Apuntes desde la Bastilla

Desnudos

Ese pobre hombre que manda en el Congreso en realidad va desnudo, porque mordió todas las manzanas que le dio la serpiente

No pretendía mirar mucho. O tal vez sí. Vaya usted a saber. Jamás me había visto en esa situación, en una intimidad más bien forzada, ... con vapores a 95 grados y una chimenea que sobresalía por encima de la nieve. Ha sido mi primera vez en una sauna alemana, que no deben ser muy distintas a las finlandesas, las turcas o las españolas, con la particularidad de que en el país germano a la gente le gusta ir en cueros. Un cartel lo anunciaba en la entrada. Nada de trapitos en las termas de Baden Baden. Aquí se celebra a Adán y Eva antes de la caída. Por los pasillos palpitantes de cuerpos no hay manzanos ni serpientes. El árbol del bien y del mal crece como el de la ciencia, con burbujas y zuecos de madera, mientras afuera cae una nieve dulce y brillante, como de película de Navidad.

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Pasé unos días en la Selva Negra, queriendo alejarme de la realidad, de la situación política en la que estamos, ese lodazal de mentiras que ciertos medios hacen pasar por dogmas. Pero la columna, esa Bastilla que asoma cada domingo, me obliga a volver. Siempre se vuelve hacia otras selvas, alejadas de esos tupidos bosques del oeste de Alemania. En el Congreso de los Diputados, mientras yo cruzaba las piernas por pudor y entraba un grupito de erasmus a la sauna, crecía una malahierba que ha estado latente en estas últimas legislaturas. Las hierbas que nacen cerca de las carreteras son inofensivas, podríamos pensar, pero van comiéndose el pavimento, abultando el suelo en el que caminamos todos, hasta corromper las raíces mismas de la tierra. Es lo que está sucediendo, lo que se escenificó el jueves. Pura y llana corrupción selvática.

La política española por fin está desnuda. Hemos llegado al final de la escapada. No es una desnudez pura, como la de aquella pareja de alemanes fornidos que probaban suerte en el baño de agua marina, con sales minerales. Esta es una desnudez sucia, debilitada. La cuestión es sencilla, por más que se pretenda pervertir. Unos delincuentes juzgados y condenados no se arrepienten de sus delitos cometidos y prometen que lo volverán a hacer. Un político que quiere continuar siendo el presidente del país promete exonerar a esos delincuentes de sus delitos para seguir en el poder. Corrupción mayúscula. Qué digo. Supina y perifrástica. Corrupción en la entrada y en la salida de la sauna democrática. Hasta corrupción pornográfica por lo grosero y evidente, ahora que hablamos de cuerpos desnudos.

No hay más verdad que esta. La desolación de los cuerpos flagelados es la imagen de los poderes del Estado, al servicio del interés particular. El cuerpo efímero de Sánchez pretende alcanzar la santidad, lo eterno. Para ello, no le importa modificar el Código Penal, usurpar la noble función de la Justicia y pervertir lo más sagrado que tenemos los españoles: el relato del pasado. De eso consiste todo, de hacernos ver que no sucedió nada de lo acaecido en Cataluña en 2017, de olvidar sin contraprestaciones los motines, las agresiones, el asalto al orden constitucional. Querer que veamos al emperador vestido cuando en realidad camina desnudo por la plaza.

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Pedro Sánchez ha puesto todas las instituciones del Estado al servicio de un delincuente. La ley de amnistía ha sido diseñada precisamente por el beneficiario de esta. La indecencia ha llegado a un nivel tan bajo que un país que ha sufrido multitud de golpes a causa del terrorismo nacionalista ahora ve cómo se amnistía este delito cuando los jueces aún están por determinar la gravedad del asunto. Las calles del país, de norte a sur, de este a oeste, se han manchado de sangre de los inocentes, políticos y funcionarios públicos, personas corrientes que llevaban en su culpa un apellido español, el lugar de nacimiento, para que ahora se mercadee con la noción de terrorismo y se ajuste a lo que dicta un investigado precisamente por terrorismo.

Esa es la desnudez moral de Sánchez, esa es la desnudez a la que nos arrastra a los ciudadanos. Muy diferente a la de aquella mañana en Baden Baden, con el esplendor de los cuerpos, con la juventud sana y las miradas limpias de quien está contemplando la pura belleza griega. Las razones que los socialistas esgrimen para justificar la amnistía solamente pueden encontrarse en el ámbito teológico. Solo una fe ciega en el líder transige con este atropello. La amnistía aplaudida por toda la izquierda de este país deslegitima la voluntad de igualdad entre españoles, la esencia misma de la justicia. Nace contra el Código Penal, contra la sustancia constitucional que nos sostiene, contra el lenguaje, porque ahora debemos no llamar terrorismo a lo que es terrorismo. Se extienden como una mancha en nuestra historia contra la realidad. Contra la verdad más pura y desnuda. Nada de lo que vimos ocurrió. Ese pobre hombre que manda en el Congreso en realidad va desnudo porque mordió todas las manzanas que le dio la serpiente.

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