Orden y puntualidad
Espero que no vuelva a suceder nunca más y quedamos, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, en la plaza de toros para el próximo año
Me ha ocurrido durante dos años y espero que no vuelva a sucederme porque mi pasión taurina terminaría por resentirse. Hemos acudido mi mujer y ... yo a la plaza de toros de Murcia el día de la Fuensanta y en las dos ocasiones citadas hemos vivido un verdadero infierno para poder pasar y sentarnos, pero en los dos casos nos hemos perdido el primer toro, y eso sí que es imperdonable, la impuntualidad en el espectáculo de los toros, la pésima organización de los encargados de la plaza, que deben facilitar el tránsito de los aficionados y deben garantizar en todo momento su derecho a disfrutar de su billete, sentados en su asiento correspondiente, porque si los toros empiezan a las seis y media de la tarde, el público ha de estar sentado para ese momento. En cambio en estos dos años nos hemos encontrado con una organización desastrosa, que no ha previsto el aluvión de personas que acuden ese día, aunque sí ha cobrado las entradas a buen precio, nos ha obligado a hacer una cola pesadísima y humillante, nos ha obligado a una espera irritante, mientras percibíamos los signos evidentes de que comenzaba el festejo sin nosotros, los dos años han sido ultrajantes para la afición, para los que pagan y permiten que los toros no se terminen, que ninguna fuerza acabe con ellos, porque nada hay tan poderoso como un público entregado al misterio cada tarde, aunque se le vilipendia del peor modo y se le impida entrar libremente a sus localidades a tiempo para ver empezar el espectáculo.
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Estoy convencido de que entre los responsables de esta tropelía se hallan los antitaurinos más desaforados, los que pretenden con todas sus fuerzas acabar con la grandeza de la fiesta, con sus muchas virtudes, como una extremada puntualidad, una formalidad acreditada y un orden acendrado, del que tantas veces nos hemos enorgullecido los que amamos la fiesta y sus conjuntos, como escribía Miguel Hernández.
Resulta desolador acudir una media hora antes a las inmediaciones de la plaza de toros de Murcia para encontrarse con el panorama de una multitud abigarrada que clama en pie por que abran las puertas del coso de la Condomina y que tras una media hora larga de espera insoportable comienza a escuchar los clarines con la impotencia del que se sabe ninguneado aunque ha hecho un desembolso económico que le dibuja en la cara por momentos una sonrisa de bobo estafado, y así durante dos años, rodeado de jóvenes que han venido a la plaza a divertirse y a aprender y que no van a llevarse, desde luego, un buen sabor de boca, como tampoco me ha animado a mí y a mi mujer a volver el próximo año. Volveremos porque la pasión es siempre más fuerte y contundente que el razonamiento y porque estamos convencidos de que en adelante se hará lo posible por que no vuelva a pasar una calamidad parecida.
No es tan difícil prever la multitud del día de la Romería y abrir las puertas de la plaza una hora antes con personal suficiente para recoger las entradas y acomodar al público.
Espero que no vuelva a suceder nunca más y quedamos, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, en la plaza de toros para el próximo año, como siempre.
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