Actuamos o nos ahogamos

En nuestra Región son casi 40 las actuaciones necesarias, pero las prioritarias no costarían más de 800 millones de euros

Después de las trágicas inundaciones acontecidas en Valencia, urge la imperiosa necesidad de acometer obras imprescindibles en nuestra Región, donde tenemos documentados cientos de episodios ... de grandes avenidas (memoria histórica a la que nuestros políticos nunca hacen referencia). Basten algunos ejemplos como los de las riadas de San Lucas, San Calixto, San Severo, Santa Catalina y Santa Teresa, todas ellas con más de un millar de muertos, y las más cercanas, la de 1973 que arrasó Puerto Lumbreras, que se repetiría en 1997, ambas con fallecidos; la de 2016, que afectó a Murcia y Los Alcázares, y la riada de Santa María de 2019 que, con ocho fallecidos y numerosos daños materiales, era hasta la de Valencia la más catastrófica y devastadora de las producidas este siglo. Estos episodios con numerosas inundaciones debidas al Guadalentín, Reguerón y Segura se han venido produciendo desde hace siglos, pero es bien cierto que el cambio climático y en muchos casos la acción humana hacen cada vez más frecuentes estos fenómenos.

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Para paliar estos efectos catastróficos, tan frecuentes en nuestra cuenca, el Ministerio de Obras Públicas promulgó el R.D.L 4/1987, un Plan de Defensa de Avenidas con 23 actuaciones, presas como Paretón, Algeciras, Moro, Judío, Cárcavo, Boquerón, recrecimiento de Puentes y encauzamientos de varios tramos del río Segura y Reguerón, teniendo yo el honor de dirigir algunas de ellas.

Sin estas obras hubieran sido más graves las inundaciones posteriores y, sin duda, están totalmente amortizadas. Pero no eran las únicas necesarias, y en el PHN de 2001 se planteó lo que podría llamarse un segundo plan de avenidas, con 25 actuaciones, como los recrecimientos de presas de Valdeinfierno, Camarillas; nuevas construcciones, como Torregorda, Rambla Salada, Puerto del Garruchal, Puerto de la Cadena, Tabala, encauzamientos de ramblas del Albujón, San Cayetano, Benipila y Abanilla entre otras, y el colector norte de Murcia.

Ya no es hora de hacer papeles con la redacción de planes de emergencia si no se acompañan de obras reales

Ahora, un cuarto de siglo después sin haber realizado obras de envergadura, es imprescindible, en el actual contexto de episodios de sequía, escasez e inundaciones cada vez más frecuentes y acusados, desarrollar obras olvidadas. Lo cierto es que las obras hidráulicas (únicas infraestructuras efectivas para defensa y protección frente a avenidas) dependían desde 1936 del Ministerio de Obras Públicas y actualmente dependen del Ministerio de Transición Ecológica.

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En el cambio de las denominaciones se observa el enfrentamiento ideológico de la 'ecología' versus las 'obras hidráulicas'. Ello ha supuesto un fuerte descenso en la inversión pública por parte del Ministerio que planificó invertir una media de 6.300 millones de euros/año en el periodo 2022-2027 y no está llegando a 500.

En nuestra Región son casi 40 las actuaciones necesarias, pero las prioritarias no costarían más de 800 millones de euros, y solventarían gran parte de la problemática. Indiquemos que la dana de 2019 en nuestra Región supuso un coste económico de 1.319 millones de euros. Como ejemplo reciente, la presa sin construir de Cheste, valorada en 120 millones de euros, hubiera evitado la mayor parte de la tragedia de Valencia, que supondrá un coste de 2.600 millones solo para restaurar infraestructuras.

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En la Región, la Dirección General de Emergencias controla 785 puntos conflictivos, destacando la cuenca vertiente del Mar Menor, zona del Guadalentín y huerta de Murcia y Vega Baja.

Es prioritaria la presa de Tabala, actualmente en fase de proyecto, con una inversión cercana a los 90 millones, planificada por 40 millones antes de la dana de 2019 (lo que la habría evitado), y que solventaría los problemas de Alquerías, El Raal y Beniel.

Igualmente prioritario es el colector norte, que reduciría en un 95% la superficie inundable de la ciudad de Murcia, recogiendo las ramblas de Espinardo, Churra y del Carmen, de Cabezo de Torres, donde debe prevalecer, reduciendo su sección, el colector proyectado hace años, para no crear problemas de caudal en la confluencia con el Segura en Rincón de Beniscornia; complementándolo con diques y zonas de almacenamiento controlado, que igualmente son recomendables en muchas ramblas de la Región; buscar lo que llamaríamos 'desbordamientos preferentes en zonas sin riesgo'.

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Otras actuaciones prioritarias son las presas de laminación de Nogalte y Torrecilla, así como la del Albujón en la zona del Mar Menor, independientemente de que se planteen plazos para las presas de Puerto de la Cadena, Moreras, Garruchal y Béjar; todo ello con un plan de limpieza y acondicionamiento de ramblas como las de Lébor, Moreras, Maraña y Carrasquilla.

Por tanto, y ante una nueva dana que por desgracia nos llegará, ya no es hora de hacer papeles con la redacción de planes de emergencia y talleres de análisis de riesgos, pues resultan totalmente inútiles si no se acompañan de obras reales en las que, desde ya, se debe actuar.

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