dos formas de entender la vida social o económica, sino la esencia misma del Estado. En Galicia se disputó el partido entre constitucionalistas y anticonstitucionalistas. El PSOE no dudó en ponerse en la cola de aquellos partidos que abogan por una ruptura contra el orden constitucional, como lidera el BNG. En Galicia no salió a ganar, sino a sumar, aunque fuese como un triste arlequín de campaña, subalternos de un partido que lleva en su ideario la desigualdad entre españoles. Y apuntalar esto desde Murcia, Andalucía o Madrid es un ejercicio de funambulismo.

Publicidad

El PSOE ha mutado, sí, y ahora no es otra cosa que una filial del PSC. El brazo catalán del partido se ha apoderado de los intereses nacionales. Por eso la única comunidad en la que puede respirar oxígeno electoral es Cataluña, aunque no le valga para gobernar. Resulta triste escuchar a dirigentes nacionales, autonómicos, hacer ejercicios de genuflexión, de piruetas dialécticas con tal de defender al líder supremo, para luego ser abandonados como cachorros defenestrados tras un resultado electoral adverso. El mapa político español se ha teñido de azul en comunidades donde hasta hace pocos años reinaba el socialismo con aires de sultanato, como en Andalucía.

Y es una mala noticia porque hasta hace veinte años, el ciudadano tenía bien claro quiénes eran los partidos que defendían la Constitución, la unidad del Estado, el respeto a las instituciones y la igualdad. Sin referentes en la izquierda, el independentismo se hace fortaleza y se banaliza a la derecha con etiquetas trasnochadas. El mantra que sonaba hasta hace unos días era que todo lo que esté fuera del PSOE es fascismo. La gente ya se está dando cuenta que lo que va quedando de PSOE no es izquierda, no es igualitaria y no aspira al bien común, sino al particular. Es una mala noticia para el país contar con una izquierda que antepone la supervivencia de Sánchez al bien de los españoles.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad